A la mañana siguiente, me levanto totalmente apática. No me apetece para nada tener que ir esta noche a una fiesta. Y mucho menos, tener que humillarme y pedirle perdón a Daniel. Sé que debo hacerlo porque en realidad me porté fatal. Pero solo imaginar la satisfacción que él va a sentir cuando oiga mis disculpas, vuelve a cabrearme otra vez. Ya, no tengo remedio. Si soy más patética no nazco. En fin, debo dejar de darle tantas vueltas a las cosas, además ¿qué sentido tiene? Tengo que disculparme y punto. Por lo menos que mi conciencia quede tranquila.
Salgo de casa a las diez de la mañana dirección al salón de belleza. Rebeca me pidió cita la semana pasada y, allá vamos. A ver si nos ponemos un poco monas y Claudine puede hacer algún truco milagroso para disimular las tremendas ojeras que me gasto últimamente. Hace un rato que he hablado con mi amiga. Su padre ha pasado bien la noche y hoy le darán el alta. Gracias a Dios que el golpe en la cabeza ha quedado en un susto... He quedado con ella a la hora de la comida para charlar un poco y, que me cuente los últimos cotilleos antes de esta noche. Así estaré puesta al día. Luego tengo pensado regresar a casa y no hacer absolutamente nada hasta que tenga que empezar a prepararme para acudir a la fiesta. Si, pienso relajarme toda la tarde. Me lo merezco.
En el salón de belleza, me hacen una puesta a punto increíble. Manicura, pedicura, masaje facial, masaje corporal, tratamiento capilar para que mi cabello luzca sedoso y brillante. En fin, lo que se dice un completo en toda regla y que me deja fantástica, por dentro y por fuera. Cuando salgo de allí, me siento genial, ni comparación con la Olivia de esta mañana. Si llego a saber que, tanto masaje y tanta historia me iba a sentar así de bien, lo habría hecho mucho antes. De hecho, creo que a partir de hoy, haré una visita al salón de belleza como mínimo cada quince días. Incluso ya me han recomendado uno muy bueno en San Francisco que pienso visitar en cuanto regrese.
La comida con mi amiga, ha resultado ser una cura total para mi apatía. Me ha subido el ánimo de tal manera que ahora de camino a casa, me siento pletórica. Con sus comentarios y ocurrencias, me ha hecho reír como una hiena, haciendo que eliminara de mi cuerpo todos los malos rollos que por norma general me acompañan últimamente. Si, el día va mejorando por momentos. Me siento tan relajada, que hasta tengo ganas de que llegue la noche para ir a la fiesta de marras. Quiero divertirme y pasármelo bien.
Antes de ir a casa, paro en el supermercado para comprar una botella de vino y así poder tomarme una copita cuando está en mi momento relax. La nevera la tengo temblando, pero tampoco tengo pensado quedarme más tiempo del necesario, para tres días que voy a estar por aquí, no merece la pena que haga compra ni nada de eso. Con llamar al restaurante de comida rápida o, salir a comer fuera, solucionado. Pero eso si, el vinito que no falte. Entro en casa y miro el reloj. Tengo por delante tres horas para no hacer nada. Así que me pongo cómoda y hago precisamente eso. Nada.
A las nueve en punto, estoy lista y junto a la ventana esperando que Rebeca venga a buscarme. En eso hemos quedado. Contemplo las vista desde mi ventana y me encanta, no me había dado cuenta de que también echaba de menos Manhattan hasta ahora. El árbol de navidad en el centro del parque y, la nieve que ha empezado a caer levemente, forman una postal navideña preciosa. Es una pena no tener una familia con la que poder disfrutar de estos días tan especiales. Retiro con el pulgar una lágrima que se desliza silenciosa por mi mejilla y suspiro. Si, una lástima. Me retiro de la ventana y me planto delante del espejo para darme un repaso. Llevo un vestido negro, de cuello alto y con la espalda totalmente descubierta. Ceñido hasta la cintura y cayendo en un vuelo vaporoso desde esta hasta los pies. Zapatos de finísimo tacón también en color negro y, me han maquillado con bastante esmero, destacando mis ojos en tonos ahumados. Como complemento, los pendientes que mi amiga me regalo en mi cumpleaños. Nada más. Bueno si, la cartera de fiesta y el regalo del amigo invisible. Me pongo un abrigo largo y, cuando suena el portero automático, bajo.
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LUST
عاطفية«REINA DE CORAZONES» Está disponible en Amazon en Ebook y Papel!! http://leer.la/B01DWPRQU6 #1BestSellerInternacional Olivia es una joven de treinta dos años que desde hace cinco años, trabaja para un magnate de la industria textil al que odia pro...