Capítulo 37 - Por algo se empieza

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5 años después

P.O.V. María



- ¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos... Cumpleaños feliz!



Comenzamos los adultos a aplaudir antes de que Paula soplara las velas. Pablo y yo observábamos a nuestra pequeña hija reír y después de soplarlas aplaudió con nosotros con sus pequeñas manos.



- ¿Has pedido un deseo?-dijeron Elisa y Sofía cogiendo su mano.



Paula las miró sonriente y  asintió como respuesta. Pablo, a mi lado, me cogió de la cintura y besó mis labios, hoy también hace 4 años que nos casamos. Tras separarnos vimos como Elisa y Sofía iban con Paula al cuarto a jugar con los regalos.



- ¡Elisa, Sofía, dentro de poco nos iremos!-avisó Casilda.



- ¿Tan pronto?-pregunté.



- Sí, nos iremos antes porque mañana hay cole... Y hay que preparar las mochilas y muchas cosas, ¿verdad, Bruno?



Bruno, nuestro sobrino mayor, estaba sentado entre sus padres mientras comía un trozo de la tarta de chocolate. Tras escuchar las palabras de Casilda hizo una mueca como si no le gustara la idea de volver al colegio.



- Qué rápido crecen nuestro nietos...-dijo Elena acariciando la mano de su marido- Como nuestro hijos, que ya son los tres unos maravillosos padres.



Elena bajó la mirada y sonrió llevando su mano derecha a sus mejillas para secar sus lágrimas. A Elena nunca le ha gustado llorar delante de nosotros, nunca.



- Mujer, no llores...-dijo mi madre a su lado- Si todos están guapísimos, tienes que estar feliz sin derramar ni una pequeña lágrima.



- Gracias, querida.


Elena disimuladamente secó sus lágrimas de nuevo y sonrió como si nada hubiera pasado.



- Escucha a Natalia, mamá... No llores que estás preciosa sonriente.



- ¿Llorar yo?-dijo con una sonrisa tras escuchar las palabras de Salva-  Qué cosas tienes, hijo mío.



Toda la familia presente comenzamos a reír y de pronto sentí como Pablo se apartó de mí y del grupo. Miré cómo con cuidado salía al jardín y mirando al cielo permaneció quieto varios segundos.



- Voy a salir-le dije en bajo a Casilda.



Seguí el mismo camino que Pablo tomó para salir al jardín y le miré preocupada, fue raro que no nos dijera nada antes de salir. Cerré la puerta y tras bajar los tres pequeños escalones me acerqué a Pablo.



- ¿Estás bien?



Pablo dio un pequeño bote del susto y me miró con la vista nublada por sus lágrimas. Hacía tiempo que no veía sus ojos así, la última vez que le vi emocionarse fue en el último concierto de su gira Terral, hace bastantes meses, la verdad.



- Solo quería tomar el aire.



Tras pronunciar sus palabras volvió la mirada al cielo y suspiró. Estaba totalmente metido dentro de sus pensamientos. A su lado, pasé mi brazo por su cintura y apoyé mi cabeza en su hombro.



- Echo de menos a tanta gente que no está ahora aquí...



- Yo también echo de menos a mucha gente-dije pensando en mi padre y en Carla principalmente- Pero siempre pienso que están presentes, aunque no los pueda ver.



- Cuando he escuchado las palabras de mi madre no he podido evitar acordarme de mi abuela... Pronunció esas mismas palabras en la boda de Casilda.



En esos momentos Paula salió al jardín y sequé las lágrimas de Pablo para que la niña no se preocupara.



- ¡Mamá, papá! Los yayos y los tíos se han ido ya...



- ¿Cómo?-dijo Pablo alargando la última vocal.



Los tres entramos a casa y lo primero que hizo el hombre de la casa fue coger el móvil para llamar a la familia y pedir explicaciones.



- Mamá-captó mi atención Paula- He encontrado una cosa jugando con las primas, ven.



Paula me condujo hasta mi habitación y la de Pablo. Tras llegar frente a la cama Paula se agachó y estiró los brazos para coger un regalo que estaba escondido debajo de la cama.



- ¿Y esto?-pregunté asombrada.



- ¿Es para mí?



- Claro que sí, mi vida-dijo Pablo entrando al cuarto- Es tu último regalo.



- ¡Bien!



Miré extrañada a Pablo sin saber cuál era el contenido de ese regalo. Pensaba que Pablo y yo ya le habíamos dado todos los regalos que le compramos.



Así que... Lo tenía escondido y en secreto.



- ¡Un teclado!-exclamó la niña feliz.



Tras escuchar sus palabras desvíe la mirada al regalo esta vez desenvuelto y vi un pequeño piano, un teclado.



-  ¡Qué bonito! Gracias, papá. Gracias, mamá.


Pablo y yo cogimos a nuestra pequeña en brazos y nos refugiamos en un pequeño y gran abrazo.



- Por algo se empieza, ¿no?

Sin ti yo me pierdo [Pablo Alborán]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora