El oficial no perdió tanto el tiempo, me miro, asintió y me guio al final del pasillo. Tenía que reconocer al presunto culpable, a Joaquin Marquez, todo aquello era insoportable, en mi vida había ido a la comisaria, en mi vida había tenido que reconocer a un delincuente. No tarde en hacerlo, lo reconocí casi al instante en que sus ojos grises me miraron. Era el, ni duda. El cabello negro, la nariz puntiaguda y el tatuaje de escorpión.
— ¿Cómo va todo, oficial?, quiero saber cómo se presume que pasaron las cosas.
El oficial no me respondió, se limitó a asentir frunciendo los labios.
—Por el momento debe conformarse con el hecho de saber que la culpable del asalto a su departamento es la señorita Simpson, estamos siguiéndole la pista, lo último que tenemos es que se hospedo en un motel de las afueras de la ciudad.
Aquello no era suficiente, el acto más grave era el atentado de Skandar.
— ¿Y sobre el atentado a mi esposo?
El oficial levanto las cejas.
—Ummm... aún hay unas piezas faltantes pero el Sr. William Keynes es el culpable, su esposa, la Sra. Carolina de Keynes fue la misma que interpuso la demanda y trajo el arma, las huellas dactilares del señor están en ella, no hay duda de que es el culpable ya que las balas extraídas del cuerpo de su esposo coinciden a la perfección con las dos faltantes en el artefacto.
Sin embargo el comandante no parecía del todo convencido, tenía la misma expresión que yo.
—Señora Keynes —. Me tomo del brazo y me encamino a la puerta, hablando en un tono secreto —. ¿Usted, o ustedes tienen más enemigos?
— ¿A qué se refiere?
Movió la cabeza y me soltó.
—Tenga cuidado, no se confié aun.
Eso fue lo último que me dijo, cuando partió decidí salir de ese sitio lo más pronto posible pero me encontré con Carolina. Aquella mujer estaba ahí a pesar de que William la había golpeado y engañado con Janneke, que gran amor le tenía a su esposo. Al verme sonrió y se encamino a mí, ya no estaba tan claro el hematoma pero su aspecto seguía siendo el de una persona enferma, bien podría asegurar que no había dormido en días y cómo hacerlo, su esposo estaba en prisión por intento de homicidio.
—Hola, ¿Cómo estás?
Fue lo primero que se me vino a la cabeza pero no hacía falta una respuesta su aspecto era deprimente.
—Bastante mal, mírame, ¿no se me nota?
No respondí.
— ¿Quieres comer algo?
Quizá sacando a la pobre Carolina de ese infierno podría darle un alivio. Asintió y me siguió a un pequeño restaurante de comida mexicana del otro lado de la calle. Me di el lujo de elegir por ella al ver que no tenía fuerzas ni siquiera para responderle a la mesera.
— ¿Lo viste? — Pregunto.
—Si.
— ¿Qué te dijo?
Tome aire y me di mi tiempo de responder.
—Que él no es el culpable.
Carolina negó delicadamente.
—Siempre dicen lo mismo los que están en esa situación.
Hasta ese entonces era una mujer ingenua, muchas veces lo había sido pero ese día lo fui más que nunca.
— ¿Por qué estabas ahí?, ¿querías verlo?
Me dijo que si con un movimiento de cabeza.
—Lo mejor es que lo olvides, el muy canalla no ha encontrado la justificación necesaria para el golpe que te dio, te ha tachado de...
Me calle. No era momento para decirle que William la había llamado loca.
— ¿De qué?
Levanto muy rápido su cabeza y me miro con ojos brillantes.
—No importa, olvídalo.
— ¿Loca? — me dijo con rudeza —. ¿Eso te dijo no?, siempre lo hace, cree que protegerlo es estar loca, lo amo y haría lo que fuera por él.
—No lo merece.
Carolina asintió.
—Que afortunada eres, Skandar no murió, está vivo, lo tienes.
Fruncí el ceño.
Algo andaba mal en aquella chica, supuse era por todo lo que estaba pasando. Era la viva imagen de la desesperación y el dolor andante.
—Deberías descansar un poco Carolina, todo esto te está afectando.
La chica me sonrió pero aquella sonrisa no le llegaba a los ojos.
—Lo hare, ahora podré hacerlo.
No preste la atención necesaria aquellos días, todo era un problema tras otro así que mi mente bien podría estar en un sitio como en otro.
La comida con Carolina fue rápida. Había estado muy callada pero no me digne en preguntarle si algo pasaba, no quería estar tanto tiempo alejada de Skandar, en cuanto pude me fui directo al hospital para toparme con la sorpresa que los oficiales habían visitado a Skandar para interrogarlo. Abrí la puerta de la habitación y ahí estaba Skandar con menos cables y con más color en su rostro. Al verme sonrió encantador, me abrió los brazos y corrí a ellos.
— ¿Dónde estuviste toda esta tarde? —me pregunto al odio.
—Tuve cosas que hacer... nada importante.
Skandar frunció sus bonitas cejas y asintió.
—Estuvieron aquí, William está en prisión, ¿Por qué no me lo habías dicho?
—No quería preocuparte.
Acaricie su cabello con mis manos, Skandar paso una mano por mi rostro.
— ¿Algún día podremos dormir y despertar sin problemas? —pregunto sin dejar de acariciarme.
Asentí.
—Si.
Me tomo de la nuca y suavemente me jalo a él. Nuestros labios se unieron, esos momentos eran los mejores de mi vida. El sabor, la dulzura de mi esposo era mi mayor perdición.
—Te amo —susurro. — Quiero ser el mejor hombre para merecerte.
—Porque eres lo mejor de mi vida, te pertenezco y me mereces.
Skandar volvió a indicarme que bajara y beso delicadamente mis labios apenas sintiendo su calor.
— ¿Tienes una idea de cuánto te amo? — Asentí. —No, no la tienes, porque ni yo mismo soy consciente de su inmenso tamaño.
Acaricie su rostro con mis manos y me jure que antes que perderlo me perdería a mí misma. Era el amor de mi vida, el único, el mejor, el más grande... era mío.
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Herencia De Amor ©
Novela JuvenilSkandar Keynes joven impuesto a vivir en una mundo lleno de comodidad y placeres, se ve obligado a buscar en un mundo desconocido para él a una joven inocente e ingenua para convertirla en su futura esposa, esto con el fin de obtener la herencia d...