Epílogo: Nuevo comienzo.
Estaba segura que la cara del abogado que iba a divorciarlos estaría permanentemente tatuada en su cabeza y sería una anécdota para contar en un futuro. Estaba segura de que él nunca había visto una pareja de pronto divorciados llegando juntos a la reunión. Tampoco que ambos se darían sonrisas furtivas cada vez que él mencionaba la disolución de su matrimonio. Incluso cuando estuvieron a punto de firmar, se atrevió a interrumpirlos y preguntar:
―¿Están seguros de que no quieren detener esto?
―Por nada del mundo ―contestaron los dos al unísono lo cual dejó aun más perplejo al abogado.
Pero estaba segura de que la expresión que nunca se borraría de su cabeza había sido la que hizo el hombre cuando, tan pronto ambos fueron declarados legalmente libres, Nathan la tomó en brazos y la besó.
No tenían por qué darle explicaciones así que esa fue una anécdota que seguramente aquel abogado contaría a sus nietos. Ambos salieron de ahí tan felices que cualquiera que pasara a su alrededor bien podría creer que cayeron en el agujero del conejo blanco.
Un mundo paralelo en el que las parejas divorciadas seguían juntas y parecían quererse más que durante el matrimonio.
―Ahora estas libre ―le dijo ella cuando estuvieron fuera del despacho. Sus abogados sabían de sus planes por lo que se fueron en cuanto estuvieron en el pasillo del bufete.
―Lo estoy ―afirmó él, rodeando su cintura con sus brazos.
―Supongo que ahora si hay una pregunta que tienes que hacerme.
―Cierto ―él retrocedió así que ella dejó caer los brazos a sus costados. Lo miró abrir la solapa de su traje y extraer una rosa, o más bien, un capullo apenas floreciente. Alrededor del tallo observó un anillo con tres diamantes pequeños blancos. Lo extendió hacia ella mientras volvía a caer en una rodilla―. Solo espero que esta vez no me hagas esperar tanto, no estoy tan joven, mujer.
Ella soltó una carcajada pero esperó que él continuara.
―Ashley, he tenido que esperar unos ―fingió mirar el reloj de su muñeca antes de volver la vista a ella―. Tres minutos para hacerte esta pregunta y parece que ha sido un siglo ―ella sonrió, dejando los ojos en blanco por su broma―. Pero ahora que puedo hacerla, lo haré ―hizo una pausa y finalmente sacó el anillo de la rosa―. ¿Quieres casarte conmigo?
―Pensé que nunca volverías a pedírmelo ―se rió de la expresión en su rostro, se acercó a él y aceptó el anillo deslizarse en su dedo antes de tomar su rostro entre sus manos―. Si, acepto.
Él la tiró contra él, obligándola a arrodillarse también mientras ambos continuaban besándose sin importar que aun se encontraran en frente de la oficina del abogado que acababa de separarlos.
El sonido de una persona aclarándose la garganta los sacó de su pequeña burbuja para encontrarse con la secretaria del abogado junto a una mujer y un hombre con el rostro fruncido.
―Bien, no sé cómo tratar esto porque usualmente tengo que lidiar con divorciados intentado sacarse los ojos ―admitió la mujer que no podía ser muy mayor que ellos. Ambos inmediatamente se levantaron pero las sonrisas no abandonaron sus rostros―. ¿No acaban de divorciarse?
―Lo hicimos ―confirmó Ashley.
―De acuerdo, y esto está bien por qué... ―alzó una ceja cuando llegó a una retorcida conclusión―. ¿Serán divorciados amantes?
―Nop. Vamos a casarnos ―respondió Nathan como si fuese lo más natural.
Esta vez fue el rostro de la mujer y el hombre los que se sorprendieron. La secretaria rió como si fuese loca y fascinante a la vez su afirmación pero el hombre dio un paso en la dirección de ellos.
―¿Cómo tiene eso sentido? ―cuestionó con la duda reflejada en su rostro.
―Acabamos de terminar con una historia allá adentro ―le respondió Nathan antes de volver su rostro a Ashley―. Estamos por empezar una nueva ahora.
Sorprendidos, esta vez por la respuesta de Nathan, los dejaron a los tres y se alejaron a la salida del edificio. Fue cuando estuvieron afuera que Ashley lo detuvo para preguntar:
―¿Por qué un capullo? ―levantó la flor naciente para que supiera de lo que hablaba.
―Porque es un comienzo ―respondió mirándola fijamente―. Al igual que nosotros.
Enternecida, se inclinó y lo besó.
Ella apenas podía esperar para que llegara el próximo mes. Nathan le había dicho que quería que ella organizara la boda que quería pero que solo podía darle un mes porque quería que fuera su esposa. Esta vez, una esposa amada desde el principio, sin mentiras o culpabilidad.
Mientras lo abrazaba observó el capullo que muy pronto florecería. Era un símbolo, como lo que ellos estaban empezando. La única diferencia era que ellos no se marchitarían. Ella se encargaría de hacer lo imposible.
Hacerlo eterno.
O al menos que durara mucho, mucho tiempo.
_________________
N/A: Esta es la primera vez que hago un N/A, jiji. Es necesario porque sé que la palabra capullo puede tener otro significado así que quiero aclarar que significa retoño, rosa bebé, no sé como le llamen pero es una flor que, como se refleja en la portada, a penas está floreciendo.
ESTÁS LEYENDO
Desde el principio... Otra vez ©
ChickLitAlgunas veces se reciben segundas oportunidades sin pedirlas.