Capítulo 4: ¿Fingiendo o no?
En penumbras, cualquier movimiento en la habitación era difícil de divisar. Incluso el propio. Se preguntó cómo era posible que siguiera siendo de noche cuando ella se había ido a dormir cerca de las dos de la mañana. Tal vez era de esos momentos en los que duermes una hora y sientes que lo hiciste por días. Se dijo que lo mejor sería intentar dormirse nuevamente.
Fue cuando intentó buscar otra posición que se encontró limitada.
La desesperación invadió su cuerpo al intentar liberar sus manos de lo que la impedía moverse pero simplemente aquella oscuridad tan penetrante la aturdía y asustaba en iguales proporciones.
Sin mencionar a lo que fuera que la tuviera retenida.
Movimientos bruscos y desesperados, ese era todo el intento que podía hacer. Se sentía impotente pero estaba tan alarmada que le era imposible detenerse a pensar.
Moverse.
Patalear.
Retorcerse.
Gritar.
Despertar.
Tan pronto como abrió los ojos, saltó de la cama como si quemara, ganándose un golpe en el camino. Estaba segura que su pantorrilla tendría un gran moretón pero no pensó en ello hasta que su ritmo cardiaco disminuyó.
Tomó su cabeza entre sus manos, auto-convenciéndose de que aquello solo había sido una pesadilla, un producto de su retorcida imaginación.
Una vez soñó que una de sus muñecas asesinaba a sus padres. Claro, puede que ayudara el maratón de películas de terror esa noche y que solo tuviera once, pero era una clara prueba de que su mente podía crear cosas perversas.
Después de una ducha con agua fría, logró despejar su mente. Sin embargo, enfrentarse a su closet era otro dilema. No podía pasar de hoy para sacar tantos volados. El material era demasiado tieso, y observando esa ropa, se preguntaba cómo era posible que tuviera aquel tipo de ropa interior.
―¿Qué tipo de Ashley solías ser? ―murmuró para sí misma.
Su ropa deportiva parecía ser lo único que no había cambiado en todo ese tiempo. Quizás por eso se encontraba en el fondo de su closet. Tomó sus pantalones de yoga y se colocó una camisa sin mangas en color blanco. Al mirarse en el espejo, se sintió ella misma. Al menos la que solía ser antes de esos siete años que brillaban por su ausencia dentro de su memoria.
Bajó al comprobar que eran cerca de las diez. No pensaba haber dormido tanto, pero le había tomado tiempo deshacerse de la sensación que le había provocado esa pesadilla tan realista.
―Pensé que ya estarías en el trabajo ―dijo al ver a Nathan sentado en la mesa del comedor. Gracie colocó un plato de comida frente a él y le dijo que volvería por el suyo.
Le agradeció mientras tomaba asiento junto al moreno cuando éste se lo indicó. Nathan tomó un sorbo de su jugo antes de dirigirse a ella.
―No creo que estés en condiciones de entrenar ―le advirtió al observar su atuendo. Ella sacudió la cabeza.
―Es la única ropa que define mi concepto de "normal" ―hizo énfasis con las comillas. Gracie volvió a entrar con su plato―. Gracias.
La mujer sonrió y se disculpó para volver a la cocina.
―Iré a comprar ropa hoy. No puedo seguir sobreviviendo con ropa deportiva por más cómoda que sea ―tomó el tenedor y empezó a engullir su desayuno.
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Desde el principio... Otra vez ©
ChickLitAlgunas veces se reciben segundas oportunidades sin pedirlas.