Capítulo 5: Sueño/Recuerdo/Pesadilla.
Observar cómo se movían las manecillas del reloj no era una tarea interesante pero era lo único que podía hacer mientras esperaba que Nathan llegara. Según María, él debía estar aquí hace más de una hora pero llevaba ese tiempo sentada en el sillón frente a la puerta y no había recibido ninguna señal de su parte.
Sabía que seguía molesto con ella. Se sentía culpable por el extraño comportamiento que había tenido con él esa mañana cuando solo trataba de ayudarla. Tenía sus razones, pero primero debía hacerle entender que lo que había hecho no la había molestado. Era ella la que tenía cosas en su cabeza que debía aclarar y no se lo estaba haciendo saber.
― ¿Va a querer algo de cenar? ―preguntó Gracie desde el umbral de la puerta. Ashley negó con la cabeza, sus manos retorcían la tela de su camisa por la ansiedad.
―Estoy bien, gracias.
La mujer asintió y volvió a desaparecer dentro de la cocina. No podía dejar de plantearse la posibilidad de que a Nathan le hubiese ocurrido algo. Podía estar molesto con ella pero no creía que fuese tan grave como para retrasar su regreso a casa. En algún momento debían hablar.
El sonido de las llaves en el cerrojo la hizo correr hacia la entrada. Nathan se sorprendió al verla pero no dijo nada mientras cerraba la puerta.
―No pensé que estarías despierta ―soltó tras un largo silencio. Pasó a su lado, rumbo hacia las escaleras sin reparar mucho en ella.
―No es tan tarde ―respondió, siguiéndole los pasos. Se detuvo en el último escalón pero él continuó su ascenso.
―Yo si estoy cansado, iré a dormir.
―Necesitamos hablar ―él se detuvo. Ashley esperó que se girara pero no lo hizo así que continuó―. Llevo horas esperándote.
―Entonces no creo que haga diferencia que tengamos esta conversación mañana.
―¿Al menos puedes darme la cara? ―ahora se sentía irritada. Nathan se giró para mirarla tan bruscamente que la paralizó por unos segundos.
―¿Quieres hablar? ¡Hablemos!
Bajó a zancadas los escalones que los separaban y tomó su mano para arrastrarla cuesta arriba hacia la primera habitación que encontró, la cual supuso era donde él dormía.
―¿Qué es lo que pasa contigo? ―exigió cuando la soltó y cerró la puerta con seguro.
―¿Conmigo? ¿Fui yo el que se comportó extraño toda la mañana? ¡Qué descaro, Ashley!
―Precisamente por eso estoy tratando de tener una conversación razonable contigo y lo único que haces es comportarte como un niño ―su tono se elevó a medida que soltaba cada palabra. Trató de tranquilizarse y tomó aire para intentar arreglar aquello―. Lamento haberme portado como lo hice.
―Eso...
―Y ―agregó, interrumpiéndolo―, quiero explicarte por qué lo hice.
Nathan permaneció mirándola sin decir nada. Había tenido la intención de evitarla por lo menos hasta que hubieran horas de sueño de por medio para aclarar sus ideas pero también sabía que era probable que Ashley no quisiera hablar cuando él estuviera listo por lo que no quería arriesgarse.
―Perder la memoria me ha vuelto dependiente ―comenzó ella, sentándose sobre la cama. Sus manos se retorcían con ansiedad y sus ojos evitaban mirarle―. Despertar y creer que aun tienes veinte cuando en realidad tienes veintisiete te da un giro de trescientos sesenta grados. No olvidé una fecha, o un recuerdo muy lejano. ¡Borre siete años de mi memoria!
ESTÁS LEYENDO
Desde el principio... Otra vez ©
Literatura FemininaAlgunas veces se reciben segundas oportunidades sin pedirlas.