Capítulo 1: Años perdidos.
Tres semanas. Dos días. Cuatro horas.
Ese había sido el tiempo de duración del coma en el que se encontró su esposa después del accidente. Las cosas no habían ido bien antes del accidente pero un nudo se asentó en su estomago cuando la vio en aquella cama de hospital; su piel había perdido color, su cabello ya no tenía el familiar brillo dorado.
Y así había permanecido día tras días durante casi un mes.
Y había pasado casi un mes desde que estuvieran a punto de firmar el divorcio.
«A punto» eran palabras claves, porque un conductor ebrio había obligado a su esposa a hacer un giro incorrecto y enviado directo a una barricada.
Nathan había permanecido casi una hora esperando en el despacho del abogado, preguntándose si había surgido algo o si se había rehusado a firmar los papeles del divorcio.
No sería la primera vez.
Se encontraba al punto de la desesperación por lo que terminó por salir del despacho hecho una furia y terminó en el departamento de ella justo cuando recibió la llamada.
Veinte minutos después se encontró de camino al hospital y había estado en aquel lugar durante semanas mientras esperaba que ella despertara.
Verdaderamente, cuando los doctores dicen que el coma tiene tiempo indefinido no mienten, nadie podía asegurarle si su esposa despertaría en un momento cercano.
Cuando recibió la llamada esa mañana, mientras estaba en la oficina, no sabía que esperar. Le habían dicho que Ashley había despertado y sentía sentimientos encontrados al enfrentarla por primera vez desde el casi divorcio.
―Disculpe, la Sra. Armstrout ―preguntó a la recepcionista. Se sentía extraño continuar utilizando ese apellido cuando hacía más de un año que ella misma prefería que la llamasen con el apellido de soltera.
―Habitación 403, el Dr. Harrison se encuentra allí en este momento ―ni siquiera separó su mirada del ordenador mientras respondía.
Murmurando un leve «gracias» entró en el elevador. Cuando las puertas volvieron a abrirse en el tercer piso divisó el pasillo por el cual salía el doctor que había estado atendiendo a Ashley desde que ingresó.
―Dr. Harrison ―se acercó a él en cuanto salió del elevador.
―Sr. Armstrout, ¿verdad? ―asintió, mientras él devolvía su mirada del historial médico.
― ¿Ashley despertó?
―Así es ―confirmó, formando una fina línea con sus labios―. Pero será mejor que venga a mi oficina un momento.
―¿Pasa algo?
―Le diré en mi oficina.
Siguió al hombre por el pasillo hasta una puerta que indicaba «Dr. Harrison» en una placa metálica dorada. El hombre pasó por su escritorio y le hizo un gesto a Nathan para que se sentara. Cuando ambos lo hicieron, el doctor dejó el historial frente a él.
― ¿Está todo bien con Ashley? ―presionó de nuevo. Estar en esa oficina no pintaba nada bien y solo podía imaginarse lo grave del asunto.
―Sabíamos que no podríamos definir el daño exacto mientras la Sra. Armstrout permaneciera en coma ―comenzó el doctor con voz sombría―. Los exámenes no indicaron nada grave pero no descartamos que no hubiera consecuencias más severas por el golpe.
―¿Qué quiere decir? ―¿Por qué demonios aquel hombre no podía dejar de hablar en clave?
―Cuando la Sra. Armstrout despertó se encontraba muy desorientada aunque no es extraño debido a su condición del coma ―explicó, reclinándose sobre el asiento frotando su barbilla―, pero no fue hasta que lo mencionamos a usted que hemos notado otra consecuencia.
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Desde el principio... Otra vez ©
ChickLitAlgunas veces se reciben segundas oportunidades sin pedirlas.