Capítulo 1: Merecido

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Observé las puertas dobles con recelo. Podía oler a nuevo desde esta distancia e instintivamente arrugué la nariz. Con una temblorosa mano tomé el pomo de la puerta y abrí ambas puertas de golpe, cerrando los ojos para no mirar el interior, con miedo a lo que iba a encontrarme si los abría.

Sentí unas manos más grandes que las mías recorriendo mis brazos. Luego una suave respiración me hiso cosquillas en la punta de la nariz. Automáticamente cerré mis labios.

–Hey, la ropa nueva no te comerá.

–¿Es que ustedes alienígenas no escatiman en gastos? Tengo suficiente ropa.

–Quiero que cuando te quedes aquí no tengas que cargar tu mochila, quiero que este lugar sea tan tuyo como mío.

Vale, no había mucho que decir ante eso. Abrí los ojos y suspiré resignada. Mi vista se tornó color violeta, no podía ver más que aquellos hermosos ojos. Luego Lucas me abrazó y me arrastró, prácticamente, al interior del closet.

–No, tramposo. Tienes más fuerza que yo… –me quejé, dándole inútiles golpecitos en los brazos.

Finalmente me detuvo justo al medio, para que yo pudiera contemplar la construcción a mí alrededor. Era inmenso. Era más grande que el closet de la isla. Por dios, esta habitación era más grande que mi baño. Un closet más grande que un baño común, eso solo se podía vivir en el mundo de Lucas.

–Esto es… –me quedé sin palabras. No quería herirlo con decir: «ostentoso» pero lo era.

Había un sofá pegado a una pared donde Lucas se sentó con una sonrisa. Yo me quedé en el centro del cuarto, donde había una mesita de vidrio y un enorme arreglo florar sobre esta. A mi alrededor había cuatro closet en las paredes. Uno tenía todos los zapatos, otro contenía vestidos, faldas y chaquetas, otro pantalones, en el último –el más grande, que ocupaba una pared completa– había cajones con camisetas, accesorios, bolsos y mochilas, ropa interior y pijamas.

–¿Pijamas? Yo solo uso camisetas viejas como pijamas –comenté, tocando la tela sedosa de aquellos conjuntos demasiado provocadores.

–Lo sé pero… no hay nada de malo con variar.

–Nada de malo, ¿eh? –tomé una camisa de dormir de satín morado, pasé el colgador por mi cuello y la tela se apegó a mi ropa. Tomé los bordes de la suave tela y la apegué más a mi cuerpo. Luego levanté la vista para ver a Lucas apretando los labios. Sus ojos eran del mismo tono que la prenda.

En un parpadeo Lucas estaba frente a mí, serio y silencioso. Yo ya sabía esa reacción, la esperaba de hecho. Sonreí de medio lado y levanté el mentón.

–Úsalo esta noche.

–Tengo que volver a las seis –soltando un suspiro me quité el colgador del cuello y me giré para dejarlo en su lugar–. Esta noche llega papá.

–Me refiero a más de noche. Sabes que iré a buscarte igual.

De todos modos hace semanas que no dormía en mi casa. Me despedía de todos y entraba a mi habitación, donde siempre Luke ya me esperaba para llevarnos a su departamento. Cada vez que me iba quedaba en mí el remordimiento. Solo bastaba con que mamá o Dave entraran a mi habitación por cualquier motivo para darse cuenta que yo no estaba durmiendo en mi cama, como debería.

–Ya, ya. La usaré.

Más que complacido, Lucas me estrechó entre sus brazos. Hundí la nariz en su pecho, aspirando su aroma adherido a la camisa que estaba usando. A veces nos quedábamos en esa posición, sin decirnos nada, pero eso bastaba. Eran momentos tranquilos los que vivíamos ahora, podíamos tomarnos nuestro tiempo en hacer lo que quisiéramos sin el constante miedo a que los nephilim llegaran para atacarnos. Sin embargo, todo no era tan perfecto. Aun así no podíamos tener citas normales, como cualquier pareja. No podíamos por el miedo a que nos vieran juntos. Nadie sabía que estábamos saliendo todavía. Es más, todo mundo pensaba que Lucas estaba prófugo.

Un novio de otro mundo #2: OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora