El dolor de cabeza era casi insoportable. Me dolían hasta los ojos y me costaba mantenerlos bien abiertos. Lo que más quería y necesitaba hacer era recostarme. Muy diferente a eso, estaba sentada en la alfombra de mi habitación, frente a Simone, que me miraba preocupada.
–Podemos tomar un descanso –sugirió.
–Pero no he podido leerte ni un pensamiento, ni siquiera puedo adivinar cómo te sientes –expliqué enfadada, pero conmigo misma.
Llevábamos toda la mañana practicando. Una vez fuimos interrumpidas por mamá, que fue a cerciorarse que yo estaba estudiando. Por suerte Simone supo con anterioridad que ella se acercaba, así pudo desaparecer con tiempo y yo pude sentarme en mi escritorio con mi libro de historia.
–No seas terca, duerme un poco, volveré más tarde –sin esperar una réplica de mi parte, se levantó, alisó sus ropas y me tendió una mano, la cual tomé sin chistar.
–¿Segura vendrás más tarde?
–Ya te dije que sí. Vamos, metete a la cama.
Apenas mi cabeza tocó la almohada, sentí un relajo maximizándose por todo mi cuerpo. Ya no sentí tanto dolor de cabeza.
Antes de irse, Simone me dijo algo, pero no fui capaz de entenderla. Le contesté con un escueto: «hmmm» antes de dormirme del todo. En cinco minutos ya estaba en otra dimensión, soñando con un reencuentro y una vida libre de problemas.
Desperté cuando escuché ruidos en mi habitación. Me imaginé que mamá ya estaba dando la lata con su aseo de fin de semana, por eso no presté mucha atención. Apenas cerré nuevamente los ojos, me quedé dormida otra vez. Luego volví a despertar, esta vez sintiendo mucho frio.
Entre tiritones me acurruqué en mi cama, pero el frio era demasiado, no podía conciliar el sueño por más que cerrara fuertemente los ojos. Abrí los ojos de par en par, me senté de golpe en la cama y miré a mí alrededor.
Todo estaba en orden, excepto por una cosa: ya era de noche y la ventana estaba abierta. Un viento gélido entraba a través de esta, enfriando toda la habitación. Con razón había despertado sintiendo mi cuerpo entumecido. Me acerqué para cerrarla, preguntándome quién la había abierto.
Justo cuando la estaba cerrando, visualicé una sombra saltando el cerco que dividía el patio de mi casa con el del vecino. El miedo se apoderó de mí. Estaba segura que esa sombra no era un gato. Tenía porte humano y, lo más importante de todo, se movía ágil y rápidamente. De hecho, demasiado rápido para ser humano.
Sin perder ni un segundo, corrí hacia la escalera. No escuché ruidos a mí alrededor, así que mis padres no debían estar en casa. Por la cocina, me dirigí hacia el patio. Corrí descalza justo hacia donde la sombra había estado, en dirección al patio del vecino. Como yo no tenía la agilidad para saltar el cerco, solo pude asomarme. No había pistas de la sombra. Lo cual, era bastante obvio.
Maldije en silencio y le di una patada al pasto bajo mis pies. Cuando me giré me topé, muy de cerca, con dos hermosos ojos morados.
–¿Qué haces? –me escudriñó con la mirada. Parecía enfadado.
–Yo… –estaba en shock. Realmente estaba frente a mí–. ¡Estás aquí!
Quise llorar de la alegría, pero me contuve. En vez de eso, corrí a sus brazos y hundí la nariz en su cuello, sintiendo su aroma para convencerme de que Luke estaba de vuelta.
En ese instante, sentí su gran mano aprisionando mi cuello. Al principio no entendí qué estaba haciendo, por eso eché mi cabeza para atrás, mirándole extrañada. Él se reía en silencio, sus ojos no eran los mismos de siempre. Tenían el mismo color pero no eran dulces ni llenos de cariño. Sus ojos eran los de una persona extremadamente fría, alguien que contenía un odio tremendo.
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Un novio de otro mundo #2: Ocultos
Romance[Segunda parte de "Un novio de otro mundo: Destinados"] Luego del fin de una guerra legendaria de tres mil años, Amy y Lucas creían que podrían vivir al fin en paz. Sin la constante amenaza Nephilim, pensaron que con aquella batalla en año nuevo se...