Capítulo 2: Babysitter

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Apenas llegué a casa mamá me pidió que ordenara la cochera. Eso significaba que tirara todo lo que ya no servía, y eso significaba a su vez, mucho tiempo revisando cajas llenas de polvo. Exhausta me encaminé hacia mi tarea. Arrugué la nariz al sentir el polvo en mi nariz.

–Toma –mamá apareció a mis espaldas y me pasó una escoba y paños para sacudir.

–Mamá, sabes lo alérgica que soy al polvo –me quejé en vano.

–Descuida, no hay tanto polvo.

Maldije porque Dave no estaba en la casa y podría haberme echado una mano. Así que tuve que limpiar todo y sola. Cuando terminé, se veía bastante más limpio, sobre todo el suelo. Sin embargo, mi propio aspecto era lo que ahora me preocupaba.

Subí las escaleras y, al llegar al baño, lo primero que hice fue mirarme en el espejo. Mis ojos estaban rojos igual que mi nariz congestionada, mi cara sudada y el pelo sucio por el polvo.

Lo único que quería hacer era llegar al departamento de Lucas y contarle sobre el video pero antes tenía que darme una ducha. Ni yo me aguantaba en esas condiciones.

Luego de 40 minutos estuve al fin lista. Me paré al centro de mi habitación y llamé a Lucas. Sin embargo, él no apareció a mi primer llamado, pero si al segundo. Le miré enarcando una ceja.

–Debemos irnos rápido.

–¿Espera, por qué tan apurado?

–Estoy cuidando a Liam.

–¡¿Q-qué?!

Antes de responder, me tomó de la mano y aparecimos en el salón gigante de su departamento. En la alfombra, justo al centro, estaba Liam mordisqueando uno de sus juguetes, los demás estaban a su alrededor. Había crecido desde la última vez que lo vi, su cabello era más largo ahora y le habían crecido dos dientes en su encía de abajo. En resumen, estaba totalmente hermoso.

–¿Dónde están Ian y Nina? –me senté frente a Liam y lo tomé en brazos para sentarlo en mis piernas.

–Se fueron por dos días a no-sé-dónde.

–¿Cómo una luna de miel? –sonreí.

–Eso. Así que ahora me eres de mucha ayuda. Supongo que las mujeres tienen un instinto maternal que aflora cada vez que ven un bebé –Lucas se sentó frente a mí y me miró con la cabeza ladeada.

–No creo que aflore en mí. Me gusta Liam pero no me inspira a tener uno.

Liam me miró aun mordisqueando su juguete. Tenía baba en su boca y hasta en sus manos. Dejó de morder y me sonrió.

–Aprendió a caminar hace tres días –me informó.

–Vaya –miré al bebé sorprendida–. ¿Así que ya caminas? Muéstrame.

Lo tomé de las axilas para levantarlo, entonces lo deposité en la alfombra y, para mi asombro, se mantuvo de pie. Volví a levantarlo, esta vez para girarlo en dirección a Lucas.

–Llámalo para que camine hacia ti.

Lucas extendió sus brazos. Sonreía pero no lo estaba llamando, ni siquiera le estaba hablando. Rodeé los ojos y le pedí que le dijera algo, aunque Liam de todos modos daba cortos pasos hacia él.

–Lo estoy llamando, pero en su mente.

Una vez Lucas me comentó que solo podía hablar en la mente de personas a quien apreciaba mucho. A pesar que no pasaba mucho tiempo con Liam supe que lo quería mucho. De otro modo jamás hubiese podido hablarle telepáticamente. El pequeño se lanzó a sus brazos con una contagiosa risa, tan pronto chocó sus piececitos contra las piernas cruzadas de su tío. Luke lo sentó sobre una de sus rodillas y comenzó a moverla para mecerlo. En todo ese trayecto Liam no soltaba su juguete baboseado y ahora volvía a morderlo.

Un novio de otro mundo #2: OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora