Capítulo 20: El reto

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Mi mente divagaba. No podía apartar la vista de la dichosa caja. Me debatía entre abrirla rápidamente o en tomarme mi tiempo. ¿Tiempo para qué? Ni yo sabía.

Acerqué una mano pero me tiritaba tanto que tuve que retroceder lo avanzado, avergonzada por mis nervios antes de tiempo. Estaba comportándome como una paranoica, quizás ni era un anillo.

–Amy… –Lucas estiró su mano con la palma hacia arriba, incitándome a que pusiera la mía sobre la suya. Así lo hice.

–Lucas, lo siento… es que… no sé qué pensar…

–No pienses.

–Pero…

–Es tu regalo de cumpleaños. No tuve tiempo de entregártelo y ningún momento era el indicado. Hasta ahora.

Lucas trazaba círculos con su pulgar sobre mi mano, pero ese gesto solo podía tranquilizarme un poco. Sentía que ya era momento de abrir la cajita, antes que el mesero llegara con la comida que pedimos.

Recordando que era mi regalo de cumpleaños y quizás no parte de una propuesta, opté por tomar la caja de una buena vez.

Lucas soltó mi mano, yo la acerqué a la cajita que tomé con dedos resbalosos. La deposité sobre mis piernas, escondiéndola automáticamente con el mantel de la mesa.

–¡Oh, ahora lo entiendo! –Lucas soltó el grito y luego se llevó la mano a la boca para tapar sus sonoras carcajadas.

Yo detuve mis movimientos para mirarlo. Las personas a nuestro alrededor le miraban curiosos mientras yo me sentía empequeñecer en mi asiento. O quizás debería mirar a los entrometidos explicándoles que mi novio se había vuelto loco.

–Lucas –le llamé entre dientes.

–Tu… –me apuntó y siguió riendo.

–Ya basta –le reclamé.

Enojada porque no me hacía caso y por sentirme ignorante por la causa de sus risas, abrí la cajita separando la tapa de un tirón. Lo que vi me causó más gracia a mí.

Efectivamente, no había anillo ahí.

Una risa estúpida comenzó a ascender desde mi interior hasta que solté carcajadas como las de Lucas, el cual se calló y me miró dudoso.

–¿Te diste cuenta que no es un anillo? –rió, pero mucho más calmado–. Pensaste que te iba a proponer…

–Cállate –dejé de reír y le lancé una bolita de pan que cayó justo en su frente. Volví a reír, Lucas solo me miró muy serio pero sus ojos ardían. Sentí un vuelco en mi bajo vientre, uno agradable y cosquilloso.

–Una vez te dije que nosotros no nos casamos.

–Sí, lo sé, pero esta caja es bastante confusa –se la mostré, moviéndola frente a su rostro.

–¿Querías que fuera eso? –me miró confuso.

–¡¿Estás loco?! ¡Tengo apenas diecisiete años!

–Ya, pero las mujeres tienden a soñar con sus bodas, quizás no quieras casarte ahora pero ¿qué pasará en unos años más?

–Nunca pensé siquiera que tendría novio. Ahora… no creo que sea lo que realmente quiero.

–¿Y qué quieres? –se inclinó sobre la mesa con aquella miraba felina.

–Solo quiero estar contigo. Y bueno –me encogí de hombros–, la isla Qatsina es un sueño.

–Vaya que lo es –sonrió, complacido.

Ante la mirada de Lucas, volví a tomar la cajita que ya estaba abierta. Tomé la hermosa cadena brillante con una sencilla piedra preciosa como colgante.

Un novio de otro mundo #2: OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora