Amores Destructivos |2° temp. Amores Peligrosos|

Capítulo 27

-Ella no...-.

-A ver, idiota. La última vez que te acostaste con ella, ¿usaron condón?-.

Para ser sincero no recordaba bien, pero rápidamente en mi mente empezaron a llegar los recuerdos de nuestra última noche juntos.

-No – di por fin mi respuesta.

-¿Y crees que Fernanda se acostaría con Josh cuando no llevan ni un mes juntos?-.

-No – respondí sin dudar.

-Entonces...-.

-¡Mierda! ¿Daniel, por qué diablos no me lo dijeron antes? – grité.

¿Cómo podía ser que nadie me lo hubiese dicho antes? Sí, me había comportado como un idiota, imbécil y todos los adjetivos que me quieran poner. Pero no era un cabrón hijo de puta que no se haría responsable de su hijo, mucho menos si ese hijo era de Fernanda, la persona que yo tenía contemplada para madre de mis hijos... en un futuro lejano por supuesto, pero si las cosas se habían dado en este momento, pues ahora me haría cargo del o la bebé.

-Fernanda no quería que lo supieras-.

-¿Por eso se va?-.

Daniel asintió.

Ahora lo entendía todo. Pero lo siento por Fernanda, si aún me quería, si ya no me quería, eso ya no importaba, había algo más importante, más grande que nosotros dos, el embarazo de Fernanda, mi hijo. Nuestra relación, buena o mala, pasaba a segundo plano.

-Tengo que hacer algo – susurré más para mí que para Daniel.

-Ya te dije lo que tienes que hacer-.

-Sí-.

Sin decir nada más subí las escaleras y me metí a la ducha. Daniel tenía razón, apestaba. Me rasure la pequeña baraba de días que estaba saliendo y, al salir de la ducha, vestí los primeros jeans y playeras limpios que encontré.

Al bajar de nuevo, Daniel seguía en mi sala y había limpiado un poco.

-Pensé que te habías ido – le dije.

-También voy para el aeropuerto – me dijo - ¿No vamos?-.

Asentí. Tome las llaves del Jaguar y mi celular, salimos y subimos al auto. Arranque y acelere el motor a 160 kilómetros por hora.

-Baja la velocidad, Alfredo – me pidió Daniel.

-No, tengo que llegar antes de que Fer se vaya-.

-Si no bajas la velocidad ni siquiera llegaremos, Alfredo-.

Le obedecí y disminuí un poco la velocidad, pero sin bajarla de 100 kilómetros por hora.

Me detuve por completo en un semáforo en rojo, era lo único que podía detenerme, no había prácticamente nada de autos, estaba tomando calles poco transitadas para poder llegar más rápido.

Mi celular sonó y conteste sin fijarme quien era.

-Hola-.

-Freddy ¿cómo estás? – era Diego.

-Ahora no puedo hablar, estoy conduciendo-.

-¡Oh! Que bien. Decidiste salir de casa ¿a dónde vas?-.

-Con Fernanda, tengo que impedir que se vaya de México-.

-Oh...-.

-El semáforo cambio de color, debo colgar – sin esperar su respuesta termine la llamada.

Volví a tomar el volante en mis manos y aceleré.

Pov's Fernanda

-¡Jorge, apúrate! – le grité desde afuera.