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Micaela tocó la puerta dos veces pero Delia no le abría

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Micaela tocó la puerta dos veces pero Delia no le abría. Ella no era de las personas que se rendían tan fácilmente, y después de lo que le costó convencer a Diego para que no siguiera con la idea de darle un sermón a su hermana, menos. Esa chica lo que necesitaba era desahogarse con alguien, por eso Micaela estaba ahí, insistiendo. La abuela estuvo de acuerdo, así que a Diego no le quedó de otra que ceder. La tercera vez no tocó, sino que se aclaró la garganta y habló contra la madera.

―Delia, soy yo. Por favor, déjame entrar, solo quiero que hablemos de como te sientes.

Esperó durante un buen rato, ya casi estaba por rendirse pero escuchó pasos y luego la puerta fue abierta. Micaela se quedó muy quieta cuando Delia dio un paso al frente y se aferró a ella llorando. La abrazó rápidamente y le comenzó a peinar el cabello rubio con los dedos.

―Ya, cariño, toda va a estar bien. ¿Quieres hablar de eso? ―le preguntó, y la muchacha asintió. 

Estuvieron como cinco minutos así, Delia sollozaba y Micaela la calmaba, hasta que poco a poco se fue tranquilizando.

Delia la invitó a pasar a su habitación cuando se dio cuenta de que seguían en el umbral de la puerta. Se sentó en el borde de la cama mientras Micaela observaba a su alrededor. Era una habitación muy bonita, los colores estaban bien combinados a pesar de ser colores fuertes. Paredes verde manzana, una cama individual con cubre cama rosa y muchos cojines del mismo color. También había unas cortinas lila, una gran repisa blanca llena de libros, discos, fotos y un escritorio con una computadora; todo envidiablemente ordenado y en su lugar.

Micaela sonrió al notar que también resaltaba el toque de Diego. Había un espejo redondo con el marco lleno de puras tapas desechables, estaban pintadas de fucsia, una pequeña papelera elaborada con papel de revista, la lámpara era muy parecida a la que Micaela vio en el restaurante del tío Alfonso; y recostada en la pared estaba una guitarra. Caminó hacia ella para verla bien. ¡Vaya! Tenía miles de trocitos de vidrio en toda la base, a Mika le pareció la guitarra más original que había visto en su vida.

―¡Mi novio es el jodido genio de la ecología! ―exclamó con asombro.

―Sí, imposible negarlo. ―Delia alzó los hombros y sonrió por el comentario―. La verdad es que es muy bueno con eso del reciclaje.

Micaela se acercó hasta las fotos que estaban en la repisa, en todas salían Diego y su hermana en diferentes épocas de su vida, parecían felices. Pero le llamó la atención una foto, se le arrugó un poco el corazón, en esa estaba con sus padres.

―Los extraño ―escuchó detrás de ella.

―Es una foto hermosa ―dijo Micaela.

―La guardo como un tesoro. ―Delia la agarró y la acarició con cariño―. Es la última que nos tomamos juntos.

No te vi, te reconocí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora