EXTRA 1 - Halloween

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Juro que intenté hacerlo de terror, pero que va, Diego y Micaela siempre hacen lo que quieren

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Juro que intenté hacerlo de terror, pero que va, Diego y Micaela siempre hacen lo que quieren. Muajajajaja ¡Feliz Lectura!


Al fin en casa y más tranquila. Micaela había tenido un día muy agitado y lo único que deseaba era descansar. 

Se asomó a la ventana de su cuarto y vio que ya era de noche. Estaba sentada en la orilla de la cama, deshaciéndose de sus tacones, cuando un aterrador grito resonó y el eco del pasillo lo prolongó. El corazón le palpitó fuerte, el sonido del bombeo pesado la mareó un poco. De inmediato y con un sudor frío recorriéndole el cuerpo, salió de la habitación y corrió hasta la de Maia; al asomarse y advertir que su hija dormía plácidamente... se estremeció.

¿Qué había sido eso? ¡Qué cosa tan horrible había escuchado!  

Saió de la habitación de su pequeña y se dirigió hasta la cocina, todavía estaba temblando. Encendió la luz y fue derecho hacia la nevera, sacó la jarra de agua y se puso a beber de ella sin ni siquiera buscar un vaso. Cuando bajó la cabeza escupió una gran cantidad de agua porque se encontró con los ojos Maia, que la observaba con reproche desde la puerta.

—Mami, ¿por qué estás bebiendo de la jarra?

—Porque... por... ¡Me asustaste, Maia!

—¿Papi ya volvió?

—No, aún no, cariño. ¿Qué haces despierta?

—Hay una señora en mi habitación. Ven, mami, dile que se vaya, me da miedo.

—¿Una señora? —preguntó Micaela con ojos desorbitados. 

Maia asintió y la tomó de la mano, insistiendo.

—Vamos, mami, tú eres grande. 

—¡Oh, cariño...! 

La cargó y le acarició el cabello con dulzura. Sí, Micaela era una adulta, pero igual estaba muy asustada, aunque no podía decírselo, menos cuando le pedía ayuda con ojitos temerosos.

—A ver, ¿quieres dormir conmigo hoy? —La niña asintió y su azulada mirada se transformó en agradecimiento. 

Cuando entraron a la habitación, Micaela se cagó de miedo realmente. La ventana estaba abierta y en ese momento todo quedó en una profunda oscuridad. La niña gritó con todas sus fuerzas y ella por instinto le tapó la boca. 

—Calma. A veces se va la luz, mi amor —le explicó, tratando de ser valiente y tanteando sobre la cama para encontrar su móvil. Cuando lo consiguió, encendió la luz de la pantalla; Maia sonrió débilmente. 

—Quiero a papi —dijo con voz temblorosa.

—Yo también —respondió la mayor. No culpaba a su hija, ella estaba echa una mata de nervios, necesitaba que Diego llegara pronto. 

No te vi, te reconocí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora