―¿Cuál crees que debo ponerme? —preguntó sosteniendo un vestido en cada mano.
Celeste la ignoraba, o no la había escuchado. Micaela quiso pensar que era lo segundo pero la verdad era que comenzaba a dudarlo. Desde que Celeste llegó de casa de sus padres la notó extraña, hasta juraba que la estaba evitando, como por ejemplo, la noche anterior le había contado que Diego desapareció un par días por un viaje, uno que no tenía muy claro porque los mensajes que le enviaba eran respondidos con palabras cortas como: «Ok», «Ajá», «Bien», y Celeste solo asintió para luego encerrarse en su habitación con la excusa de que tenía que estudiar. Lo mismo pasó en el desayuno cuando la invitó a la reunión en casa de sus padres, su respuesta la confundió un poco: «No creo, tienes muchas cosas que hablar con tu novio, es mejor que estén solos». Sí, a Micaela le gustaba estar a solas con él pero dudada que eso estuviera cerca de pasar en casa de sus padres, que tuviera novio no significaba que las cosas debían cambiar entre ellas. Celeste jamás se perdía una comida hecha por Tío Richard y su padre.
Micaela la miró fijamente y la respuesta a lo del vestido nunca llegó, por eso los soltó sobre la mesa y se paró frente al televisor, cruzada de brazos, para evitar que siguiera ignorándola.
―¡Oye! ¿Qué haces? ¡Muévete! Esa es la parte en la que Adam Sandler besa a la chica.
―Has visto esa película unas cincuenta veces, ¿puedes atenderme un momento?
―¡Pero es mi parte favorita! ―se quejó.
―Quiero que me digas qué sucede.
―Él la besa y ella contesta: «No hay nada como el primer beso».
Micaela rodó los ojos, claramente no se refería a la película. Celeste resopló cuando se dio cuenta de que ella estaba muy molesta, apagó el televisor con el control remoto y Micaela se sentó a su lado.
―Desde que llegaste he notado que te sucede algo y no entiendo por qué no me lo cuentas ―dijo con reproche.
―No es nada, Mika. No me sucede nada ―contestó sin verla a los ojos.
Su expresión le dio entender a Micaela que le estaba mintiendo.
―¿Pasó algo con Manuel? ―insistió, pero Celeste negó con la cabeza y suspiró.
―Todo está bien con él. Solo es que estoy cansada, pasar tiempo con mi madre me agota mentalmente, voy a tomarme algo para el dolor de cabeza y luego me acostaré a dormir.
Micaela asintió, sabiendo que aún no le estaba diciendo la verdad.
―Pero antes de eso, ¿me ayudas a escoger qué ponerme?
Celeste se levantó y forzó una sonrisa.
―Claro. ¿Qué harías tú sin esta experta de la moda?
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No te vi, te reconocí ©
RomansaUna serie de sueños extraños e inexplicables conducen a Micaela Andrade a leerse las cartas del Tarot. Sin creer en poderes sobrenaturales y presionada por su mejor amiga recita un hechizo. Un accidente tiene como consecuencia que el sueño de Micael...