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Diego

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Diego

La clase de historia del arte fue totalmente aburrida, pero la de diseño en 3D logró captar su atención y le dio buenas ideas, al fin algo lograba distraerlo un poco. Toda la semana se había sentido muy mal por lo de su abuela. Micaela tenía razón, salir de casa lo estaba ayudando a despejar la mente.

Tenía que pensar con claridad sobre lo que haría en esos locales, el dueño necesitaba una propuesta para esa semana y Diego necesitaba que le aprobaran el contrato. La mayor parte de su liquidación se había ido en la hipoteca de la casa y en el boleto de avión de Delia; necesitaba comenzar a producir pronto.

Se recostó de una columna, resopló y miró su reloj. Había quedado en encontrarse con Micaela en la plaza del rectorado, pero se hacía tarde y él quería almorzar con ella antes de dejarla en la pastelería. Seguro que Dayana, Wil y Susana la tienen acaparada. Pensó.

Se debatía entre acercarse hasta la facultad o esperar otro rato, ya era casi mediodía y el sol no cooperaba mucho, así que se decidió por la segunda opción. Tal vez la clase se había extendido porque no la veía entre la gente que iba saliendo. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó su teléfono para marcarle.

―¡Vaya, lo veo y no lo creo!

Diego arrugó la frente y alzó la vista ante la voz. Se paralizó cuando la vio. ¡Demonios, Melissa estaba parada frente a él con una ceja arqueada y mirada burlona! Miró en varias direcciones, preocupado, pero no, Micaela aún no había salido. Enfocó la vista en la rubia que lo observaba curiosa, se había dado cuenta de que él esperaba a alguien.

―¿Qué es lo que no puedes creer? ―le preguntó él.

―Que hayas venido a buscarme, eso es tan tierno de tu parte. ―Fue lo primero que soltó Melissa.

―No, no vine a buscarte ―le aclaró sin querer hablar mucho, ya que debía prestarle atención a la salida de la facultad―. Ni siquiera sabía que habías regresado.

―¿Ah, no? ¿Entonces qué haces aquí?

¡Mierda, no es tu maldito problema! Quiso decirle. Pero en cambio la tomó del brazo y trató de que se apartaran un poco de la vista de todos, porque ya muchos de los compañeros de Micaela lo conocían.

―Estoy estudiando diseño en esta universidad ―musitó, y a ella no pareció caerle de sorpresa la confesión, aunque de igual manera le quitó el libro que él sostenía entre las manos y ojeó la cubierta.

―¡Qué excelente noticia, Diego! ―dijo, y quizás por instinto él arrugó la frente―. Estudiar siempre es bueno, esa carrera te puede servir mucho para... para eso que tú haces con... ¿cómo es que se llama?

―Reciclaje, Melissa. ―Se cruzó de brazos―, y ahora que lo dices, qué curioso, porque yo recuerdo que la última vez que te lo mencioné dijiste que estudiar es una total pérdida de tiempo, que nunca podría llegar a nada recogiendo basura por todos lados ―espetó con enfado, porque era increíble que ahora lo felicitara. Quiso terminar pronto con la absurda conversación, si no se iba ella se iría él, pero de ninguna manera dejaría que Micaela los viera juntos.

No te vi, te reconocí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora