Prólogo.

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Era un lunes de julio por la mañana, hacía mucho calor como para estar en el parque pero le supliqué a mis padres para que me llevaran.

Disfrutaba de un helado de vainilla mientras me impulsaba hacia atrás en el columpio, cuando un niño rubio se acercó a mí. Llevaba shorts azules, una camiseta blanca ceñida a su cuerpo y lentes de sol. Cual galán, se sento en el columpio junto a mí y se sacó los lentes lentamente.

- Hola. - saludo, extendiendo la mano. - Soy Matthew y no te había visto antes por aquí.

- Summer. - respondi, correspondiéndole el saludo. Volteé a ver a mi madre en busca de su aprobación para conversar con el curioso niño y ella sonrió en respuesta. Era una niña demasiado inocente. - Nos mudamos hace unas semanas.

- Eso es genial.

- ¿Por qué?

- Pues podré verte más seguido. - respondió, enseñándome sus dientes al sonreír.

- ¿Quieres volver a verme? - parpadee un par de veces, sin lograr comprenderlo. - Me acabas de conocer.

- Es verano, te llamas Summer, estamos en un parque y es un día hermoso. Eso para mí son señales.

- ¿Señales? - pregunté, esta vez completamente aturdida. No entendía como el pequeño niño frente a mí podía hablar con tanta soltura.

- Eres mi rayo de sol este verano, eres mi Sunshine. - reí cuando dijo lo último.

No sé bien porqué hice caso a su invitación para encontrarnos al día siguiente, pero él siempre lo atribuyó a su sonrisa sincera. Tal vez fue por eso, tal vez fue porque me pareció lindo en el segundo que lo vi o tal vez por la forma en la que me hablaba. De lo único que estoy completamente segura es que Matthew pasó a formar una gran parte de mi vida y de mi corazón

Entramos a la misma escuela y, a pesar de que él era un año mayor que yo, tratábamos de estar juntos la mayor parte del tiempo. Él era parte del equipo de fútbol americano y me animó a entrar al equipo de porristas. Éramos la típica pareja de secundaria, excepto que no éramos una pareja oficial, solo parecíamos una.

Eventualmente, sus padres se volvieron muy amigos de mis padres y tenían muchas expectativas en ambos. Nosotros no hacíamos más que alimentar esas expectativas al contarles de nuestros planes juntos, de la universidad a la que iríamos, de los viajes que haríamos, de todo lo que queríamos lograr juntos. Pero, como cualquiera, teníamos ciertas diferencias y una de ellas era que él tenía el sueño loco de ser actor.

Y lo logró, cumplió su sueño. El único inconveniente era que, a pesar de que él decía lo contrario, nuestros planes se fueron a la basura en el segundo que firmó su primer contrato.

Matthew se la pasaba repitiéndome que nada cambiaría, pero en cuanto la fama le coqueteó, me dejó de lado. Ya no éramos "Summer y Matthew", ahora solo era Matthew.

Luché, no quise dejarlo ir tan fácilmente, pero la fuerza con la que el poder, las cámaras, la atención y el dinero, lo atraparon era mayor. Al cabo de unos meses, y mientras más se acercaba el momento de ir a la universidad, me cansé y subí a un avión para alejarme de él.

Ese fue nuestro fin. Ese fue el comienzo de un nuevo capítulo en la vida de Matthew y en la mía, uno en el que no incluíamos al otro.


Cuando te vuelva a verDonde viven las historias. Descúbrelo ahora