- Definitivamente. - dijo Alec. - Definitivamente, ha sido mejor que una noche de pelis.
Magnus sonrió con fanfarronería.
- Losé, mi pequeño nefilim. Losé.
Eran las doce de la mañana, y la extraña pareja acababa de despertar. La cabeza de Alec descansaba en el pecho del brujo, mientras este le acariciaba el pelo. El corazón de Magnus latía con regularidad, más lento que un corazón mortal. Aquello le transmitia al nefilim una inmensa sensación de paz y tranquilidad, haciendo que Alec se sintiera relajado, como en casa. A fin y al cabo, pensó el ojiazúl, Magnus era su hogar, ya que cuando estaba en sus brazos se sentía a salvo y agusto, como un bebé en brazos de su madre o padre.
Magnus bostezó, estirandose como un gato. Alec lo observó. Le encantaba mirar a su novio.
Como se veían sus musculos cuando se movia, como sus ojos empequeñecian al tamaño de rendijas, dejando ver un brillo verde-dorado, cuando él bostezaba... Alec suspiró mentalmente. Nada podía igualar a Magnus en elegancia y clase, aunque estuviese vestido con... bueno, aunque no estuviese vestido. Esos pensamientos hicieron enrojecer al nefilim.
Magnus pareció darse cuenta, pués sonrió como el gato Chesiré de Alicia en el País de las Maravillas, y se puso sobre su novio con movimientos que a Alec le parecieron extradamente sensules.
- Alec, ¿en que estava pensando tu mente perversa?
- En...en nada. Magnus, anda, dejáme salir de la cama. Mi organismo pide a gritos una taza de café.
- Um, está bien. Pero hoy, mi pequeño nefilim, me dejarás que te ayude con el desayuno. Que robara café no quiere decir que no supiese hacerlo.
- De acuerdo, pero por el Ángel, no quemes nada. - Dijo Alec mientras se levantaba de la cálida cama.
Un Magnus indignado lo siguió.
- Alec, cariño, antes de que tú llegaras, me preparaba el desayuno yo solito. - Dijo el brujo, mientras observava a su novio manejando la maquina de café.
- Tú y yo sabemos que eso no es verdad. O bien robabas café, o bien lo preparabas chasqueando tus dedos mágicos. Recuerda lo que ocurrió hace ya tiempo. Café, Presidente Miau, tú y la cocina del instituto. ¿Te suena, Gran Brujo De Brooklyn?
- ¡Aquello fué un ligero error! Esa cocina, nefilim inculto, esa cocina, está maldecida por tu maravillosa hermana y sus potinges.
- Izzy cocina mal. Tú no. Tú preparas el café fatal. Está demostrado, Magnus.
- ¡Acepto el reto! Mañana el caféa cuenta de la casa... preparen sus paladares, señores y gatos. ¡Mañana degustarán el mismísimo cielo!
Alec puso los ojos en blanco,y siguió preparando el desayuno, sin hacerle caso al discurso que estava soltando su pareja.
- Y, Alexander, entonces conocerás el sabor de la alegría. De todos los milagros, conocerás el más grandioso, mi café.
Al tomar solamente un sorbo, se abrirán ante tí millones y millones de caminos nunca antes explorados, nisiquiera por los cafeteros más expertos.
Cuando acabes con esa delicia y el cuerpo te pida más, yo correré a socorrerte, y...- ¡Magnus, cállate de una vez, por el Ángel! Me estas poniendo la cabeza como un tambor.
- ¡Nefilim ingrato! ¡Te arrepentirás de lo que acabas de decir, te arrepentirás terriblemente! - gritó el brujo, soltando a su vez una no muy creible risa maligna.
Alec suspiró.
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Cuando al fin, consiguieron acabar el dichosos desayuno, ambos se sentaron en el sofá. Magnus miraba fijamente a Alec, intentando descubrir lo que pendaba el nefilim.
- Alexander, quería hacerte una pregunta. - Dijo el brujo con suavidad.
- Dime.
- El couaderno que te dí, con pasajes de mi vida... lo has estado leyendo. - Aquello no era una pregunta, y Alex lo sabía.
- Sí. Lo he estado leyendo.
- Tienes preguntas. - aquello tampoco era ninguna pregunta.
- Exacto, sí.
-Alec... puedes preguntarme lo que quieras.
- Nose, Magnus...
-Anda amor, dime.
- ¿Donde conociste a Ragnor Fell?
Magnus sonrió con nostalgia, y se dispuso a contar la historia.
Losé, es corto, pero quería dejarlo ahí, así Magnus le contará la historia el siguiente cap. Disfrutad! :3
