Capitulo 11

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EL grito de emoción de Magnus llenó el avión. Varias personas los miraron extrañados, pero en aquel momento poco importaba aquello.

El brujo se echó a los brazos de su novio, y lo besó, tratando de agradecerle con eso aquel inesperado regalo. Perú siempre había sido el sitio favorito de Magnus, y desde aquel fallido intento e ser pirata, le tenía un especial cariño. Aún así...

Miró a Alec, con el ceño fruncido.

-Eh, cariño, no es que no e agradezca esto, pero... ¡Tú sabes que tengo prohibido entrara en Perú!

-Sí, bueno, eso era antes. Catrina y yo hemos echo varias preguntas, y en teoría, tú ya estás muerto. Así que sería una coincidencia bastante rara que alguien te reconociera. - Dijo Alec, riéndose ante la cara de desconcierto del brujo. - Estate tranquilo, todo está organizado. Tu amiga se encargó de romper todos los papeles de hace mil años, que certifican que en algún momento alguien llamado Magnus Bane estuviera en Perú.

-¡Bien! Ahyyy que nerviosos estoy, ¡gracias, gracias, gracias! Nadie, nunca, había echo algo así por mí... eres de lo que no hay. - Magnus saltaba en su asiento de la emoción, y varios pasajeros pusieron mala cara, pero la feliz pareja, enzarzada en una especie de guerra grecorromana de besos y abrazos, ni siquiera les prestaron atención.

El avión estava a punto de despegar, y Alec se agarró a los brazos del asiento, soltándose como pudo el abrazo de su novio. El nefilim se puso pálido cuando el motor del enorme pájaro de metal se encendió. Magnus se dio cuenta, y con una risita, preguntó:

- El valiente nefilim, Cazador de Sombras, Asesino de Demonios, el que fue a Edom solo para salvarme a mí... ¿Está asustado?

-¡Magnus, no tiene gracia! Me da miedo, ¿Vale? ¡Nunca he montado en una cosa de estas!- respondió Alec. - Los mundanos siempre se complican... ¡Deberían usar portales!

El brujo miró con ternura al ojiazúl, divertido. Le cogió de la mano durante el despegué, haciendo que Alec se tranquilizase poco a poco.

El viaje transcurrió sin mayor incidente, hasta que a Magnus le entró hambre. Llamó a la azafata, quién acudió enseguida, con esa sonrisa tan brillante que suele tener la gente de su oficio. El brujo pidió unos cacahuetes, que compartiría con el nefilim, evidentemente. La mujer con la sonrisa brillante estaba a punto de marcharse, cuando vio como el brujo se inclinaba hacia su novio para depositarle un suave beso en los labios. Se quedó allí parada, como si nunca hubiese visto besarse a nadie.

-¡AHHH! ¡ESTAÍS ENFERMOS! - Gritó la azafata, haciendo que todos los pasajeros dieran un bote en sus respectivos asientos.

Magnus se dio la vuelta, mirándola sorprendido.

-¿Tiene usted algún problema, señorita? - dijo el brujo, con amabilidad.

-¡Por supuesto que tengo un problema! ¡Son dos hombres, por el amor de dios! ¿Acaso no tiene vergüenza?

Magnus iba a responderle a aquella estúpida muchacha que el amor era el amor, que se fuera al cuerno y que dejara de vivir en el siglo XVI, pero alguien se le adelantó.

-Perdone que le diga, señorita, que usted no tiene el menor derecho a meterse en con quién me beso yo o cualquier persona. Cada cual hace lo que le da la gana. Yo jamás me meteré en su vida privada, por lo tanto, no se meta usted en la mía ni en la de mi novio. Sí, es mi novio. No crea que no me he enfrentado antes a la homofobia, pero creáme cuando le digo que esta vez no me quedaré callado. Yo amo a este hombre con toda mi alma, y daría la vida por él, que es mucho más de lo que haría usted por su novio, seguramente. Deje de juzgar a dos personas que se aman, pues lo último que necesito yo en estos momentos es que nos arruine el viaje. El mundo necesita más amor, no más estúpidas como usted. Así que cállese, vuelva a poner en su cara eso sonrisa tan falsa que tenía, y déjenos a mí y a los demás pasajeros disfrutar de un viaje tranquilo, gracias. - Alec se sentó, y vio como lo miraba todo el mundo.

De repente, se dio cuenta de que acababa de gritarle a una azafata, delante de todo el avión. Se puso rojo como un tomate, y miró a Magnus. Este estaba anonadado. Alexander, el silencioso Alec, acababa de soltar un discurso precioso, defendiendo su homosexualidad. Alec, a quién le había costado aceptar ser quién era, acababa de callar a una estúpida azafata de un avión.

Magnus ya podía morirse tranquilo. (En sentido figurado, evidentemente. Él era inmortal)

Se levantó de su asiento, haciendo que el nefim de levantara con él, y lo besó. Lo besó como nunca antes había besado a nadie. Aferró la camiseta del joven co fuerza, queriendo transmitirle todo lo que sentía en aquel momento.

Todos los pasajeros aplaudieron, así, a la vez. LA azafata se marchó hacia la cabina del piloto, con cara d odio. La habían dejado fatal, ciertamente. Todo el mundo lo había visto.

Alec seguía enrojecido, per Magnus veía una especie de orgullo en su mirada azul. No era para menos, pensó el brujo. Su novio acababa de aceptar públicamente su sexualidad en el mundo "mundano" por así decirlo. El brujo no podía estar más orgulloso de él. Le dio un poco de pena que Jace no pudiese ver aquello, ya que a fin de cuentas era su parabatai, pero en el fondo se alegraba de que ese momento fuese solo de ello dos, algo que contar con orgullo cuando volviesen a Nueva York, diciendo "ese es mi novio".
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Malec fanfic (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora