Cinco

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Con motivo del aniversario de la empresa, Ryts decidió hacer una fiesta para sus funcionarios. Pensaba que no nos invitarían por ser practicantes, pues no estamos con contrato. Sin embargo, el señor Hidalgo nos mandó un correo electrónico extendiéndonos la invitación a dicha celebración.

Comencé a pensar en lo que implicaba: comprar un vestido, zapatos de fiesta, ver a mi jefe en una fiesta. Eso último es lo mejor de todo. Tal vez tenga la oportunidad de acercarme a él, ver si en otro contexto, con algunos tragos actúa de otra forma.

Comencé a fantasear con la idea de que, aunque fuera una sola canción, él me sacara a bailar. Apoyar mis brazos en sus hombros y él sus manos en mi cintura, sentir su aroma envolviendo mi cuerpo y en mi cuello su respiración. Para mí solo hay una opción de averiguar si es posible: ir a esa fiesta.

Durante la semana, él continuó tan indiferente y distante como siempre, dando órdenes de un lado a otro. Yo, en cambio, solo intento hacer que no note que lo acoso con la mirada, que tengo que contenerme para no suspirar por él cada vez que pasa por mi lado. ¡Es que es tan poderosamente seductor, que yo creo que ni él se da cuenta de lo que provoca!

Recordé el consejo de Sebastián: tenía que hacer algo más para que él me notara. Cuando pienso en algo más, creo que debe ser realmente significativo, mucho más que tropezar con él en la cafetería, interrumpir sus charlas o llegar tarde al trabajo, pues si continúo de esa forma, lo único que verá en mí, es una chiquilla inmadura, despistada y que no generará en él ningún interés.

Estuve buscando en Internet fotos de su fallecida esposa, para ver qué tipo de mujeres le gustan, pero no encontré mucho. Decidí buscar en Facebook, él de seguro debía tener. Pero no, no tenía. Al menos no con su nombre real. Había sido demasiado ilusa al creer que alguien tan importante como él pudiera permitirse tener tiempo de estar en redes sociales disponible para todo el mundo.

Al final, opté por preguntarle a Ximena si sabía cómo era su esposa. El interrogatorio de mi amiga fue extenso, pero logré convencerla de que solo preguntaba por curiosidad. Como era de esperarse, su esposa era una mujer muy atractiva, opuesta por completo a lo que soy yo físicamente. Ella alta, delgada, pelo castaño, ojos verdes y yo tan simple como la simplicidad misma: contextura normal, no alcanzo a medir un 1.60, siempre estoy bastante pálida y no soy muy amiga del maquillaje. Mis ojos cafés, como casi la mayoría de las personas van adornados con unos hermosos lentes. Había algo en lo que coincidíamos: el pelo castaño. Y ahora yo tenía una ventaja sobre ella: estoy viva, aunque sea malvado de mi parte decirlo.

Ximena me comentó sobre una foto que él tiene en su oficina. Así que busqué la forma de acercarme, de ir ahí para verla. Sentía que dentro de mí estaba aflorando una personalidad casi psicópata por esto. Pero dicen que en la guerra y en el amor todo se vale.

«Un momento... ¿Esto es amor? ¿Estoy enamorada?».

En realidad eso ya no me importaba, tenía la necesidad de saber si yo tengo alguna mínima posibilidad con él.

Esperé pacientemente a que se presentara la oportunidad de ir a su oficina y creo que la suerte estuvo de mi parte, lo que es bastante raro en mí. Carlos tenía que llevar unos documentos para que Matías los firmara y amablemente me ofrecí. Al llegar a su oficina me costó despegar la mirada de mi jefe, pero recordé cual era mi "misión" en aquel lugar. Mientras firmaba puse mi mirada en una foto junto a su escritorio. Si yo había imaginado que su esposa era linda, mis expectativas se habían quedado cortas.

Creo que él notó mi cara de decepción, claro está que sería difícil, por no decir imposible que se fijara en alguien como yo. Tomé los documentos y sin decir más, salí de la oficina. Ahora tenía claro que no sería nada de sencillo intentar ocupar ese lugar.

Lo primero que debía hacer era dejar de quedarme mirándolo entre las sombras, tengo que idear algo para que me note no solo como una trabajadora más en su empresa. Pero en este momento no tengo ni plan ni nada que se me ocurra.

Claudia interrumpe mis pensamientos.

—¿Te pasa algo? Te noto extraña.

—Nada, solo algo pensativa —respondo.

—No estarás enamorada.

—¿Yo? No, nada que ver, el amor no es para mí—. Siempre digo eso a todo el mundo, ahora veo ¡Qué equivocada estoy!

—Oye, hoy vamos a ir con Ximena a comprar los vestidos para la fiesta, y tú, obviamente tienes que venir con nosotras —dijo convencida de que iba a aceptar.

—No tengo ganas de ir.

—¿Por qué no? —reprochó.

—Estoy algo cansada.

—¿Y qué te vas a poner ese día?—. Mi amiga nunca se quedaba con la primera respuesta y yo sabía que frente a su insistencia tarde o temprano terminaría cediendo.

—Un vestido.

—Por lo mismo, vamos todas juntas así nos ayudamos para escoger el mejor—. Me guiñó un ojo.

Terminé accediendo. Tenía algo de dinero, pero estaba segura que no sería suficiente, así que no me quedó más que recurrir a mi madre. Ella, sin mayor problema me transfirió lo necesario para ir de compras. Esos son los beneficios de ser hija única. Supongo.

No solo me convencí por las palabras de mi amiga, sino también porque realmente necesitaba buscar un vestido que llamara la atención de mi jefe, uno con el que me viera y comenzara a suspirar. Un vestido que resaltara mis curvas, porque no tendré el físico de modelo de su difunta esposa, pero tengo lo mío. Aunque no acostumbro a mostrarlo.

Fui con una idea clara en mente, el color tenía que ser algo clásico y llamativo para la ocasión. Así que escogí un hermoso vestido rojo, muy ajustado y un poco corto para mi gusto. Sin embargo, las chicas me animaron a comprarlo.

Ahora la suerte estaba echada. Habría que ver qué es lo que va a ocurrir el sábado.

Hasta que te enamores de mí #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora