Nueve

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Durante la tarde del domingo, comencé a planear algunas ideas para centrar la atención de Matías en mí, y llegué a la conclusión de que debo hacerle saber que hay alguien que lo quiere, que lo necesita en lo más profundo de su ser. Lo primero que pretendo hacer es usar mis palabras, declarar aquellos sentimientos que tengo guardados en un rincón de mi solitario corazón.

Creí, en algún momento, que no necesitaba tenerlo cerca para poder hacer esto. Pero luego lo pensé mejor. Necesito ser asertiva en cada palabra, que cada letra vaya calando hondo en su ser y para eso, creo que lo mejor es tenerlo cerca, escribir aquello que él me hace sentir cada vez que lo miro, cada vez que pasa por mi lado. Así que mi plan se llevará a cabo en la oficina, con él frente de mí, inspirándome.

Llegué temprano a mi trabajo. Quería poner todo en orden y tener tiempo de comenzar con estas locas ideas que empezaban a rondar por mi cabeza.

Lo primero que tenía que hacer, era crearme un nuevo correo electrónico, algo con un nombre falso para poder enviarle mensajes a Matías, nada que se relacionara conmigo y que no fuera sencillo de descubrir.

Mientras trabajaba, estuve por horas pensando en el nombre para el correo, creo que no soy muy creativa con eso de los nombres, así que al final opté por crearme una cuenta bajo el seudónimo de "Chica Enamorada".

«Sí, lo sé. Mi nombre desborda creatividad».

Después del almuerzo, intentando buscar espacios libres, comencé a redactar con cuidado cada frase. Cada vez que alguien se me acercaba, cerraba la página o borraba el mensaje para no ser descubierta.

No resultaba sencillo concentrarme con tanta gente a mi alrededor, así que decidí esperar hasta que todos se fueran para poder comenzar a escribir. El problema de trabajar con tanta gente cerca es que pierdes privacidad, todo el mundo te mira y lo peor aún, es que cuando te ven en algo "sospechoso" tienes que empezar a dar explicaciones.

Obviamente yo no estoy en condiciones de explicar nada. Llevo casi tres meses en la empresa y aunque tengo confianza con todos los que trabajan en la misma área que yo, jamás les diría que estoy enamorada de mi jefe, ni que estoy pensando en mandarle mensajes de amor y una serie de cosas más que para otros podrían ser infantiles. ¿Qué es lo que pensarían de mí si les hiciera una confesión como esa?

«Claro, ella quiere asegurar su puesto en la empresa, quiere ascender, quiere ser jefa, quiere acostarse con el jefe, es una interesada». 

¿Por qué la gente tiene que pensar así? ¿Es que acaso uno no se puede enamorar de verdad de un jefe?

La gente tiende a ver lo peor de las otras personas, para así sentir menos culpa de lo que ellos son en verdad. Al menos eso creo. Pero es un mal común, no los culpo.

A mí, en cambio, no me gusta porque sea mi jefe. Tal vez si hubiese sido un practicante como yo, un empleado más, también me habría fijado en él. ¡Es que es imposible no verlo!

Ha pasado más de media hora desde el horario normal de salida. Ahora, tengo la soledad que necesito para comenzar a escribir. Desde mi escritorio puedo ver la oficina de mi jefe. Él aún está ahí.

Mi corazón comienza a acelerarse, como si lo que fuese a escribir se lo fuera a decir personalmente. Como si tuviera que verlo a los ojos, enfrentarlo y saber cuál va a ser su reacción con cada una de mis palabras. Amaría poder ver su cara en el momento en que lea el mensaje. Aunque eso es poco probable.

Comienzo a redactar.

Estimado Matías:

La palabra estimado, se queda corta cuando pienso en ti...

Escribo y borro, esas palabras no me convencen. Vuelvo a intentar otras veces hasta que logro dejar que mis palabras fluyan por sí solas.

Matías:

Sé que desde el nombre del correo, esto te parecerá absurdo, ilógico, infantil y quizá ridículo. Espero que al menos tengas la deferencia de seguir leyendo mis palabras. A mi favor, solo quiero decir que cuando uno se enamora hace cosas impensadas. Y aquí estoy, tratando de desahogar lo que siento en este pequeño mensaje. Aunque aún no sé si será pequeño.

No soy muy buena para decir lo que siento, al menos no en persona, soy algo tímida en esto de las cosas del amor. Pero creo que escribiendo puedo ser bastante clara contigo.

Cuando te vi la primera vez pensaba que eras un tipo arrogante, frívolo y poco tolerante, pensaba que eras del tipo de hombres en el que jamás me fijaría. Pero ya ves que eso cambió. Solo por eso, también pienso que tengo una mínima esperanza de que te fijes en mí, aunque tú pienses que no soy tu tipo de mujer.

Me costó aceptar que podía llegar a sentir algo por alguien como tú, pero poco a poco te fuiste metiendo en mis pensamientos, ganándote mis suspiros, apoderándote de mis sueños, haciéndome sentir que mi mundo tiene solo un centro: Tú.

Quise creer que serías un amor platónico, de esos inalcanzables, pero tras mucho darle vueltas al asunto, creo que nada pierdo con intentar tratar de alcanzar ese corazón blindado que muestras cada vez que te veo.

Pero eso no es todo, por supuesto que no. Las pocas veces que tu mirada y la mía se han cruzado, he sentido que mi alma se desarma, que podrías pedirme lo que quisieras y lo haría. Es que ¿Cómo no amar tus bellísimos ojos azules?

Cada vez que te veo, creo que una estúpida sonrisa se va a apoderar de mi cara y que mi mirada te sigue, te acosa y que jamás podría dejar de mirarte. Aunque suene exagerado. Tú provocas en mí sensaciones que no creía poder sentir.

A veces pienso que lo que tú muestras en tu día a día, no es más que una facha para cubrir el dolor inmenso de tu alma. Pero no quiero meterme en ese tema.

Solo quiero que sepas que jugaré todas y cada una de mis cartas para poder llegar a ti, ser la mujer que necesitas, hacer cada día las locuras que sean necesarias hasta conseguir que te fijes en mí. No quiero en este mundo a ningún otro hombre que no seas tú y estoy dispuesta a hacer todo por ti, demostrarte, con todo lo que esté a mi alcance, que hay alguien en este mundo dispuesta a cuidarte, dispuesta a amarte hasta que sus fuerzas se agoten. Tú solo permíteme conquistarte, que el resto corre por mi cuenta.

Perdón si mis palabras te molestan, pero no encuentro otra forma distinta de decirte que te amo.

Si piensas que hay algún interés que me mueve a escribirte esto y a tratar de conquistarse, quiero que sepas que sí: hay un interés. Mi único interés es tenerte, hacerte feliz, amarte día a día y hacer que te enamores de mí.

Un beso de despedida.

Tuya y más que tuya...

Simplemente yo.


No sabía si eran las palabras adecuadas. Sinceramente sentí como si un peso sobre mis hombros se alivianara. Pero luego vino la vergüenza. No podía creer que yo estuviese haciendo algo así. Yo, siempre tan razonable y correcta había escrito aquellas palabras. Me sonrojaba de solo pensarlo.

Leí el mensaje una vez más, tratando de verificar que cada palabra expresaba exactamente lo que yo quería decir.

Mi mouse estaba situado en "enviar". Comencé a dudar, mi corazón nuevamente estaba agitado. Me sentía nerviosa, porque mi jefe estaba cerca y temía que pudiera descubrirme.

—¿Todavía aquí, Catalina?

Aquella voz me era tan conocida y adorable. Miré a quién me hablaba y se acercaba a mí. Era mi jefe.

«Oh, no. Verá el mensaje, maldición, maldición».

Con el miedo de que viera lo que había escrito presiono enviar y cierro el navegador.

—Sí, pero ya me voy, señor Hidalgo.

El celular de mi jefe suena. Siento que mi mundo va a estallar. No esperaba ver su reacción y ahora recibía mi mail justo frente a mi cara.

Hasta que te enamores de mí #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora