Doce

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Cuando me fui a acostar, sin embargo, no podía quedarme dormida, mis pensamientos estaban inevitablemente concentrados en Matías. Tal vez necesitaba que le recordara que pese a la ausencia de respuesta por su parte, aún estaba aquí, esperando por él, ocupando todas las fuerzas de mis pensamientos para tratar de conquistarlo solo a él.

Decidí encender mi computador y redactarle un pequeño mensaje, pensando en lo que me había dicho Sebastián sobre no hacer todos mis juegos en la empresa, pues saldría descubierta más pronto de lo planeado. Estuve un buen rato tratando de redactar un mensaje que estuviera lleno de sentimiento, para que cada una de mis palabras rozara las paredes de ese frío e inquebrantable corazón.

Luego de un par de intentos las palabras comienzan a fluir.

Matías:

Sé que esto no está bien, sé que puede descolocarte, pero es la única forma de llegar a ti, de hacerte saber que te amo, que desde que te conocí, mi pequeño mundo solo ha girado en torno a ti.

Me encantaría decirte lo que siento mirándote a los ojos, pero aún no es tiempo de ello, quiero estar segura de que cuando te lo diga será el momento apropiado, pues tú también sentirás lo mismo.

No creo que estés acostumbrado a recibir este tipo de correos, pero creo que tendrás que acostumbrarte, pues estoy dispuesta a seguir con esto, al menos con la esperanza de que puedes leer mis palabras y conmoverte con ellas. Seré algo insistente, pero con perseverancia se logran los objetivos. Haré lo que esté a mi alcance para conseguir que me ames como yo a ti.

No puedo negarte que tengo algunas dudas ¿Leerás mis mensajes o solo los eliminas? ¿Sabrás quién soy? ¿Escuchaste la canción que te dediqué?

Yo creo que sí escuchaste la canción y que sí lees mis mensajes. Así que solo quiero decirte que pese a que no respondas, estaré aquí imaginando que mis palabras calan hondo en ti, pues lo que siento ha nacido fuerte y dispuesto a todo.

Lamento extenderme tanto, solo quería decirte buenas noches, pero ya veo que cuando se trata de ti solo me dejo llevar por lo que siento.

Que descanses.

Presiono enviar y una sonrisa nerviosa se apodera de mí.

«¿Lo habrá visto?»

Espero algunos minutos por si hay alguna respuesta, pero como es de imaginar, luego de 15 minutos no hay nada. No sé por qué me hago ilusiones con esto.

En la mañana parto con la idea clara de que lo que haré hoy tiene que ser distinto. Ahora debo actuar en otro lugar: en su casa.

El hecho de trabajar en el área de recursos humanos de Ryts me permite acceder a documentos personales de todos los que trabajan en la empresa. Mientras redacto algunos documentos, comienzo a buscar en los archivos algo que me dé alguna luz de la dirección de Matías. Luego de revisar algunos documentos, doy con la dirección de mi jefe.

—¡Sí, lo hice! —grito emocionada.

Todos me miran con confusión, sin entender mi euforia momentánea. Siento que mis mejillas empiezan a sonrojarse y me pongo a pensar rápido en una excusa que justifique me actitud extraña.

—Terminé el documento —digo.

Mis compañeros se ríen y siguen en sus labores. Desde ese momento comienzo a esperar que los minutos pasen rápido para poder llevar a cabo esta nueva locura. Me concentro en el trabajo para que el tiempo avance más rápido. Lo único que interrumpe mi trabajo desde entonces es el pasar de mi jefe, tan displicente y altivo como guapo y seductor.

Al pasar por mi lado no puedo evitar suspirar, luego miro a todos lados esperando que nadie me haya visto. Lo bueno de todo esto es que cuando Matías pasa por mi oficina todos trabajan agachados sin desconcentrarse con nada. Eso obviamente me excluye, pues yo prefiero mirarlo a él.

Cuando llega la hora de salida, comienzo a pensar en lo que tengo planeado y que se podría arruinar si Matías decide no llegar a casa. Pero no me importa. Salgo muy apresurada para llegar antes que él, teniendo en cuenta de que mi jefe, generalmente, se va media hora más tarde que todos nosotros. Eso me daría tiempo de esconderme y verlo llegar.

Su casa es enorme para alguien que vive solo, aunque no me consta que viva solo. De todas formas no me extraña que sea tan grande pues con el dinero que tiene podría comprarse muchas como esta, supongo.

Son pasadas las siete de la tarde y él aún no llegaba. Mi preocupación comienza a aumentar. Al parecer mi plan no resultará esta vez. Miro constantemente la hora. Mi corazón late apresurado y mis manos están sudorosas solo de miedo de que me descubra. Si él me ve acá, todo se acaba.

Tengo la suerte de que mi jefe viva en una villa frente a una plazoleta. Así que decido sentarme un rato desde un lugar donde creo que no me puede ver. Pasan veinte minutos más y la espera se vuelve tortuosa. Comienzo a pensar que me he equivocado y que Matías no vive en este lugar, tal vez haya sido su casa con su esposa y ahora quizá ya no vive aquí.

«Si no llega en diez minutos me iré de acá».

No hice más que pensar en eso y un auto negro, con vidrios polarizados aparece frente a su casa. Lo veo estacionarse y entrar en su casa. Espero algunos minutos para asegurarme de que no salga y decido poner en práctica mi idea.

Tomo mi celular y hago una llamada para pedir sushi, de seguro que mi jefe tiene hambre y dicen que por el estómago puedes conquistar a otras personas. El pedido se demorará media hora más. Tengo que seguir esperando.

Mientras espero miro las ventanas de su casa. Veo encenderse una luz en el segundo piso e infiero que ese debe ser su dormitorio. Logro divisar su silueta y luego cierra las cortinas. Un dejo de decepción se evidencia en mi cara, me habría encantado ver qué es lo que hace cuando llega del trabajo.

La tarde comienza a ponerse helada y no he traído nada para abrigarme. Espero no resfriarme por estar haciendo estas cosas. Me distraigo un rato mirando el teléfono y cuando es la hora de que el pedido llegue me acerco a la casa, me coloco tras de un árbol para que Matías no me pueda ver. Lo bueno es que ya está bastante oscuro y aunque pudiera ver que estoy abajo, no podrá distinguir tan fácil que soy yo.

Pasan algunos minutos y un chico en moto llega con el pedido. Al bajarse de la moto lo detengo y le hablo.

—Hola traes el pedido de sushi ¿cierto?

—Sí ¿Es para ti?

—Sí y no.

—¿Cómo?

—Yo lo voy a pagar, pero necesito que lo entregues en la casa a nombre de Matías Hidalgo. Si te dice que no ha pedido nada, tú le dices que ya está pagado y se lo entregas junto con esto.

Tomo un sobre que contiene una tarjeta y se la paso. El chico me mira extrañado, como si no entendiera nada. Pero recibe lo que le paso.

—Esto es lo más raro que me han pedido.

—Tu propina será buena. ¿Te puedo pedir un último favor?

—Dime.

—No le digas quién hizo el pedido, si te pregunta di fue una chica, nada más y espera que me aleje antes de tocar, por favor.

—Está bien, haré lo que pides.

—Muchas gracias, aquí tienes el pago y tu propina.

Comienzo a caminar para alejarme, cuando ya estoy a más de una cuadra, veo que el repartidor toca el timbre y veo salir a Matías, mi Matías. No logro distinguir sus gestos ni mucho menos tratar de adivinar lo que están hablando. Solo espero que el repartidor no me delate. Sin esperar más, tomo un colectivo y me voy del lugar, esperando que acepte este regalo.

Durante todo el camino no dejo de pensar en que esto es una locura, que no tiene sentido lo que estoy haciendo, pero luego llego a una sola conclusión: vivir sin amar es la única gran locura.

Hasta que te enamores de mí #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora