Veinticuatro

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Comencé a pensar en lo que debía hacer para que el cumpleaños de Matías fuera algo sencillo, que no le trajera malos recuerdos y que a la vez no pasara inadvertido para el resto.

Armé un grupo de Whatsapp para organizar todo con la ayuda de los algunos compañeros. Sería algo en la cafetería, después del horario de trabajo, solo con los del área administrativa, que son los más cercanos.

El martes en la tarde Claudia me acompañó a comprar las cosas que necesitaba para el cumpleaños: torta, globos, algunas cosas para beber y para un pequeño cóctel. Durante la tarde con Carlos y Sebastián nos encargaríamos de ordenar todo para que fuera perfecto. Todos nos pusimos de acuerdo para no mencionar nada del cumpleaños hasta que fuera la hora de nuestra escueta celebración. Yo misma sería la encargada de ir a buscar a Matías cuando todo estuviese listo, además de encargarme de que no se fuera sin participar de la celebración.

Como siempre tenía el miedo de que algo no resultara como corresponde, que tal vez Matías se fuera antes o cualquier otra cosa. Me había dicho a mí misma que esto sería lo último que haría por tratar de conquistar a este hombre y si con el cumpleaños, no lograba que se acercara a mí, que me manifestara un poco de sus sentimientos, jamás volvería a intentar nada más.

El día del cumpleaños, Matías se veía particularmente triste. No se presentó en la cafetería durante el desayuno y se mantuvo en su oficina prácticamente todo el día sin salir. Extrañaba verlo en los pasillos, admirar aquel rostro hermoso y su cuerpo de ensueño. Pienso en qué es lo que debería hacer yo para calmar su tristeza, hacer que por alguna vez sonría y olvide momentáneamente su sufrimiento.

Solo esperaba que con la celebración sorpresa de su cumpleaños, pudiese al menos verle sonreír por un instante.

En la tarde me escapé un rato de la oficina para poder preparar todo para el cumpleaños. Solo esperaba que Matías no notara mi ausencia, aunque Claudia y Ximena me cubrirían.

Cuando faltaban algunos minutos para las seis, subí a la oficina y les pedí a todos que fingieran que se iban. Algunos pasaron a despedirse de Matías, como todos los días para decirle que se iban a casa. Luego de quince minutos no quedaba nadie más que yo en la oficina. Ximena me envió un mensaje, diciéndome que todo estaba listo, que simplemente faltaba que Matías bajara. Tenía que tener una buena excusa para que él decidiera acompañarme, tendría que ser muy convincente.

Busqué en mi cartera el regalo que le había comprado y decidí llevarlo en ese momento. Me acerqué a la oficina y me paré en la puerta, esperando que él me viera. La mano en la que sostenía el regalo la puse en mi espalda para que él no lo pudiese ver.

―Catalina, ¿Aún acá? ―dijo extrañado.

―Sí, igual que usted. Ya no queda nadie, pensé que estaba a punto de irse.

―La verdad es que no es un buen día, no tengo ganas de irme aún.

―Entiendo. En mi caso, yo no podía irme sin antes hablar con usted.

―Claro, adelante. Dígame lo que necesita.

Me paré frente a su escritorio. La mirada atenta de Matías me puso nerviosa. Mi corazón comenzó a latir agitado. Era la primera vez que le habría un obsequio en persona, mirando directamente a aquellos hermosos ojos azules que hoy develaban una tristeza profunda.

―Tome asiento.

―No, gracias, es algo breve.

―Bueno, dígame.

―Sé que no tenemos mucha confianza y que tal vez no nos conocemos mucho. Pero alguien me dijo que hoy era su cumpleaños y siento que un día como este no puede pasar desapercibido. Así que le compré un pequeño obsequio.

El gesto en la cara de Matías cambia, se puede apreciar en él la sorpresa al escucharme. Le paso el regalo y él lo acepta.

―No era necesario. Yo les pedí a todos que no se preocuparan por hacer nada. Las celebraciones no son lo mío en este momento, sobre todo las de mi cumpleaños.

―¿Por su esposa? ―pregunté ―disculpe lo imprudente de la pregunta ―agregué.

―La conocí en mi cumpleaños, hace algunos años atrás.

―Lamento traer a su memoria recuerdos dolorosos.

―Eso no me duele, Catalina, lo que me duele es que ya no esté. Pero no quiero hablar de eso.

―Entiendo, lo siento.

―No te disculpes, no es necesario ―afirma.

―Entonces, abra el regalo.

Matías me miró y me regaló una pequeña y hermosa sonrisa. Con eso ya me daba por pagada. Abrió el regalo y lo miró detenidamente.

―Es una réplica pequeña de su auto. Hace unos días lo vi en una tienda y recordé las veces que me ha ido a dejar en él a mi casa. Usted ha sido muy amable conmigo ―expliqué.

Matías volvió a sonreír. Su sonrisa iluminaba su rostro, le daba la perfección que a veces faltaba en él. Me sonrojé al recordar las veces que él me había pillado cerca de su casa.

―Es un bonito detalle, Catalina, muchas gracias.

―De nada. Una última cosa ―dije.

―Dígame.

―¿Me permite darle un abrazo de cumpleaños?

Sentía que mi osadía estaba superando los límites permitidos, pero era una excelente excusa para poder abrazarlo, sentir su exquisito aroma cerca de mí, sentir sus brazos rodeándome por un instante y desear que sea eterno.

Matías me miró extrañado y luego asintió. Me acerqué a él y lo abracé con más efusividad de lo que debía. Él me miró extrañado nuevamente, así que me disculpé por mi gesto excesivamente afectuoso.

―Ya me voy. Lo dejo para que continúe trabajando.

―Bueno, creo que también me iré pronto ―agregó.

―Adiós.

Caminé un par de pasos y recordé el sentido real de mi visita: tenía que llevarlo a la cafetería.

―Matías.

―¿Qué?

―Ya que no es un buen día y no quiere llegar pronto a casa, tal vez le gustaría tomar un café conmigo, en la cafetería de la empresa. ¿Qué dice?

―Ay, Catalina, usted es tan especial a veces, no sé cómo lo hace pero su forma de ser tan preocupada realmente me descoloca.

―Solo diga que sí y ya. Digamos que es mi forma de compensar mis malas palabras al inicio, cuando creía que era un jefe gruñón.

―¿Qué voy a hacer con usted, Catalina?

―Tomarse un café, supongo.

Con una leve sonrisa en el rostro, tomó su chaqueta y su maletín, cerró la oficina y nos fuimos a la cafetería de la empresa. Mientras tomaba sus cosas, aproveché de mandarle un mensaje a Ximena para decirle que ya bajábamos. 

Hasta que te enamores de mí #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora