Creo que mi cara de pánico podría haberlo alertado de algo, si no fuera porque no me volvió a dirigir la mirada y se entró a su oficina. Ni siquiera hubo un "chao", solo sintió el celular y volvió a apartarse de mí.
Una parte de mí se alegraba de que no haya decidido leer su mensaje frente a mí, pues el miedo probablemente me habría delatado. Otra parte de mí, deseaba ver su reacción.
Era evidente que leería el mensaje. Lo que no es evidente para mí, es saber si va a responder o no. Eso último comenzaba a preocuparme. No me llegaría una alerta al celular pues aún no tengo conectado el teléfono con esa cuenta de mail. Pero si respondía, lo menos probable del mundo es que me dijera algo lindo.
Abrí el navegador rápidamente, me aseguré de haber cerrado la sesión y luego borré el historial. Sé que en algún momento tengo que ser descubierta, pero espero que no sea tan pronto.
«Un momento... ¿Y si tienen alguna forma de rastrear el correo? ¿Ver lo que se hace en cada computador de la empresa?»
Muy bien, en realidad muy mal, no lo sé. La próxima vez intentaré usar mi celular para escribir el correo, utilizando mi propia línea de Internet. Sé que en algún momento tiene que saber que soy yo, pero si lo sabe de inmediato, esto acabaría más pronto de lo que ha comenzado y junto con ello, probablemente, mi práctica también termine antes de lo presupuestado y deba empezar en otro lado.
Veo que Matías sale de su oficina, con su maletín en la mano y antes de que me diga nada, tomo mi chaqueta y mi cartera. Huyo de él, de sus posibles preguntas, de su cara diciéndome: "leí tu mensaje".
No alcanzamos a toparnos en la salida y lo agradezco, solo esta vez.
Tomo un colectivo y voy a casa. Pienso en la locura que acabo de hacer, en las posibilidades de ser descubierta, en lo que Matías debe haber pensado cuando vio el mensaje. Miro mi teléfono y abro el correo desde ahí, esperando al menos un pequeño mensaje diciendo que esto es una locura.
Mi Internet no es lo más rápido del mundo, así que la espera se vuelve insoportable. Luego de un par de minutos logro entrar. Para mi sorpresa no hay respuesta.
Comienzo a sentirme algo decepcionada y a advertir que probablemente esté haciendo todo mal. Pero no tengo intenciones de volver atrás, ya tengo decidido mi segundo paso, mi segunda forma de hacerle saber que esto no es un juego, aunque lo parezca. Quiero demostrarle que sigo dispuesta a hacer que esto sea posible.
Durante lo que quedaba de tarde revisé inútilmente mi correo al menos unas diez veces. No respondería, no había nada en mi mensaje que haya logrado su objetivo. Tenía que ser realista, él no vendría corriendo a mí tan solo con una declaración de amor. Esto debía ser un largo y lento proceso, aunque tan solo cuento con tres meses para conseguir su amor, que es el tiempo aproximado que me falta para terminar mi práctica. Luego de eso, si llego a conseguir que me contraten podré tener más tiempo, si no, mi juego habrá acabado.
El martes por la mañana, también llegué temprano a la empresa y antes de ir a la oficina, decidí pasar a la cafetería a pedirle un poco de ayuda a Sebastián. Claro, sin que él supiera que me estaría ayudando a conquistar a Matías. Él, sin saber el porqué de mi petición, aceptó de inmediato y sin cuestionar lo que estaba pidiendo. Ahora solo tenía que esperar que fuera la hora.
Luego de eso, me fui a trabajar y a preparar la otra parte de mi plan.
A las diez en punto, con mis compañeros nos fuimos a la cafetería. Los nervios que sentía se podían evidenciar en mis manos temblorosas y sudando frío. Mi estómago dolía y sentía que no era capaz de mantenerme en pie. Me adelanté para que nadie me preguntara nada. Pero no pude evitar a Claudia que notó mi actitud extraña. Solo le dije que me sentía algo mareada, probablemente porque no había comido nada. Ella se lo creyó.
Comencé a mirar la hora, sabía que Matías siempre llegaba 5 minutos después que nosotros a tomar un café. Ya era hora de que estuviera en la cafetería, pero no aparecía.
Sebastián me trajo un café y unas tostadas. También atendió a mis amigos. Mientras puso el café en la mesa, me miró para indicarme que todo estaba tal cual yo le había pedido.
La música sonaba algo más fuerte que de costumbre, era justo lo que necesitaba. Luego de un par de minutos, mi jefe apareció y como siempre se sentó solitario junto a la ventana. Sentí que mi corazón se detuvo al verlo pasar, que el mundo dejó de girar para permitirme guardar en mi memoria cada uno de sus gestos, de sus pasos mientras estaba por la cafetería.
La música se detiene en la radio y el locutor comienza a hablar. Bebo un sorbo rápido de mi café. Quiero salir arrancando y evitar ver esto, pero en vez de eso, mi mirada se clava profunda e inseparable de Matías.
«Ahora tenemos un pedido especial, con dedicatoria romántica y todo. La siguiente canción está dedicada a Matías, de parte de su chica enamorada. Que espera algún día poder conquistarlo. Para nuestra amiga enamorada de Matías, dejamos entonces la siguiente canción».
Mi jefe no reaccionó. Hizo como si no hubiese escuchado nada, lo mismo que con mi mensaje. Nada de lo que hacía parecía interesarle. Había hecho que todo el país escuchara aquel mensaje, que todos supieran que había alguien dispuesta a conquistarlo y él, con su desdén característico, simplemente ignoró cada una de las palabras, como si nada hubiese estado pasando.
Comienza a sonar la canción que escogí: "Cosas que nunca te dije". La canción suena llenado de romanticismo el ambiente, contrastando por completo con mi alma ignorada, contrastando con él, con Matías, displicente, rechazando mis vanos esfuerzos por llegar mínimamente a él. Siento que duele, pero no me detendré, es muy pronto para desistir.
La canción termina y nos levantamos para retirarnos. Sebastián me llama y me pide que me quede un minuto más. Claudia nos mira con una sonrisa de complicidad, como si creyera que entre nosotros ocurre algo.
Cuando nos quedamos solos, empieza a mirarme con desconfianza, creo que ya sabe de qué va todo esto.
—Me debes una conversación, una explicación —me dice con recelo.
Yo simplemente agacho la cabeza, como un niño que ha sido descubierto por su madre al hacer una travesura. Sé que tendré que decirle todo, que ya se dio cuenta de mis reales intenciones con mi petición y no me quedará más que asumir lo que realmente siento con alguien más.
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Hasta que te enamores de mí #1
Literatura Feminina¿Cuántas locuras estarías dispuesta a cometer para conseguir enamorar a quien no debes? Catalina llega a hacer su práctica profesional a una conocida empresa de su ciudad. Ilusionada con este logro, sabe que debe hacer todo bien y se esfuerza en el...