Seis

45.1K 3.2K 224
                                    

Durante lo que quedaba de semana comencé a ponerme ansiosa por la fiesta y lo que podría ocurrir en ella. No dejaba de imaginar a Matías viéndome hacer mi entrada triunfal con aquel hermoso vestido. Pero más que eso, pensaba en lo que podría llegar a ocurrir. Con una simple mirada de él me daría por pagada, aunque mis fantasía más osada seguía siendo el poder bailar con él, abrazarlo, sentir sus brazos rodeando mis cintura y su aroma impregnándose en mi piel; mirarlo directo a los ojos y que pueda develar en ellos el deseo de besarlo, de amarlo.

Siendo realista, todo aquello es poco probable, sabiendo que se trata de mí. Dicen que una persona tiene mala suerte en el amor y buena en el juego o viceversa, pero yo soy la excepción a la regla: Nada de suerte en el juego ni mucho menos en el amor. Por lo tanto, no puedo dejar nada al azar para esa noche.

Pensé en cada detalle. Mi madre me prestaría algunos accesorios, compré unos zapatos con un tacón tan alto que de seguro no podré mantenerme en pie por mucho tiempo. No me pondré los lentes esa noche, aunque temo que con ello, mi falta de suerte y los tacones, termine ocurriendo un accidente. Debía practicar para no caerme al primer paso.

Además de eso pedí una hora en el salón de belleza para que me ayudaran con el peinado y el maquillaje.

Sumando cada detalle, sabía que nada podía fallar, eso en mi mente idealista. Matías seguía siendo el jefe frívolo y altanero de siempre, pero tenía la esperanza de que en aquella fiesta al menos mostrara una faceta más entretenida, más sensible.

El sábado durante la tarde fui al salón para prepararme. Mi estómago dolía de los nervios, como si realmente me estuviera anunciando que sería una gran noche.

Decidí que me hicieran algunas mechas rubias  en el pelo, para no verme tan simple y luego el peinado. Después de tres horas ya estaba lista.

Volví a casa para terminar de ajustar los últimos detalles y luego esperar a Claudia que me pasaría a buscar junto con Carlos.

Me miraba en el espejo y me costaba creer que esta era yo. Me daba cuenta de que mi propia belleza estaba escondida, sin sacarle partido.

Pasadas las nueve de la noche, mis amigos llegaron a buscarme. Ambos impecablemente vestidos. Claudia se veía hermosa con su vestido púrpura y Carlos estaba con un impecable traje negro que lo hacía parecer más atractivo de lo que lo había visto otras veces.

Luego de media hora en auto, llegamos al salón de eventos donde se realizaría la fiesta. Todo en el lugar reflejaba lujo y armonía. Nuestros compañeros de trabajo estaban arreglados de maravilla. No obstante, mi mirada estaba concentrada en buscar a una sola persona: Matías Hidalgo.

Entre tanta gente de la empresa, me era imposible poder distinguirlo y ahora me daba cuenta de que no había sido una buena idea venir sin lentes, pero ya estaba hecho. Caminamos por entre la gente, saludando a los más conocidos, mientras servían el cóctel.

—¿Buscas a alguien? —me preguntó Carlos.

—No —mentí—, ¿Por qué?

—Porque miras para todos lados y hemos recorrido todo el salón desde que llegamos.

—No, solo quería ver el lugar —vuelvo a mentir.

—Si no buscas a nadie, entonces vamos a sentarnos, mira que ya me están doliendo los pies y quiero estar descansada para bailar más tarde. ¿Cómo sabes y me encuentro a alguien guapo esta noche? —señala Claudia.

—Sí, vamos a sentarnos. Además no me quiero perder la cena —agrega Carlos.

No me quedó nada más qué hacer que ir a sentarme con ellos. Encontramos la mesa donde estaba Ximena y Jhon, así que nos quedamos con ellos.

Cuando todos se empezaron a acomodar en las mesas pude ver a mi maravilloso jefe, tan elegante como guapo, vestido impecablemente con un traje negro y camisa blanca, irradiando superioridad en cada uno de sus gestos. Sentí que mi corazón comenzó a acelerarse y al nerviosismo le hizo compañía nuevamente mi dolor de estómago. No tenía ganas de comer, solo quería buscar la forma de poder acercarme a él, a mi Matías.

Mientras esperábamos la cena, me serví un pisco sour, tal vez eso me ayudaría un poco a relajarme y comenzar a divertirme. Era extraño, porque todos a mi alrededor se veían felices, disfrutando de todo lo que estaba preparado. Pero yo lo único que sentía era nerviosismo.

Mi jefe estaba en una mesa con los directivos de la empresa. Algunos de ellos estaban acompañados por mujeres, supongo que son sus esposas. Pero él estaba solitario, ensimismado, sin participar de la conversación. Una parte de mí se alegraba al respecto, hubiese sido fatal darme cuenta que estaba acompañado, que ya tenía una reemplazante para su señora.

Antes de comenzar la cena, Matías fue al escenario para agradecer a los trabajadores de la empresa, típico de estas fiestas, supongo. Luego invitó a todos a disfrutar de la cena y el baile.

Mientras hablaba, no pude evitar escuchar los comentarios de las chicas que estaban en las otras mesas. Sus palabras eran tan osadas que jamás me atrevería a reiterarlas. Aunque debo decir que estoy completamente de acuerdo con ellas.

Luego de la cena, una orquesta comenzó a tocar y poco a poco la pista de baile se fue llenando de parejas. Les dije a mis amigos que iría al baño, así tendría tiempo de acercarme a mi jefe cuando volviera.

Claudia se había ofrecido a acompañarme, pero Jhon la sacó a bailar y se lo agradezco. Fui al baño, miré que mi maquillaje estuviera aún en su lugar, retoqué el labial y volví a buscar a Matías.

En vez de él, a la primera persona que encuentro es a Sebastián, el chico de la cafetería y de los consejos. Su tenida era más casual que la de la mayoría, pero no por eso dejaba de verse bien. Me invitó a bailar, sin embargo, me excusé diciendo que aún no tenía ganas, pero que más tarde bailaría con él. Luego de eso se apartó y lo vi conversando con otras chicas.

«Vaya que es rápido este chico, creo que se eso se trata su "disfrutar la vida"».

Ahora libre de él y con mis amigos en la pista de baile, tenía el camino libre para acercarme a mi jefe. 

Logré divisarlo entre un grupo de gente. Yo pretendía acercarme y agradecerle la consideración de haberme invitado siendo solo una practicante y esperaba que con eso pudiéramos entablar alguna pequeña conversación.

Sentía que las piernas me tiritaban, comencé a caminar más lento, a repasar en mi memoria las palabras que tenía planeadas. Parecía que mi corazón se iba a salir de mi pecho y que no sería capaz de pronunciar una sola sílaba, pero sin darme cuenta ya estaba a un par de metros de él.

De pronto algo cambió todos mis planes, dejándome sin ser capaz de hacer nada. Una chica alta, morena, de cabello largo se acerca a él pero eso no era lo malo, sino que llevaba el mismo vestido que yo. 

Hasta que te enamores de mí #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora