Pasa por nuestro lado sin detenerse a mirarnos, como si nosotros fuéramos dos desconocidos. Esto había sido tan inútil como todo lo que Chica enamorada había hecho, con una sola salvedad: había puesto en juego mi puesto de trabajo, pues me había quedado fuera de mi horario en la cafetería supuestamente "coqueteando" con Sebastián.
―¿Por qué hiciste eso? ―reclamo a Sebastián ―ahora quizás qué va a pensar de mí.
―Es un recurso que no habías utilizado ―responde serenamente ―además ya lo habíamos conversado.
―Esperemos que este recurso no utilizado no me cueste el puesto de trabajo ―increpo ―eso lo conversamos cuando yo estaba ebria. Pero ya había desistido de hacerlo porque no quería que Matías se llevara una mala imagen de mí. Mira lo que has causado ahora.
―Quédate tranquila, no va a pasar nada.
―Por tu bien y por el mío, eso espero.
Me alejo y retorno a la oficina. Pienso en la estupidez que acabo de hacer. Quisiera echarle la culpa a Sebastián sobre esto, pero sé perfectamente que no es él quién tiene la culpa, al menos no toda. Si tan solo yo hubiese vuelto a la oficina a la hora que correspondía, con mis compañeros, nada habría pasado. Lo peor es que estoy segura de que Matías jamás podría sentir celos de mí, mucho menos sabiendo que él está interesado en otra mujer. Nada de esto tiene sentido.
No veo a Matías durante todo lo que queda de día, está enfrascado en reuniones y entrevistas de trabajo con gente que postula a la nueva sucursal de Ryts. Decido que debo irme pronto antes de que se desocupe, no quiero que él tenga oportunidad de verme. Así que cuando faltan diez minutos para la salida, comienzo a arreglar mis cosas para irme.
La secretaria de Matías, se acerca para decirme que él me está esperando en su oficina, que vaya antes de irme. Al escucharla, no puedo dejar de pensar de nuevo en mi mala suerte, otra vez yo y mi destino jugándome en contra, aunque era algo que se veía venir.
Sabía que esto no sería nada sencillo, de seguro me preguntaría por lo que vio, el beso con Sebastián. Pensar que me hablaría sobre algo de trabajo era poco probable. Es que él no tenía que haber estado ahí. Tal vez deba decirle adiós primer trabajo y bienvenida cesantía.
Me detuve ante su puerta, que estaba a medio cerrar. Sentía que mi corazón latía más apresurado que de costumbre, sin saber si era porque estaría a solas con él, o porque me quedaría sin trabajo después de esta conversación. Toqué la puerta con fuerza, no quería que pensara que le tenía miedo. Su voz sonó grave desde el otro lado invitándome a pasar.
Entré y sin mirarme me pidió que me sentara frente a él. Quería dar un respiro profundo para calmar los nervios, pero hacerlo me dejaría en evidencia. Así que opté por no hacer nada, mirar las paredes, mirar el techo hasta que el incómodo silencio que había en su oficina se interrumpiera por uno de los dos.
Se puso de pie y se dirigió a cerrar la puerta de la oficina, que yo había dejado abierta conociendo su costumbre de no estar a solas con nadie en la oficina a menos que estuviera la puerta abierta. Un resguardo estúpido que mantenía para que todos vieran lo correcto que era. Sabía que esto no era una buena señal, peor aun cuando lo vi colocar el seguro a la puerta. No pude evitar abrir enormemente los ojos.
—¿Eso es necesario? —pregunté.
Me estaba sintiendo realmente intimidada por aquel hombre, más ahora que se acercaba a mí. Sentada como estaba, él se veía aún más imponente, más atractivo.
—Me habías dicho que no tenías novio —reclamó Matías.
—No lo tengo —respondí.
—¿Y qué hacías con ese chico en la cafetería? —interrogó.
—Él... es solo un amigo—. Mi respuesta fue tan estúpida como obvia.
—¿Amigo? ¿Crees que soy tonto? ¡Se estaban besando! —increpó mi jefe.
—Somos amigos con... algunos beneficios —agregué —no sé por qué tengo que decirle esto a usted —intenté defenderme.
—Porque te vi, porque soy tu jefe y quiero saber con qué clase de personas trabajo, quiero lo mejor para mi empresa, tú ya deberías saberlo.
—Lo siento, solo nos dejamos llevar, le aseguro que no volverá a ocurrir —prometí.
—No es eso lo que me importa. Él te puede hacer daño, lo he visto con otras chicas. No es un hombre para ti, mírate y míralo, ambos son de mundos tan distintos.
—Discúlpeme, señor Hidalgo, pero ese no es su problema, ya le dije somos amigos, no hay otro tipo de sentimientos entre nosotros. Si él quiere estar con otra yo lo voy a entender y si yo quiero estar con otra persona, él también lo va a entender. Creí que conocía el significado de las relaciones contemporáneas. Pero a mí sí me queda una única duda, no entiendo esta conversación sin sentido que estamos teniendo.
—Tú podrías estar con alguien mejor, yo solo me estoy preocupando por ti. Eres una buena persona, pero tal vez un poco ingenua. Podrías estar con alguien que realmente ames y que te ame a ti también. No con un chico que está con una y otra mujer. No es lo que te mereces.
—Esa persona mejor que yo amo, no me quiere y si no lo tengo a él, de momento no quiero a nadie más.
—¿Entonces por qué te besabas con tu amigo? Explícame, pues no entiendo, suenas tan contradictoria —me reprocha.
—¿Es que no lo entiende? Pensaba que con tantos títulos y empresas en su poder ya lo habría percibido. Estoy sola y una persona siempre necesita afecto. Yo, como mujer necesito de alguien que me abrace, que me mime, que me cuide, que me bese y que me haga el amor de vez en cuando, aunque no sea amor lo que haya entre nosotros. Simplemente necesito eso ¿Acaso usted no lo necesita? ¿No me dijo que le interesaba alguien?
No sabía de dónde salía la fuerza para decir semejantes palabras. Lo más probable es que todo lo que le estaba diciendo provenía de la frustración que sentía por tanto tiempo intentando llegar a él inútilmente. Tal vez me había excedido en lo que dije, pero era un alivio poder hablar claro por una sola vez con él. Los ojos de mi jefe mostraban su evidente perturbación. Pero respondió con su típica calma autoritaria.
—Podría ser otra persona, no él. Insisto, él no es bueno para ti.
—Usted no tiene por qué saber lo que es bueno para mí. Claro, porque me ha llevado a casa un par de veces y porque es mi jefe, se siente con el derecho de decir lo que debo hacer —alegué.
—Solo intento ayudarte, hacerte ver que mereces alguien mejor.
—¿Y qué vendría siendo lo mejor? ¿Alguien como usted?
Lo miré directo a aquellos ojos destellantes que me encandilaban, con la fuerza del deseo ardiendo en mi interior, sin medir la furia de mis palabras, por supuesto que me descolocaba que él, mi correcto jefe me reclamara mis aventuras con mis amigos.
*******En un rato más subo el siguiente capítulo, así que atentos, porque trae algo que no se esperan.
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Hasta que te enamores de mí #1
ChickLit¿Cuántas locuras estarías dispuesta a cometer para conseguir enamorar a quien no debes? Catalina llega a hacer su práctica profesional a una conocida empresa de su ciudad. Ilusionada con este logro, sabe que debe hacer todo bien y se esfuerza en el...