Siete

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Se acercó a Matías y le dio un beso en la mejilla, como si fueran muy cercanos. Ella no paraba de sonreír y coquetear. Yo miraba atenta la escena con algo de recelo. Me parecía haberla visto alguna vez en la empresa, pero no en mi área. Él no dejó su frialdad en ese momento y se alejó rápido de ella. Al menos eso fue un alivio. Yo seguía paralizada sintiendo que hacía el ridículo vistiéndome de esta forma para tratar de que se fije en mí. Realmente había cometido un grave error.

Miré a la chica cuando pasó por mi lado, de solo verla supe que no tenía nada más que hacer en el lugar. Mi jefe se había desecho rápido de ella ¿Qué más quedaba para mí entonces? Con suerte me diría: "buenas noches, Catalina".

Sentí ganas de escapar, alejarme de todo, volver a casa como la fracasada que soy. Quizás estaba exagerando, ni siquiera había tenido el valor de acércame a él y decirle lo que tenía planeado, ver su reacción y luego hacerme una idea, pero ya no tenía valor para ello. Me había hecho demasiadas ilusiones con algo que era un caso perdido. Ya sabía que mi suerte era mala y, ahora con esto, confirmaba que era la peor.

Recordé que no podía irme porque les había dicho a mis amigos que me iría con ellos y no quería arruinar su noche también. Con la mía bastaba y sobraba.

Decidí no decir nada de lo que pensaba, no tenía ganas de quedar mal con ellos también, así que fui a la barra y pedí un trago para pasar las penas. Dicen que eso ayuda a veces y yo estaba segura que me podría aliviar en ese momento.

Luego de pedir mi trago quise apartarme de la fiesta, para que nadie me preguntase nada, ni sentirme obligada a sonreír cuando no quería, así que fui a la entrada. Un pequeño grupo de chicas estaba fumando. En momentos como este desearía ser fumadora para poder justificar que me aparto de todos, pero ni modo, al menos ahí me sentía algo más tranquila.

En mi cabeza daban vueltas muchas ideas, más de las que quería pensar. Sabía que si lo amaba no debía ser más que de forma platónica. Los hombres como él no se fijan en mujeres como yo. El cliché de la chica enamorada de su jefe, teniendo encuentros prohibidos en la oficina, de seguro no era parte de mi vida. Pero no, yo lo quería para mí, en mi mundo, en mi realidad. Tal vez había algo de masoquista en mí, pero quiero con todas mis fuerzas estar con ese hombre.

—Señorita Catalina ¿Qué hace acá?—. La voz de Matías interrumpió mis pensamientos.

Tragué saliva, di la vuelta e intenté sacar la voz. Estaba aquí, justo a mi lado y yo, solitaria y pensando en él. He escuchado decir que la mente es poderosa, cuando piensas mucho en alguien, aparece. Ahora creo que es verdad, aunque podría ser una simple coincidencia. Tal vez las cosas no tenían que ser como yo las planeaba, quizás simplemente tenía que dejar que todo ocurriera.

—Estoy... yo... Lo que pasa es que me sentía algo... ahogada adentro, necesitaba respirar —respondí dubitativa y con timidez.

—No debería estar sola acá si se siente mal.

—Sí, lo sé. Pero no quiero estar en la fiesta —afirmé.

Me costaba creer que él, mi jefe, el increíble y guapísimo señor Hidalgo estuviera preocupándose por mí.

—Entonces debería irse.

—Lo pensaré —afirmé y sonreí.

—Nos vemos el lunes, Catalina—. Sin dejar que respondiera, se alejó. Caminó hacia un hermoso auto negro, que estaba a algunos metros del lugar. Yo, lo seguí con la mirada, sin poder despegar mis ojos de su cuerpo que, pese a la oscuridad, aún me parecía maravilloso.

Estaba completamente embobada con aquella fugaz y sencilla conversación. Es posible que solo lo haya hecho por cortesía, pero tenía la opción de no hacerlo, de mantenerse indiferente como siempre. Al menos una vez, por muy insignificante que fuera, había mostrado un dejo de preocupación por mí y ese pequeño gesto, donde la frialdad de su mirada pudo desaparecer y transformarse en alguien atento, había hecho que mi noche volviera a cobrar sentido.

Tal vez él no buscaba a una chica superficial y con una belleza de modelo. A lo mejor, en este momento lo que necesita es a alguien que se preocupe por él, alguien que vea bajo esa facha de "manda más", de inquebrantable emoción, una persona que aún sufre y que necesita ese afecto que nadie le da por estar en un lugar inalcanzable para muchos y porque él mismo no lo permite.

Yo estoy dispuesta a ser la mujer que necesita a su lado, seré quien lo ayude a derrumbar esa tristeza interior, esa coraza que lleva puesta para que nadie sepa realmente cómo está. No obstante, existe un único y pequeño detalle ¿Cómo es que yo voy a conseguir todo eso?

Volví a entrar. Mis amigos habían vuelto a sentarse y a beber, así que decidí acompañarlos. Junto con ellos estaba Sebastián. Quien al verme me invitó a bailar. Esta vez no lo quise rechazar, ya me sentía mejor y ahora quería disfrutar de la fiesta, beber para celebrar mi pequeño logro.

La música era perfecta, todos reían y disfrutaban. Ahora veía lo impresionante que era trabajar en Ryts, por la cantidad de gente que había asistido, no era extraño que alguien hubiese escogido el mismo vestido que yo, pero eso ya no importaba.

—¿Cómo vas con el chico que te gusta? —preguntó Sebastián.

—Igual, sin mayores avances.

—¿Y qué has hecho para conquistarlo?

—No mucho, en realidad. Pensaba que esta noche— Me detuve, no quería que supiera de quién estaba hablando—. Bueno, tú sabes, pero no resultó.

Continué bailando con Sebastián. Nuestros amigos habían vuelto a la pista y estaban a nuestro lado. Nada había resultado como yo lo había esperado, pero al menos estaba con alguien que me agradaba. Recordé los consejos que me había dado hace algunos días atrás y se me ocurrió pedirle un nuevo consejo.

—Seba ¿Cómo puedo conquistarlo? Sabes, él no es un hombre sencillo de conseguir y yo no soy precisamente una reina de belleza.

—No estoy de acuerdo con eso, eres linda, distinta al resto de las chicas y eso se valora. Ahora si quieres un consejo, no intentes ser otra, no cambies tu forma de ser. Mientras más natural seas, es mejor, eso si quieres una relación estable.

—Claro que lo quiero, pero ¿Qué más puedo hacer?

—Eso depende de ti.

—¿Cómo?

—Piensa en algo que lo obligue a ver lo hermosa que eres por dentro y por fuera, demuéstrale que él es importante para ti y que estás dispuesta a hacer lo que sea necesario para estar con él. En pocas palabras juégatela y si pierdes el juego, al menos sabrás que hiciste todo lo necesario para ganar. Y si él, con todo eso, no se fija en ti... pues aquí tienes a tu servidor.

No pude evitar reírme con esa última frase, era como sacada de una canción de Arjona, precisamente un cantante que nunca escucharía de no ser porque sus canciones son una plaga y parecen estar en el aire.

Luego de unas horas de baile, mis amigos decidieron irse y yo con ellos. Ahora tenía una nueva misión: pensar en cómo jugármela por Matías, en cómo demostrarle que soy la mujer que necesita y que soy capaz de todo con tal de estar con él.

«Un momento... ¿Soy capaz de todo? Creo que eso se está por ver».



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Hasta que te enamores de mí #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora