Diesiséis

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Tal como lo había planeado, me detuve algunos días para poder analizar si lo que he estado haciendo es lo correcto o no. Tal vez Matías definitivamente sí es un hombre inalcanzable y quizás lo mejor es dejarlo donde está: siendo un amor platónico. Sin embargo, hubo algo que me hizo volver a pensar como antes.

Había decidido cerrar mi cuenta de correo electrónico de "Chica Enamorada", hasta un día en la noche entré decidida a terminar con estas locuras y  de pronto, sin imaginarlo siquiera, me encuentro con un mensaje de Matías.

Tenía dos opciones, eliminarlo junto con mi cuenta, olvidarme de todo y continuar mi vida o leerlo y ver qué era lo que tenía para decir me querido jefe.

Además de tener la peor suerte del mundo, de ser una mujer muy torpe, tenía que sumarle otra virtud: ser la mujer más curiosa que puede haber. 

«Bueno, tal vez no sea la más curiosa, pero no puede evitarlo»

Si había una pequeña esperanza de que él me quisiera, de haber tocado ese frágil corazón, yo estaría dispuesta a continuar, volver a jugar todas mis cartas para poder, algún día estar con él.

Leí su mensaje:

"Agradezco que no sigas con esto. Lo que hacías era incorrecto".

Miré la fecha y hora de envío y había sido hace algunas horas atrás. ¿Por qué me había mandado ese mensaje? ¿No era más sencillo quedarse callado? ¿Acaso me está extrañando?

Juré que no iba a rendirme hasta que él se enamorara de mí, que lo conseguiría cueste lo que cueste, pero en uno de mis arrebatos de madurez extrema había decidido que esto tenía que detenerse.

¿De qué me servía hacerme la madura si el hombre que quiero no está conmigo? No, yo tengo que seguir intentando, no puedo detenerme. Este mensaje lo único que hace es recordarme que él va a ser mío en algún momento.

A partir de mañana, vuelvo a mis métodos de conquista, no voy a dejar que piense que me rindo tan fácilmente.

Después de leer ese mensaje cierro el correo y reviso mi cuenta del banco. Veo que aún hay algo del dinero de mi sueldo. Luego reviso otra de mis tarjetas y veo que mi línea de crédito tiene bastante cupo.

Decido salir de compras para renovar mi ropa de trabajo. Compro algunas faldas y blusas, algo que me haga lucir más profesional y madura, para que él se quite un poco la imagen infantil y torpe que tiene de mí. Quiero verme distinta para él, que al menos se detenga a mirarme.

No soy muy amiga del maquillaje pero decido comprar algunas cosas para arreglarme. Me digo a mí misma que esta será mi nueva imagen profesional. Estoy en una gran empresa, donde mi jefe siempre está arreglado a la perfección. Si yo quiero ganarme un espacio en la empresa tengo que preocuparme de mi presentación personal también.

Luego de mucho andar en el centro de la ciudad, me encuentro con una florería y recuerdo de aquella antigua idea que nunca llevé a cabo. Decido entrar a hacer algunas consultas.

—Hola —digo a una de las vendedoras.

—Hola, ¿en qué te puedo ayudar?

—Leí que ustedes tienen despacho a domicilio.

—Sí, cualquier día de la semana.

—¿Incluso mañana que es domingo?

—Sí.

Era la respuesta que necesitaba oír. Consulté algunos precios y miré distintos arreglos florales y luego escogí una tarjeta para agregarla. Estaba dispuesta a escribir, cuando recordé que Matías podría descubrirme por la letra, bastaría ver alguno de mis apuntes en la empresa y todo se acabaría para mí.

—Te puedo pedir un último favor.

—Sí, claro, no hay problema.

—¿Podrías escribir tú la tarjeta? Es que tengo mala letra y mi ortografía apesta —mentí—. Es un mensaje breve.

La chica me miró extrañada pero accedió a mi petición. Al parecer no había sido muy convincente, pero al menos me ayudaría. Mientras cancelaba me puse a pensar en lo que podría a la tarjeta.

Luego de eso, la chica preparó el arreglo y nos dispusimos a escribir la tarjeta.

«No pienses que desisto tan rápido. Creo que eres demasiado serio y que a tu vida le hace falta algo de alegría. Espero estas flores llenes de color tu vida. Ya sabes quién soy».

La vendedora se sonrió al escribir mi mensaje, pero no dijo nada. De seguro este tipo de cosas son más comunes en los hombres. Era extraño pensar en mandarle rosas rojas a Matías, hasta yo misma me reía de esta loca idea, pero me sentía genial de poder, de alguna forma, expresar lo que siento por él, aunque él aún no me corresponda.

—Mañana, como a las 10 de la mañana tu pedido estará en la dirección que nos diste.

—Muy bien —dije entre risas—. ¿Y si no hay nadie en la casa?

—El repartidor volverá más tarde, si luego de eso no hay nadie, te llamaremos.

—Me parece perfecto. Una última cosa. ¿No le dirán quién lo envió?

—Tranquila, no hay problema, si quieres mantenerte en incógnita está todo bien. Solo guardamos tus datos en caso de que no haya nadie en la casa del destinatario.

—Genial. Muchas gracias, te pasaste.

Me despido de la chica y me voy con una enorme sonrisa en el rostro, imaginando la cara que podrá Matías al recibir el enorme ramo de rosas rojas que escogí para él.

A la mañana siguiente, despierto temprano, tomo desayuno y me dedico a trabajar en mi tesis, así aprovecho de esperar la llamada de confirmación de la entrega de las flores sin impacientarme. Pasadas las 10:30 la llamada de la tienda me indica que mi pedido ha sido recibido satisfactoriamente y que me envían la copia del recibo por correo electrónico para que la revise.

Abro mi mail, para poder ver la firma de Matías en el recibo, pero mi sorpresa es grande al darme cuenta de que la entrega del ramo de rosas está firmada por una mujer: "Fernanda Acosta".

Mi mundo se derrumba y me empiezo a plantear una pregunta ¿Quién es Fernanda Acosta?

Las posibilidades son muchas, podría ser alguna asesora del hogar, alguien de su familia, o de la familia de su esposa, alguna amiga ¿Una nueva novia?

Esa última opción me derrumba, me hace pensar en lo ridícula de mi actitud. Pero ahora debo averiguar quién es esa mujer que firma el recibo.

Hasta que te enamores de mí #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora