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No veo nada, pero oigo murmullos, no estoy soñando, abro los ojos y noto como el colchón vibra.

Alargo la mano, pero no encuentro el cuerpo de Harry.

Me inclino y enciendo la luz. Encuentro a Harry agachado rebuscando en el colchón.

-¿Harry?

Levanta la cabeza y me mira.

-No encuentro mi teléfono, creo que lo llevaba en el bolsillo.

-Tu teléfono está justo ahí.- le señalo la estantería, antes de quedarse durmiendo se lo saqué del bolsillo para dejarlo allí.

Se gira y mira la dirección en la que señala mi dedo. Se levanta y va a por el.

-¿Qué hora es?

-Casi las 6, hora de ir a correr, y tú vienes.

¿QUÉ? Casi me descojono ahí mismo, yo, la mismísima Christina, corriendo, a las 6 de la mañana, ni aunque venga un Tsunami y tenga que salir corriendo.

-Ja ja, ¿siguiente chiste?

-Vamos. -dice en tono serio.

Ni de coña, me vuelvo a acostar y me tapo hasta la cabeza. De aquí no me mueve ni Dios. Pero ni Dios me salva, en segundos ya estoy colgada en un hombro y me dirijo hacia el baño colgada. Me deja sobre el lavabo y cierro los ojos, no puedo ni abrirlos del sueño que tengo, pero el insiste y me pasa una toalla húmeda por la cara.

Suspiro, no me salvo.

Me besa y sonríe, se está divirtiendo con mí desgracia. Media hora después, vestida con unos leggings grises y una camiseta blanca, me pongo mis zapatillas de deporte en el suelo y me levanto para poder recogerme el pelo en una coleta. Necesito desayunar, bajo corriendo hasta la cocina, donde está Harry sentado en su taburete, inclinado hacia la mesa y los codos apoyados mientras desayuna. Lo miro...lo miro y solo puedo pensar en la forma en que sus músculos se ven en esa posición. Después del desayuno salimos a calentar con una pequeña ruta de 10 minutos andando, me preparo mental y físicamente para lo que está por llegar, espero tener que correr mucho. Pero me doy cuenta de que no, llevamos corriendo más de 30 minutos sin parar, ni una pausa. Me arden los pulmones y estoy hecha un perro jadeante, no puedo con mí vida. Me he parado mil veces, soy una floja, odio correr.

-¿Te encuentras bien?

Me toma un momento poder hablar.

-Sí, claro.

Pero ese "Sí, claro" se convierte en un "Sigue tu, te espero aquí sentada". Estoy muerta, completamente. Lo de correr no es lo mío, mi resistencia es del 5%, me bebo la botella de agua entera y respiro profundamente.

Miro el reloj, 20 minutos y Harry no ha vuelto. 25...30...35...40, ¿dónde se ha metido?

Me levanto del banco y busco por el parque. 5 minutos después aparece por el final, corriendo, hasta que se para enfrente mía. Ni rastro de cansancio, respira fuertemente pero no está por el suelo como yo hace 40 minutos.

-Terminé. -anuncia, genial, ya podemos irnos, necesito ducharme porque estoy sudando como una cerda.

-¿Estamos cerca de casa?- el sol está empezando a picar y mi espalda pide a gritos que ni un rayo de sol la toque. Sigo teniendo la espalda como un tomate.

Parece que Harry lo ha entendido y sugiere volver a casa en taxi.

Durante el camino a casa Harry me acaricia, los brazos, los muslos, yo le pongo la mano encima y le miro, está contento, pero sé perfectamente lo que quiere. Es un hombre sexualmente muy activo, y le entiendo, desde que le conozco mi apetito sexual ha aumentado un 90%, por no decir un 100%. Me siento exhausta en el sofá, después de nuestra pequeña sesión de sexo en la ducha, no hay manera de que nos quitemos las manos de encima.

Se sienta a mi lado con un bol de uvas con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Por qué estás tan contento?- le robo una uva y me la meto a la boca.

-Pues...- se come una uva.- No lo sé. -encoge los hombros.

-¿Cuál es tu fantasía sexual?

Me mira rápidamente, le ha sorprendido mi pregunta, a mi también, no entiendo porque la he hecho.

-¿Quieres saberla?

Asiento.

-No tengo una en concreto, todo lo que tenga relación contigo me pone muchísimo. Me encanta follarte, es la cosa que más me gusta en el mundo, ver tu cara cuando te corres es mi mayor placer.

Trago saliva.

-La primera vez que te vi, solo podía pensar en darte placer, tenerte debajo mía y escuchar tus gemidos. Eres la persona que más he deseado en mí vida.
¿Quieres que te enseñe una de mis fantasías?

Vuelvo a asentir, no tengo palabras.

Se levanta y me ofrece la mano.

-Ven.

Le agarro la mano, me lleva hasta el dormitorio y me deja en el medio de la habitación. Desaparece en el vestidor, me miro las palmas de las manos, estoy nerviosa. Vuelve a aparecer, lleva algo en la mano, llega hasta mi y se pone enfrente. A escasos centímetros, me acaricia suavemente los brazos y me besa, su cálida lengua toca la mía y ya estoy en las nubes. Baja su cabeza por mi cuello, lamiendo cada centímetro de mi piel.

-Cierra los ojos.- su voz me caliente aún más, me encanta, me pone muchísimo.

Los cierro y a continuación siento que algo me cubre los ojos.
Un pañuelo, lo ata detrás de mi cabeza y lo deja ahí.

-No muevas las manos.

Aprieto los muslos. Lo escucho sacar algo más del armario, llega hasta mí y me empieza a atar el pecho con una suave cuerda, no tengo ni idea de que está haciendo, da vueltas sobre mi torso y hace un nudo detrás de otro. Me lleva las manos hacia detrás y me las ata, estoy inmovilizada.

No llevo pantalones, llevo ropa interior y el sujetador. Sus manos suben por mis piernas, entran por debajo de mi ropa interior y solamente me acaricia, pero el simple roce me tiene ardiendo.

-¿Qué quieres que te haga?- dice mientras uno de sus dedos llega hasta mi clítoris y lo acaricia.

-Lo que quieras. -jadeo.

-Hmm...- su boca se posa sobre mis bragas haciendo un lento y de lo más placentero camino hasta mis pechos. Me quita el sujetador y su boca caliente me hace perder la cabeza, estoy mareada, creo que si ahora mismo tuviera que andar me caería.

-Me encantaría poder tomarme mi tiempo para comerte, pero voy a explotar y lo necesito ya.

-Hazlo. -digo jadeando, hazlo ya o yo también explotaré.

Lo escucho quitarse la ropa y tirarla al suelo, el sonido de el envoltorio de un preservativo.

Se coloca, la cama se hunde bajo sus rodillas y me agarra la cintura. Su cabeza vuelve a estar a mi altura, su respiración choca contra mi cuello.

Sus dedos buscan mi entrada, y luego es su pene el que lo hace. Solo el roce, pero ya me tiene gimiendo su nombre. Pero casi me quedo sin respiración cuando la mete de un golpe. Poco a poco, se balancea y me agarra de la cara.

-Así cariño. 

Gimo y le llamo, le necesito y le deseo.

El ritmo es casi doloroso, me está penetrando con todas sus fuerzas, no puedo parar de jadear, me muerdo el labio y trago saliva. Por fin le oigo gemir, le está llegando, puedo sentirlo palpitar y nos fundimos en un beso.

Suelta un grave gemido y con una ultima estocada, me uno a su éxtasis.



Naughty (h.s) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora