Días duros.
Nos revuelcan el sentido como una ruleta rusa.
Días, horas, minutos de silencio en el cual el sonido que nos envuelve nos escandaliza, haciéndonos querer nacer sordos antes que seguir soportando el chirrido.
Chirrido.
Al igual que las uñas afilándose, desgarran nuestro animo como una fina tela, sacando con extremo cuidado hilo por hilo, grito por grito.
Tal vez no pueda hablar
Tal vez la sensación nos pesa como dos anclas que nos arrastran a lo mas profundo del océano en el que llamamos estrés.Oh, estrés.
Profundo y oscuro, no quiero que la simple yema de las manos blancas que anhelo toquen tu orilla.
No lo toques, si él no te toca.
No lo llames, si él no te suplica.No hagas un sólo ruido dentro de su felicidad, porque estrés.
No mereces estar en su mente.
¿Qué ocurrió con los viejos tiempos en el que la humedad sólo provenía de la alegría?
Yo quiero devolverte esa alegría tal como tu me devuelves la fina sonrisa en los labios mios.
Labios que nadie ve, y que nadie siente más sinceramente que tú.
Estrés. Quiero defraudarte. Y mandarte muy lejos con tus anclas al basto charco que llaman Atlántico, y no vuelvas más.