XXXVIII. Desvelo

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Temo por que llegue la noche. Temo por la mayoría de las cosas que pasan por mi, pasan frente a mi, pasan sin ser, pasan sin permitir. Temo por la manera en que las sabanas me arropen y los recuerdos hagan huecos en mi. Temo cada vez que veo la hora y el sol se apaga, y la noche es larga. Temo por aquellos ruidos, sensaciones, palabras, que me hagan recordar, que me hagan pensar. Temo por la vida que tuve, la vida que tengo, la vida que tendré. Temer, es algo con lo que he lidiado sola, y a veces, me enredo. A veces voy al baño en las noches y me sonrió en el espejo. A veces, no. Sólo sonrío, y las lagrimas bajan. Bajan sin permiso, las lagrimas salen, sin querer. Porque lo permito. Porque a veces, sólo tengo mis manos para sostenerme en el suelo. A veces me tengo que recordar estar bien. A veces sólo me tengo a mi. Siempre me tengo a mi. Y no tengo problema con ello. Pero cuando a veces quieres reposar la cabeza en algo, alguien, suave, protector, presente, me encuentro conmigo. Y temo ¿por qué tengo este dolor que me hace escribir con temor? Tengo que tomar aire, y abrazarme por completo, entre la oscuridad que nadie conoce, y mi mente que me hace sentir tan vulnerable. Dios, por favor, no pido nada más, que dejar de sentir el dolor que yo misma pueda sentir. A veces me siento sola, me siento confundida, a veces, sólo quiero sentir. Poso mi mano en mi mejilla con desespero en silencio, cierro los ojos, y sólo me tengo a mi esta noche para acariciar ésta. Así que sólo me siento, y me pregunto. Me recuerdo. Odio recordar. Amo añorar. Y sólo deseo con todo lo que soy, volver a tapar este dolor en las noches. Mis manos me tiemblan y mis ojos no me permiten ver mientras escribo. He pasado meses dejando de pensar que es gran cosa, pero sólo lo ignoro. Sólo me aprieto los brazos y me grito en silencio que basta. Basta con sólo esperar el sueño en la madrugada. Estoy siendo fuerte. Estoy siendo yo. Pero qué tan duro ha de ser uno, que cuando lo suave no es suficiente, desespero por suavidad. Quiero olvidar. Quiero olvidar esta horrible sensación. Y la música está allí, pero a veces, me alimento de ella. A veces, no sé por qué, prefiero sentirme segura, pero no he tenido noche a salvo de esta sensación, y estas a tu derecho a saberlo. El cuarto se hace estrecho, y a veces sólo poso mi cuerpo en la pared, y hasta que el dolor de cabeza pase, me duermo. Dormir, ya no es para mi, un descanso.

Se ha vuelto un temor, que viene y va, pero sólo estoy yo para tenerlo presente.
Para aferrarme.

Después de tanto aferrar, ya no sé qué sentir. Ya no sé qué es dormir.

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