Me llevaste a tu casa cuando cumplimos nuestro primer aniversario. Las cosas marchaban a la perfección, y yo no podía estar más feliz. Le había entregado mi vida al hombre ideal. Al menos era lo que yo pensaba.
Después de comer pizza y jugar videojuegos en la sala, me tomaste de la mano y subimos a tu habitación. No era como si yo no hubiese estado antes ahí, pero en ese momento se sentía diferente.
Al entrar a la habitación, todo estaba normal y una punzada de decepción se instaló en mi pecho. Esperaba algo especial, tal como la ocasión. Como siempre lo hacías.
Tus manos me envolvieron en un abrazo por la espalda, y sentí tu sonrisa en la coronilla de mi cabeza.
Apagaste la luz de la bombilla y mi cara seguro se volvió un poema cuando vi en el cielorraso sobre la cama una gran cantidad de estrellas fluorescentes de forma que se leía un «te amo, Pétalo» escrito con ellas.
—Consideré incorrecto colocar pétalos de rosa en la cama —dijiste y yo reí.
—Esto está más que perfecto —murmuré junto a ti.
Me giré y mirándote a los ojos te dije que también te amaba y que eras lo mejor que me había pasado.
Fue entonces cuando nuestras bocas se unieron y nuestras lenguas empezaron a danzar una al ritmo de la otra, encajando de manera perfecta. Coloqué mis manos detrás de tu cabeza y tú posaste las tuyas en mi cintura. El momento no podía estar más completo.
El ritmo y la intensidad aumentaron, y el calor corporal que emanábamos era inigualable.
Te deseaba.
Te necesitaba.
Te anhelaba.
Y entonces saqué tu polera por sobre tu cabeza, volviendo a unir nuestros labios de inmediato. Tú desabrochaste los botones de mi vestido por mi espalda con tus dedos torpes por la adrenalina sin dejar de besarme. Lo saqué por mis pies, quedando en interiores frente a tus ojos.
Me escaneaste.
Me miraste con intensidad, tus ojos brillantes de deseo.
Lo peor de todo es que me sentí lujuriosa y mordí mi labio inferior, sintiéndome un monumento el cual admirabas con asombro y pasión.
Quité tus pantalones con manos temblorosas, consciente de lo que estaba a punto de suceder.
—¿Estás segura de esto, Pétalo? —Me preguntaste con interés.
Yo asentí como tonta al fin, sin saber que le entregaba mi cuerpo a alguien que no lo merecía. Porque mi corazón ya era tuyo.
Y me entregué a ti, en el ritmo constante y lento del amor, donde nuestros gemidos era la música que nos acompañaba y el sudor de nuestros cuerpos se volvía uno.
Te di la oportunidad de oro. Perdí mi virtud contigo y no lo supiste valorar. Te entregué todo de mí, y yo misma me guié a mi propia destrucción.
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Notas teñidas de sangre © [Notas #1]
Ficción GeneralPrimer libro de la bilogía «Notas». Aclaración: la segunda parte la pueden encontrar accediendo a mi perfil, estando como «Notas impregnadas de olvido © [Notas #2]». * «Él ya no está, y ella escribe con el corazón en la mano, mientras tiñe las notas...