Capítulo 8

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Definitivamente Christian iba poner un pestillo a la puerta.

- Hola Ros... - La voz del Sargento Grey, salia cautelosamente.

Ros Bailey, la hija de unos de los Almirantes más reconocidos a nivel nacional y amiga des de la infància de Christian.

Ana no sabía quién era y a quién conocía, porque seguramente ella no era tonta y se había dado cuenta de que la relación de compartían el Sargento Grey y la soldado Steele, se salía de los límites de lo profesional.

La señorita Steele se levantó lentamente del regazo de Christian, y dió varios pasos alejándose del escritorio, se sentía una puta, por lo que pudiese pensar la bonita chica que había delante suyo.

- No te preocupes por mí, sigue sentanda en las piernas de Christian, yo sola venía a saludarlo, hola Christian. - Agitó su mano en modo de saludo, Ana no pudo esconder una sonrisa.

- Entra Ros... Y cierra la puerta. - Christian la invitó a sentarse delante de él, mientras que a Ana le indicaba qué se volviese a sentar encima de él.

- A sí que... - Comenzó hablar Ros, pero al ver que nada coherente le salía por la boca decidió cerrarla.

- Soy Anastasia Steele. - Dijo la soldado, rompiendo el incómodo silencio.

- Soy Ros, amiga del idiota donde estas sentada. - Ana sonrió, esta chicha no tenía pelos en la lengua. - ¿A sí que estáis saliendo? - La pareja se miró entre sí, saltaban chispas de amor entre ellos. - No hace falta que contestéis, vuestras miradas lo dicen todo.

Los dos volvieron a mirar hacia la bonita rubia que tenían delante.

- No puedes decir nada de lo que has visto aquí. - Christian se había puesto en modo Sargento, sus palabras salieron duras, confiaba en Ros, pero no quería que nadie ni nada estropease la relación que mantenía con Ana.

Porque en ese momento para él, ella era lo más importante de todo.

- Tranquilo no diré nada... Además eres mi amigo del alma, Petit Christian, aunque no entiendo porque...

- Pues porque... no podemos estar juntos, aún no. - Comenzó hablar Ana, sentía que podía confiar en Ros. - Yo no debería estar con mi Sargento y el no debería estar con una soldado...

- ¿Tú haces esto? - Ana asintió , la Señorita Bailey se quedó pasmada, su padre le había comentado que habían aceptado a las mujeres en la Marina, pero pensó que nadie se apuntaría. - ¿Se conocieron aquí?

- No, si, bueno es un poco extraño...

- He de irme. - Ros se levantó de la silla y se acercó a la parejita. Los abrazó bien fuerte, porque se compareció de ellos.

Vaya un amor a escondidos...

- Deberías ponerle alguna tipo de seguridad a la puerta, he sido yo quién a entrado, pero podría haber sido otra persona... - Les guiño un ojo a los dos, pero antes de salir... - Ana, cuida de Christian, y tú - Señaló al nombrado. - Hazle feliz.

Muy despacio cerró la puerta tras ella. Sonrió, cuando Bailey y Grey eran pequeños, esta siempre estuvo enamorada de él. Pero como en todos los libros o películas Christian siempre la vio como su hermana. Estaba feliz de que su "hermano" haya encontrado el amor.

Porque Ros Bailey lo encontró y como el de Christian también era un amor a escondidas...

***

- ¿Donde has estado, pequeña saltamontes? - Hannah levantó la ceja, y como siempre Ana se rió.

Hubo un día que estuvo diez minutos delante del espejo intentado levantar la ceja, pero por más que lo intentó no pudo.

- He ido a pasear, ha pensar...

- ¿En un chico a caso? - Se puso roja al pensar en Christian. -¿En Phil... Quizás?

- En ese no, no, no... - Ana pensaba rápido, para poner alguna excusa, porque ya se había puesto colorada, pero no por ese tal Phil. - Por mi padre, leí una carta de mi hermana y bueno... Hoy le contesté, le echo de menos. - Se encogió de hombres, para que aparentas que no era muy importante.

- Ah... Entendió... ¿Y Olivia, dónde está? - Preguntó su compañera.

- Ni idea... eso mismo te iba preguntar yo...

Las dos amigas no sabían donde estaba Olivia. Ella estaba en el campo de entrenamiento practicando, porque escuchó que unos de sus compañeros se burlaban de ella, por ser mujer y porque fue la última en llegar a la meta.

Y antes de irse de su pueblo, se dijo a si misma que nunca más se meterían con ella.

***

1 mes más tarde .

- ¡Moved el culo, par de gandules! ¡Joder, vamos más rápido! - Gritaba una y otra vez el Sargento Christian.

Estaban haciendo el mismo circuito, pero esta vez tenían que hacer el menor tiempo posible, que el día de ayer, y la persona que superaba su propio tiempo, se quedarían hacer 20 flexiones más tres vueltas a todo el campamento.

4 personas se quedaron y entre ellos estaban Phil y Hannah.

Ya por la noche y como todas la noches de los últimos días, la soldado Steele y el Sargento Grey se encontraban riendo, en su cabaña. Felices. Pero todo se torció rápidamente.

- Te echado de menos. - Dijo Anastasia.

- Pero si nos hemos visto está mañana... - Deposito un suave beso en la cabeza de Ana.

- Ya, pero esta mañana eras el Sargento Grey, a quién nadie le puede decir nada y ahora eres Christian, la persona de la cuál estoy enamorada.

- Sé que puedo ser un tirano, pero es mi trabajo. Sabes que te quiero ¿Verdad?

- Sé que me amas Christian y entiendo que es tu trabajo. Pero por un día me gustaría salir de aquí y pasear junto a ti de la mano, y gritarle al mundo que te amo, Sargento.

Se quedaron un momento pensando, Christian opinaba lo mismo que Ana, pero simplemente no se podía.

- Yo también quiero decirle a todos esos imbéciles que te miran el culo mientras corres que tu eres mía y de nadie más. Pero aún no se puede Ana.

- ¿Y cuando será Christian? Estoy cansada de esconderme. Pero entiendo la situación, si no fuera de esta manera nos echarían del Campamento.

Los dos se fueron de la pequeña cabaña confusos, irritados y enfadados. Tomaron caminos diferentes y los cuales eran más largos, hasta llegar a sus habitaciones.

Era jueves por la noche y hacía frío. Ana no llevaba jaqueta, pero no quería llegar a su cabaña. Quería pensar si su relación con Christian era lo más bueno, en todos los libros que había leído, los protagonistas acababan juntos y con muchos hijos.

¿Eso le pasaría a ella? No estaba segura. Amaba a Christian, lo amaba de verdad. Y sabía que era el hombre de su vida.

Se sentó bajo un árbol, un poco alejado de las cabañas, el lugar ya estaba totalmente oscuro. La luz de la luna se mezclaba con la luz artificial de las farolas...

- Debo tener paciencia. - Sus palabras quedaron suspendidas en el aire.

Sí debía tener paciencia, Roma no se construyó en un día...

Cuando Ana tuvo las ideas claras, se levantó con el propósito de ir a la cabaña del Sargento y arreglar las cosas. Era la primera vez que se habían enfadado, y por una tontería. Debía arreglarlo.

Una sombra se movió tras ella, notó la presencia, y comenzó andar más rápido.

- Nena, no te muevas. - La voz la reconoció al instante. Le puso una mano en el hombre y seguidamente notó una cosa puntiagunda. - No te muevas Anastasia. Hoy porfin serás mía.

La amo, SoldadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora