23. Algunas ocasiones le tememos a lo menos que debemos de temer.

124 17 0
                                    

Capítulo 23

El desmayo


Iba camino a casa todos listos ya en el camión. Eta vez Peyton y Leonor se sentaron juntas, yo me senté sola mirando por las afueras del bello paisaje: árboles, plantas, y un aire ligero que las hacía de un lado al otro haciéndolas perfectas sin arruinarlas.

Annie, se había ido con la directora pues es su familia, y si te preguntas que pasó después del abrazo de Tom, bueno, él me dejó en la entrada de la cabaña. En el trayecto ni uno de los dos habló, simplemente sonreíamos como tontos sin control, yo la miraba agachada y él observándome de reojo, sí, realmente fue incomodo, pero de la manera incomodes, más perfecta y hermosa.

No sabía en lo absoluto si ya éramos "novios", ¿y por qué aquel interés? ¡Maldición! En realidad me interesa, esta lógica no tiene para nada de, como la misma palabra lo dice, "nada de lógica". Solo la lógica perdida del gusto por alguien, o el cariño y amor que uno incomprensiblemente se tiene del otro. ¿Ahora las cosas seguirán del mismo modo o diferente? ¿Qué se supone que ahora vaya a suceder? Sin embargo, si nos vamos en el camino del pensamiento audaz, él no me preguntó nada sobre si yo querré ser su novia. Por el amor de Dios, eso no sucedió. Aun me sigo preguntando si nuestra relación para nada grata y disfuncional será diferente o peor. Para mí esto es un delirio completamente hecho.

El camión nos dejó en el estacionamiento del Instituto, al bajarme me despedí de mis amigas, y Annie nos alcanzó para despedirse, y bueno, Alexander, hizo lo mismo, él les dio aventón en su lujoso carro, en si es una picap roja, pero para él es como una limusina que presumir: se fueron con él Peyton y Leonor, mientras yo, esperaba a mamá.

Me encuentro en la esquina del estacionamiento, muchos ya se iban mientras yo opté por revisar mi celular, en sí, para ver si había un mensaje por parte de Tom; mis ojos se iban a deleitar al momento de leer el mensaje y sonreír como una niña estúpida que le gusta un joven un tanto impredecible e irrevocablemente hermoso en el sentido más precoz de aquellos ojos que muestra una alma oscura.

Sinceramente ahora no pensaba en mi madre, ¿qué es aquello tan duro que nos pega para ser tan atraídas por un hombre? ¡Lo amo-detesto! Pero este deleite de amor y gusto por este chico, se me tuvo que interponer a una fácil ramera, o bien, Dolores Umbridge, que de algún modo esta viste  "rockera" con mechas en su cabello de color verde, más bien, diría yo: moho. Levanto mi mirada para encontrarme con esa. ¡Por qué este dolor no me deja en paz! Y en verdad me causa dolores.

― Hola, bruja de la ouija ― como siempre, nunca le hace falta aquella voz de maldad e hipocresía de Ivonne. En verdad me da causa de dolores arteriales.

No dije nada al respecto solo quedé seria, como si me seriedad contestara su saludo maléfico.

― Qué no te quedó claro ― bramó.

Alcé las cejas, porque no sé a lo que se refería.

― No te hagas la maldita estúpida, eres una... ― sus labios fruncieron, caminó quedando muy frente a mí; mi corazón se aceleró del pánico ―. No te hagas la que no sabes nada, te dije que si te acercabas a él, te iba a ir muy mal, quieres jugar a esto, mocosa... ¡Por qué fregados te atraviesas! ― dio un respiro pesado, esta muggle se estaba exaltando, yo me exaltaba de la manera de miedo, solo quería salir corriendo y verme como la mariquita más miedosa. La mano de Ivonne llegó a mi cabello yo me hice para atrás, pero ella no me alcanzó para jalarme el cabello, solo apretó su puño, giró sus pies, se paró en seco y dio una media vuelta y me dijo: ― Cuidado, bruja de la ouija ― me previno, con la mirada más terrorífica.

Love, PotterheadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora