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Por fin estamos ya en casa, la gira de la Victoria ha sido espantosa, tener que ver a las familias de los chicos que murieron y que matamos durante los juegos es horrible.

Menos mal que Peeta estaba ahí siempre para ayudarme y apoyarme. Al volver de los juegos perdimos todo el contacto a pesar de vivir muy cerca, sólo cuando venía alguna cámara del Capitolio nos juntábamos para fingir lo felices que eramos. Una vez que se iban todo volvía a ser como siempre, cada uno por su lado. Pero durante la gira nos hemos unido, nos hemos hecho amigos.

Por las mañana tocaba leer un discurso escrito por Effie delante de toda la gente del distrito, por la tarde nos dejaban a nuestro aire. Peeta y yo aprovechábamos para escaparnos y ver el distrito a escondidas. Parecíamos dos críos haciendo alguna travesura, esperábamos a que los agentes que nos acompañaban estuvieran distraídos para escabullirnos, una vez fuera, dejábamos de contener la risa para soltarla libremente, cuando nos calmábamos íbamos a algún lugar tranquilo a relajarnos y hablar, al caer la noche, cuando la gente estaba ya en su casa, recorríamos el lugar. Paseábamos a nuestras anchas por las vacías calles y conseguíamos olvidarnos al menos por un momento del motivo de nuestro viaje. Llegábamos al tren en el último momento, desesperando a Effie y haciendo reír a Haymitch que conseguía sacarla aún más de quicio.

Si las mañanas eran malas peores eran las noches, tenía que enfrentarme a mis pesadillas. Todo lo que había conseguido olvidar durante la tarde venía con fuerza a desgarrarme en la cama, y ahí no tenía a Peeta a mi lado. A mitad de gira, una de las noches me desperté gritando como siempre, me dolía la garganta de tanto que había chillado, segundos después de despertarme alguien llamó a mi puerta, al abrirla me encontré a Peeta.

- ¿Estás bien? - me preguntó preocupado.

- No, pero tranquilo, es lo de siempre.

- Lo sé, pero esta noche has gritado más de la cuenta. Parecías más asustada.

- Perdón por despertarte.

- Tranquila, mis pesadillas suelen despertarme antes que las tuyas – dice con una sonrisa triste –. Hasta mañana Katniss, intenta descansar.

- Gracias. Espera – le digo al verlo marcharse – Peeta, tú ... ¿podrías quedarte conmigo? Un rato, hasta que me duerma, por favor – le suplico.

Él parece pensárselo un poco pero acepta, se sienta en la cama y yo lo obligo a meterse dentro a mi lado. Sé que no es justo, pero lo necesito. Sobrevivo a los discursos de la mañana, a ver las caras de los padres y hermanos de los tributos que murieron porque lo tengo a él, sujetándome.

Me cuelo entre sus brazos y él me acaricia el pelo, relajándome, y poco a poco me quedo dormida.

A la mañana siguiente me despierto por los golpes de Effie en la puerta. Me giro y me encuentro con Peeta que se despierta sobresaltado.

- Lo siento – me dice asustado – me iba a a marchar, de verdad, supongo que me quede dormido.

- No pasa nada – lo tranquilizo - ¿has tenido pesadillas?

- No. Ninguna ¿y tú?

- Tampoco.

Las siguientes noches, cuando se despedía de mí lo sujetaba de la mano y lo dirigía directamente a mi cuarto, sin darle opción a nada más. Y le pedí que se quedara toda la noche. Las pesadillas no venían teniéndolo en mi cama.

Lo único malo de que acabara la gira es que ya no tendría más a Peeta para alejar mis malos sueños.


Al entrar a casa mi madre y Prim me reciben con un gran abrazo. No me preguntan nada, ya se pueden imaginar lo duro que ha sido. Ceno en silencio, escuchando atentamente a mi hermana que me cuenta todo lo que ha hecho durante mi ausencia.

- Katniss – me dice mi madre mientras recogemos la cocina – vete a descansar, se te ve agotada.

- Estoy bien – le digo. Es cierto que estoy muy cansada pero intento retrasar lo más posible el dormir. No sé como me voy a enfrentar a la noche sin Peeta a mi lado.


Una vez que ha pasado la gira tenemos una nueva preocupación que añadir, he intentado no pensar en eso, pero ya es inevitable, dentro de 3 meses serán los 75 Juegos del Hambre y Peeta y yo seremos mentores de los tributos del Distrito 12 ...

Aliados, amigos, mentores, prometidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora