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Varios días más tarde suena el teléfono.

- ¿Si? - pregunto.

- Katniss – contesta Peeta – han llegado las cajas de Effie.

Ambos nos quedamos callados esperando que hable el otro.

- Vale – digo tras un largo silencio-. Avisaré a Madge por si puede venir a ayudarnos.

- Os espero en casa.

Le llamo pero me dice que no puede venir, su madre no se encuentra bien y tiene que quedarse con ella. Así que tras avisar a mi madre me dirijo a casa de Peeta a enfrentarnos con todas esas cajas.

- ¿Cómo es que están en tu casa? - le pregunto.

- Le dije a Effie que las enviara aquí. Como vivo solo tengo más espacio, así no os molestan.

Vamos, para que yo no tenga que verlas a todas horas y me ponga mal, es lo que quiere decir. Peeta siempre preocupándose por mi.

- ¿Empezamos? - me pregunta precavido.

- Si, Madge no puede venir hoy.

Ellos no han tenido mucho trato, se veían en clase y poco más, pero han coincidido algunas veces en mi casa y parece que se llevan bien. Cuando le conté a Peeta que le había pedido ayuda a Madge le pareció buena idea.

Abrimos la primera de las muchas cajas que hay. Está llena de cientos de diferentes tipos de invitaciones.

- ¿De verdad tenemos que hacerlo? - le digo enfurruñada como una niña pequeña.

- Katniss ...

- Es que cuando venga Effie nos hará verlas con ella de nuevo.

- Vete a casa, yo me encargo.

- No Peeta. Es sólo que pienso que es una perdida de tiempo – tras un sonoro suspiro añado – coge tú un montón y yo otro. Vamos descartando las que no queremos y luego entre los dos vemos las que más nos gustan.

Nos pasamos toda la tarde enterrados entre invitaciones. La mayoría me parecen horribles. Descarto todas las que son muy recargadas o excéntricas y me quedo apenas con 4 o 5.

Peeta también ha hecho una gran criba y se ha quedado con unas pocas.

Le paso las mías y cojo las suyas para verla. Hay una sencilla pero muy bonita.

- Esta me gusta – le digo.

- Si, a mi también.

- No creo que a Effie le guste – digo con pesar.

- Ya la convenceremos, es nuestra boda ¿no?

- Si bueno, creo que tú y yo pintamos poco en ella.

- Pues esperemos que al menos nos dejen elegir esto. ¿Sino para que lo ha mandado? ¿Quieres que abramos otra?

Asiento resignada y acerco otra caja.

Ya es muy tarde cuando decidimos dejarlo. Hemos elegido la invitación, los sobres, el tipo de letra y el color.

- Mañana seguimos – me dice.

- Si. No puedo más. Creo que mis pesadillas de hoy serán sobre invitaciones persiguiéndome.

Peeta me da una triste sonrisa.

- ¿Tienes hambre? - me pregunta.

- Si.

Entre los dos preparamos algo para cenar y nos lo comemos en la cocina.

Cuando me dirijo a la puerta Peeta me detiene.

Aliados, amigos, mentores, prometidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora