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Al día siguiente estoy recogiendo unas plantas en el bosque cuando escucho un ruido, rápidamente preparo mi arco y apunto. Me sorprendo al ver salir a Gale de entre los arbustos y recuerdo que es domingo.

- Hola – le digo.

- Hola – me contesta viendo que hay dos mochilas en el suelo. Antes de que le pueda explicar nada aparece Peeta con una cesta cargada de fresas.

- Hola, Gale. Cuanto tiempo sin verte.

- Hola Peeta.

Se produce un incomodo silencio.

- Bueno os dejo solos – dice Gale volviendo por donde ha venido.

- ¡Espera! - le grito antes de que desaparezca. Se detiene, sin darse la vuelta.

- Voy a por moras. He visto muchas por allí – dice Peeta cogiendo la otra cesta y alejándose de nosotros.

- ¿Lo has traído para restregarme vuestro amor? - me escupe.

- No, Gale. Ni siquiera recordaba que era domingo. Sólo me ha acompañado. Quiero dejarle a mi madre la despensa llena.

- ¿Lo has traído más veces?

- Alguna ... unas pocas. ¿Qué te pasa?

- Lo siento, perdoname. He tenido una mala semana. No me hagas caso. Es que en pocos días ...

- ¿Qué, Gale?

- Mira, una cosa es que acepte que no sientas nada por mi y otra muy diferente que me guste ver como lo besas y lo feliz que eres con él.

- Gale ...

- Tranquila, estaré bien. Nos vemos a la vuelta – y se marcha sin dejarme decir nada.

Busco a Peeta y lo encuentro pensativo, sentado a los pies de un árbol.

- ¿Estás bien? - le pregunto.

- Si, ¿y tú? - contesta sin mirarme.

- También. Dime que te pasa, y no digas que nada porque te conozco.

- Es que por mi culpa no puedes estar con él. Os he robado vuestro futuro.

- Peeta, yo no quiero un futuro con él. Para mi es como un hermano.

Tras un silencio añado:

- Me besó. Poco después de volver de los juegos. Y ¿sabes qué?

- No tienes por qué contármelo y seguramente prefiero no saberlo.

- Le dije que no volviera a hacerlo. No siento nada por él. Así que no te sientas culpable porque no has fastidiado nada. Vamos – le digo levantándome y ofreciéndole mi mano – las ardillas no se cazan solas.

Regresamos a casa bien cargados.

- ¿Vendrás a casa a seguir con el libro? - le pregunto.

- No puedo, he quedado. Prim y Delly van a venir a preparar galletas. Vente – ante mi cara añade - Prim estará encantada de tenerte allí, aunque no hagas galletas y Delly te aprecia mucho. Ella es muy amable con todos.

Ese es el problema, me digo a mi misma. Tanta amabilidad y simpatía sólo consiguen que me sienta peor persona.

- ¿Nunca pensaste en salir con Delly? - le pregunto de repente.

- No. Yo ... siempre la he visto como a una prima o una hermana. De pequeños ella siempre les decía a todos que eramos hermanos, y algunos del colegio aún piensan que es verdad.

Delly es su Gale. Me pregunto si también se habrán besado, pero eso ya no me atrevo a preguntárselo, sonaría como una novia celosa. ¿Ella sentirá algo por Peeta?

Quizás deberíamos juntar a Delly con Gale. Una risa se me escapa al pensarlo. Gale se volvería loco con ella.

- ¿De qué te ríes? Y no me digas que de nada – dice Peeta repitiendo mis palabras.

- Estaba pensando en Gale y Delly, juntos.

- ¿En serio?

- No. Gale vomitaría arco iris ante la felicidad que derrocha Delly.

Peeta estalla en carcajadas y yo me uno a él. Sería algo digno de ver.


Una vez en casa Prim me hace pucheros hasta convencerme de ir. No me apetece pero quiero pasar tiempo con ella antes de que me tenga que ir al Capitolio. Llamamos en casa de Peeta y lo oímos gritar desde la cocina:

- Está abierto.

Entramos y lo vemos en la cocina, con Delly. Le está atando un delantal por detrás mientras ella no para de parlotear. No se si aguantaré mucho, lo intentaré por Prim, y por Peeta. No quiero que piense que no la soporto, simplemente me agota su continua sonrisa y buen humor.

- Katniss – dice Peeta al verme – has venido – me da un abrazo y Delly otro.

- Si, bueno, Prim no me ha dado opción.

- Me alegra que te haya convencido – dice Delly sonriente.

- Así se hace – le dice Peeta a Prim al oído y ella sonríe.

Le ayuda a Prim con su delantal y me tiende uno. Yo lo miro con los ojos muy abiertos.

- ¿Qué? Yo sólo he venido a acompañaros.

- Vamos Katniss – me dice – recuerda que aceptaste tomar clases.

- Pero no hoy.

- Venga Katniss, por favor – ya empieza Prim con sus pucheros, veo a Delly con intenciones de hablar así que me adelanto.

- Vale. Pero yo iré a mi ritmo y lo haré a mi manera.

- Aceptamos – dice Peeta colocándose detrás mio para anudarme el delantal. Me aparta el pelo delicadamente, rozando mi cuello sin querer y un escalofrío me recorre.

- ¡Empecemos! - anuncia con una palmada, dándome un susto.

Prim le ayuda a mezclar los ingredientes y luego él reparte masa para todos. Hace una galleta de muestra e intentamos copiarla.

- No, Katniss, más pequeña. Sino se quedará cruda por dentro.

Tras una de mis miradas deja de intentar corregirme. Delly por supuesto lo hace perfecto a la primera. No para de hablar. No sé lo que dice ya que no le presto atención. Decido concentrarme en mis galletas. Creo que he puesto demasiado chocolate pero Peeta no se atreve a decírmelo.

- Ahora al horno.

Cada uno tenemos una bandeja con nuestras galletas, así que luego vamos a saber perfectamente de quien son cada una. Como Peeta hornea mucho tiene dos hornos, son más grandes que el de mi casa. Metemos dos bandejas en cada uno.

- Vamos al salón si queréis, sólo queda esperar a que se hagan.

Prim y Delly van hacía allí y yo me quedo preparando té con Peeta.

- Espera – me dice sujetándome.

Me quedo muy quieta y veo como se acerca a mi. Me mira a los ojos y luego desvía la mirada a mi boca.

- Tienes una mancha – dice limpiándome la comisura del labio – creo que alguien ha probado el chocolate antes de hora.

De nuevo me sonrojo, no sé si por que me ha pillado o por su cercanía y su tacto.




Aliados, amigos, mentores, prometidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora