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Unos brazos intentan sacarme de la pesadilla en la que estoy, despierto confundida y veo a Prim llorando junto a mi.

- Tranquila Patito, ya estoy bien, vuelve a la cama.

- Son peores ¿verdad? Las pesadillas – me dice.

- Si, durante el viaje se hicieron mucho peores.

- Has nombrado a Peeta ...

- He soñado que lo mataban delante mio. Lo sueño todas las noches.

- Deberías ir a verlo, él también está mal. Cada mañana cuando viene a traer el pan veo como crecen sus ojeras.

- Iré mañana. Gracias Prim. Vete a dormir.

Me da un beso y me arropa antes de irse a su cuarto.

Ha pasado un mes desde que regresamos del viaje. Peeta y yo nos hemos visto poco. Para mi cumpleaños trajo una tarta mientras estaba cazando y yo le di las gracias por teléfono, si, soy una cobarde.

Sé que tengo que ir a verle pero no quiero ni puedo hablar acerca de los próximos juegos. Quizás Haymitch nos pueda ayudar. No puedo demorarlo más.

- ¿Si? - escucho decir a Peeta a través del teléfono. Nada más levantarme he decidido llamarle, aunque he tardado unas horas en atreverme a marcar su número.

- Peeta, soy yo. Quería saber si te viene bien que me pase por tu casa más tarde, con Haymitch, para hablar acerca de ... bueno ... ya sabes ...

- No hay problema – me corta, sabe que ni siquiera puedo nombrarlo – voy a estar aquí horneando, venir cuando queráis y quedaros a comer ¿vale?

- Vale, gracias. Iré a ver si consigo mover a Haymitch hasta tu casa. Nos vemos en un rato.

- Hasta luego.

Aviso a mi madre de que estaremos en casa de Peeta. Desde que volví de los juegos está mucho más pendiente de mi, así que suelo decirle donde voy a estar para que no se preocupe.

Una vez que consigo despertar a Haymitch lo llevo medio a rastras hasta casa de Peeta.

- Bueno, ya estamos aquí los tres juntos de nuevo. ¿Vais a decirme ya para qué? - pregunta en mitad de la comida.

- He pensado – empiezo – que igual nos podías ayudar a ... o aconsejarnos sobre ...

- A ser mentores – le aclara Peeta – Katniss y yo necesitamos que nos ayudes.

- Vale, así que era por eso. Y creéis que yo, un borracho, que bebe para olvidar sus juegos y todos los niños que han muerto siendo mentor os va a ayudar a como sobrellevar toda esta mierda, ¿no?

- Haymitch – le suplico.

- Os seré sincero, esto no hay forma de soportarlo. Vosotros al menos os tenéis el uno al otro. Yo he estado 24 años solo, sin nadie en quien apoyarme. Pero he decidido que iré con vosotros.

- ¿De verdad? - le pregunta Peeta.

- Si, no sé por qué pero si. Os acompañaré, pero os aseguro que va a ser muy duro. Sólo os pido que no me robéis el alcohol – dice intentando bromear, pero no estamos para bromas.

Seguimos comiendo pero ya nadie vuelve a hablar. Nada más terminar Haymitch se despide deprisa y desaparece.

- Iba a preparar unas galletas ¿quieres quedarte? - me pregunta Peeta.

- De acuerdo – le digo, no tengo nada que hacer y creo que es bueno pasar tiempo con Peeta. No podemos olvidar que dentro de un año estaremos ya casados y aunque no vivamos como pareja si que pasaremos mucho tiempo juntos. La idea es que seguiremos llevando cada uno nuestra vida pero compartiremos casa. Las palabras de Haymitch resuenan en mi cabeza: "podría haberte ido mucho peor" y sé que no se equivoca. Si tengo que casarme y convivir con alguien a quien no amo nadie mejor que Peeta. Él hace que todo sea fácil, además de preocuparse por mi.

Pero todo esto es tan injusto, ni él ni yo nos merecemos esto. Y yo no quiero hacerle daño, más del que ya le he hecho. Otra frase de Haymitch cruza por mi mente "podrías vivir cien vidas y no ser merecedora de él", de nuevo tiene razón. Nunca seré ni la mitad de buena persona que es él. A pesar de saber que mi amor era fingido nunca me ha dejado mal, siempre me ha ayudado, y sé que lo siente cada vez que somos obligados a seguir con la farsa, con mi farsa ya que para él no lo era, cada vez que tenemos que besarnos y aparentar verdadera felicidad. Sufre pensando en como me puedo sentir yo.

Él siempre piensa en los demás antes de pensar en sí mismo. Peeta se merece una buena chica, una que le trate bien, que lo quiera, yo ... yo me preocupo por él, me importa de verdad, pero no soy buena, ni guapa, actúo sin pensar, contesto mal, soy maleducada, terca, ... y sobre mis sentimientos ... esa es la parte más difícil. Después de que Gale me besara me di cuenta de que nunca podría verlo como algo más que un amigo, él siempre ha sido mi confidente, mi protector en el bosque, mi hermano, pero nada más. No me imagino viviendo con él, durmiendo con él. Le dolió cuando se lo dije pero lo entendió. Lo primero que me preguntó fue si sentía algo por el panadero. Le contesté que no lo sabía, y sigo sin saberlo. Tengo claro que no lo quiero, no al menos de la forma en que él me quiere, pero tengo que admitir que con ese beso en la cueva sentí cosas, cosas que nunca imaginé sentir. Ningún otro beso me hizo sentir lo mismo, aunque el resto tampoco es que me desagraden.

De repente me doy cuenta de que Peeta me mira preocupado. Está horneando las galletas y yo mirándolo pero con la cabeza revuelta con todos estos pensamientos.

- ¿Estás bien? - pregunta.

- Si, sólo estaba ... pensando.

- ¿Y puedo saber en qué? Se te veía muy concentrada – me dice con una sonrisa.

- Yo ... la verdad ... estaba pensando en el año que viene, cuando estemos casados y tengamos que vivir juntos – contesto sonrojándome. Últimamente no paro de darle vuelta al asunto.

- Katniss, aunque estemos "casados" - dice haciendo comillas con los dedos – puedes seguir viviendo con tu madre y tu hermana. Nadie más que nosotros lo sabrá. No quiero que lo pases mal.

- No creo que lo pase mal, digo, nos llevamos bien y a ellas las tengo aquí al lado. Tú no eres tan mala compañía – le digo riendo.

- Vaya, gracias por el halago – murmura haciéndose el ofendido.

- Sabes que bromeo.

- Más te vale ... - dice y se pone serio – pero de verdad, puedes seguir llevando tu vida y pasar por aquí de vez en cuando, nadie va a vigilar si vivimos o no juntos.

Lógicamente acordamos vivir en su casa y Prim y mi madre seguirán viviendo en la mia. La familia de Peeta no quiso venir a vivir a la Aldea y permanece en su antigua casa. Así que aquí estaríamos los dos solos.

- Aún queda mucho Peeta, ahora mismo tenemos otras cosas de las que preocuparnos.

Él se queda callado, ninguno quiere hablar de lo que pasará en menos de 2 meses.

Cuando las galletas están lista y frías ya no me resisto y me como una, está deliciosa.

- Me tendrás que enseñar a hacerlas – le digo.

- Cuando nos casemos podré enseñarte a hacer galletas y muchas otras cosas – me dice con una sonrisa ladeada.

- Será una buena forma de pasar la tarde.

La verdad es que aunque no he hecho nada más que observar a Peeta y perderme en mis pensamientos ha sido agradable estar con él. Peeta nunca me reclama nada, ni pide explicaciones. Su tranquilidad logra calmarme, no sé como lo hace, pero estar a su lado me serena.


Aliados, amigos, mentores, prometidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora