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La he fastidiado, con lo bien que lo hemos pasado y en el último momento lo he estropeado todo.

Peeta se ha ido disgustado por mi culpa. No sé que cara he puesto pero no era la que pretendía. En casa doy vueltas de un lado a otro. Al final decido ir a la suya a esperarle.

Como sé que nunca cierra entro y voy al salón. Puede tardar mucho pero no me importa, así además aprovecho para pensar en el día de hoy. Se veía feliz con la sorpresa, parece que le ha gustado el lago. Nos hemos reído mucho mientras aprendía a nadar, hasta que .... hasta que casi me besa, pero no lo ha hecho. Pensaba que me sentiría aliviada pero no es así. Durante nuestra estancia en el Capitolio no nos hemos dado ningún beso, al menos en la boca, desde la gira no hemos vuelto a besarnos y por alguna absurda razón quería volver a sentir sus labios sobre los míos. Algo que lógicamente no le puedo decir.

Antes de que me de cuenta escucho la puerta abrirse. Miro hacia la entrada y veo que se para de repente.

- Peeta, soy yo – le digo.

- Me has asustado. ¿Qué haces aquí a oscuras?

- Venía a disculparme por lo de antes. Me he quedado pensando y no he notado que se hacia de noche.

- ¿Llevas mucho rato esperándome?

Me encojo de hombros sin responder ya que no sé cuanto tiempo llevo en su casa.

- ¿Qué tal la cena? - le pregunto.

- Bueno, normal. Mi familia no es muy alegre que digamos. Pero me ha gustado pasar tiempo con mi padre. ¿Quieres un té?

- Si, gracias.

En el último año nos hemos acostumbrado a tomar té a todas horas. Un lujo que antes no nos podíamos permitir.

- Te he traído la ropa que me lleve tuya el otro día.

- Te la puedes quedar si quieres, como te dije te quedaba bien.

Mis mejillas se tiñen de rojo al escucharlo.

Tomamos el té en el salón junto con unas galletitas de Peeta. Cuando llevo más de media docena veo que Peeta me mira divertido.

- Es que no he cenado – me excuso.

- ¿Y por qué no has cenado?

- No tenía hambre.

- Veo que ahora si.

- ¿Algún problema? - le pregunto en broma con la boca llena de galleta.

- Ninguno, ninguno.

- ¿No quieres tener una mujer gorda o qué? Será difícil con todo lo que preparas.

- Me gustarás de todas las formas. Quiero decir, que no me importa – se corrige rápidamente.

Ahora los dos estamos sonrojados. Hacia tiempo que no se le escapaba algo parecido.

- ¿Te estoy estropeando algún plan? - le pregunto.

- No, tan sólo iba a leer.

- Pues lee si quieres, yo me quedaré un rato si no te molesta.

Va a por un libro y deja que me acomode a su lado.

Empiezo apoyada en su hombro pero termino con mi cabeza en su regazo. Él acaricia mi cabello, parando sólo para pasar la página y yo tras varios días sin descansar indudablemente me duermo.

Me despierto y veo a Peeta también dormido, con una mano sobre mi cabeza y el libro en la mesita de al lado. Creo que él también necesitaba descansar.

Me levanto para coger una manta cuando lo escucho:

- ¿Te vas?

- Iba a taparnos. ¿Me voy? - le pregunto.

El niega con la cabeza mientras se levanta, y mirándome fijamente me alza en brazos, yo chillo cuando lo hace, a pesar de que parece que lo ha cogido como costumbre me sigue tomando desprevenida.

- Ambos necesitamos descansar – dice mientras me deja suavemente en la cama - ¿quieres cambiarte? ¿te subo la ropa que has traído?

- ¿Tienes algún pantalón corto para dejarme? Hace calor.

Saca de su armario una camiseta y un pantalón corto. Mientras me cambio en el baño él lo hace en el cuarto.

Cuando salgo está sin camiseta y me mira apurado.

- Perdón – le digo desviando la mirada -. Pensaba que ya estabas vestido.

- No, es que ...

- ¿Qué pasa?

- Es que ... estos días de calor suelo dormir sin camiseta.

- Va ... vale.

- ¿Seguro? ¿No te importa?

- No, supongo.

Se me hace raro apoyarme sobre su pecho desnudo, así que termino de lado dándole la espalda y él medio dormido se acerca y me abraza por detrás. Se duerme de maravilla de nuevo junto a él.

Despertamos tarde otra vez. Al llevar varios días durmiendo separados no habíamos descansado mucho.

- ¿Has dormido bien? - pregunta en mi oído a mi espalda.

- Si. Perfectamente – le contesto, intentando contener el escalofrío que me ha producido.

Me giro y nos quedamos cara a cara. Él mantiene su brazo sobre mi.

- Yo también, gracias por preguntar.

- Tonto – le digo.

- Gracias de nuevo. ¿Quieres levantarte ya?

Yo niego con la cabeza y me acomodo en su pecho. Su aroma me envuelve. No quiero moverme en estos momentos.

Su respiración se ralentiza y se vuelve a dormir. Me pongo a analizar que habría pasado si Snow no nos hubiera obligado a casarnos. Seguramente Peeta y yo no tendríamos nada de contacto, nos limitaría a saludarnos por la Aldea. Yo seguiría cazando y pasando el tiempo con mi familia, pero mi vida sin duda sería más triste y vacía que ahora. Aunque supongo que con nuestros viajes al Capitolio como mentores al final nos hubieramos hecho amigos, o al menos es lo que quiero creer. No puedo imaginarme alejada de él. Me gusta estar a su lado. Él y Haymitch son las únicas personas que realmente me entienden y me comprenden ya que los 3 hemos pasado por lo mismo. Tengo claro que sin Peeta no podría soportar los horribles recuerdos de nuestros juegos.


Aliados, amigos, mentores, prometidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora