Capítulo 1

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HACE UN PAR DE MESES ATRÁS.

-De prisa. Vamos, querida.

Thomas extendió su brazo para ayudarme a subir. El barco saldría en cuestión de minutos.

-Aún sigue sin agradarme la idea de tener que viajar hasta tan lejos- dije con pesar.

-Serán solo algunas semanas. En cuanto logre que patrocinen mi invento, regresaremos a casa. Ya no tendremos que hacerlo de nuevo...

Sus ojos se clavaron en los míos. Yo sabía a qué se refería y no hacía falta aclararlo. Tres cadáveres se pudrían en el sótano de nuestra casa. Cada uno sumergido en un depósito de arcilla. El más reciente era el de Enola Sciotti. Esa pobre desgraciada que se había negado a morir fácilmente...

-Espero que todo lo que tienes en mente, se dé. Comienzo a cansarme de tener que actuar como la cuñada perfecta- dije sacudiendo mi cabeza para apartar los pensamientos.

-Paciencia. Pronto prescindiremos de eso.

Mi corazón se regocijó ante la idea de no tener que compartirlo nunca más. Ninguna mujer yacería en su lecho nuevamente, solo yo.

Ninguna mujer rozaría siquiera sus labios, solo yo lo haría.

Por años había tenido que aprender a tragarme los celos que sentía cada vez que Thomas sujetaba la mano de alguien que no fuera yo. Lo cual era compensado una vez que obteníamos lo que buscábamos y yo tenía el placer de acabar con la existencia de esas intrusas. Esas tontas ilusas que creían que mi hermano sentía algo más que lastima por ellas.

Una vez en el camarote nos dispusimos a relajarnos. Aunque Thomas se dedicó a repasar su discurso. Debía impresionar a esa panda de americanos estirados. Yo por mi parte me avoqué a escuchar atentamente a mi hermano y de vez en cuando darle consejos para lograr dar una impresión confiada aunque sabía que por dentro, mi hermanito era un manojo de nervios. Siempre tan frágil.

Cuanto me aterraba que sufriera.

El viaje fue largo y completamente desagradable, debido a que viajamos en segunda clase. No podíamos darnos el lujo de costearnos la primera clase. Lamentablemente, la herencia Scioli se estaba agotando, sólo quedaban pequeños vestigios de ella.

-Sigo sin entender por qué le enviaste ese telegrama a esa chica- dije sin más al recordar que él me lo había comentado momento antes de zarpar.

-¿Eunice McMichael? -Thomas inquirió con cierto atisbo de diversión. Verme celosa le causaba alguna clase de satisfacción.

-¿Conociste a alguien más en el museo británico?

Thomas se acercó rápidamente a mí. De un jalón me estrechó entre sus brazos. Mi lugar favorito.

-Será una visita diplomática. No podemos mostrarnos desesperados por el financiamiento de Cushing. Disfrazaré mi interés de ingenuidad. Hacer creer que esa muchacha me interesa un poco, no le hará daño a nadie. No habrá necesidad de nada más. Regresaremos a Inglaterra siendo solos tu y yo... y un suculento cheque. Eso es lo que nos importa ¿O no? Levantarnos de la miseria, dejar de depender de la fortuna de chicas desventuradas. Yo también me he hartado de eso.

Él tenía el poder de convencerme con un par de palabras. Su voz era mi droga favorita.

Esa noche nos dimos amor de todas las maneras conocidas. Vibré una vez más al sentirlo apoderarse de mi ser. Cada vez que me hacía el amor, me sentía como la primera vez. Tan sosegada y extasiada a la vez.

Nunca me cansaría de amarlo.

Sólo él sabía cómo hacerme gemir y pedir más. Su cuerpo era el único capaz de calmar la sed, el hambre, el deseo... las ansias que sentía con tan solo verlo.

® Vicios Oscuros (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora