Capítulo 7

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MI NUEVA CUÑADA.

Las bellas tazas de porcelana habían estado durante generaciones dentro de la familia Sharpe. Eran las mismas que había usado para darles té a mi madre y a cada una de las mujeres que Thomas había desposado. Miré con cautela el pocillo donde serviría el té para Edith. Si teníamos suerte, ella dejaría de existir en pocas semanas.

Hacían escasas horas desde que mi hermano había llegado con su nueva esposa. Ella tomaba una ducha mientras Thomas y yo nos poníamos al tanto de lo que había sucedido en esas últimas dos semanas.

Él se mostraba poco receptivo y algo distante mientras graduaba la flama del calentador de cobre, procurando que el agua estuviera caliente para la mujer que yacía arriba en la tina. Era como si Thomas supiera algo que no quería compartir conmigo. En cuanto se acercó a mí con el frasco que contenía la mezcla de hierbas e infusiones que yo había preparado previamente para envenenar lentamente a mi nueva cuñada pude notar un atisbo de duda en sus ojos.

—El perro. Dijiste que habías matado al perro— dije a la vez que calculaba la primera dosis del veneno que le daríamos a Edith. Era el animal de Enola, debía eliminarlo.

Thomas me miró con algo de vergüenza en su rostro.

—Lo dejé a la intemperie— confesó —Creí que moriría de frío.

—¿Cómo ha sobrevivido tanto tiempo? —no pude evitar preguntar en voz alta. Él se encogió de hombros. —A base de sobras, supongo, como nosotros.

Mis ojos se clavaron en los de él y pude ver de nuevo ese amor. Su dedicación y respeto hacia mi habían vuelto. Aunque fuesen por escasos minutos.

—Ya no tendremos que hacerlo —su voz sonaba esperanzadora. Era fácil creerle.

—¿Ah, no? —fruncí el ceño—. El dinero no está aquí, ¿o sí? —solo había una cosa que me importaba de Edith.

—Aún no, pero pronto. Confía en mí.

Sujeté sutilmente su barbilla, obligándolo a verme nuevamente a los ojos. Lo que iba a preguntarle necesita ser respondido con toda sinceridad. Había muchos fantasmas dentro de mí que comenzaban a torturarme con las dudas.

—La has elegido a ella ¿Por qué? —indagué. Él no respondió, solo se limitó a mantenerme la mirada. —En cuanto firme los documentos finales, desaparecerá. Entretanto, no cometas otro error —le advertí con firmeza.

Él asintió y se inclino para tomar la lata de color rojo, la de té normal.

—No. La azul— le indiqué. Debía asegurarme de que empezara a darle el veneno.

Él sujetó la bandeja que yo había preparado. Me acerqué a él y con cuidado deposité un beso entre su mejilla y la comisura de sus labios. Thomas sonrió y me miró con... ¿Miedo? ¿Qué era eso que había en la mirada de mi hermano? No lo pude descifrar.

Lentamente se alejó, en dirección a la habitación que compartiría, muy a mi pesar, con Edith.

Me quedé sentada frente a la vieja mesa de la cocina mientras le daba tiempo a Thomas para llegar a su alcoba. Al cabo de casi diez minutos me levanté con premura y me dirigí hacia la habitación de mi hermano. Me acerqué con cuidado a la puerta de la misma y miré por el ojo de la cerradura. Los celos habían comenzado a hacer estragos en mí. Edith me aterraba demasiado, ella parecía el tipo de mujer que podía engatusar a cualquier hombre con su ridícula ingenuidad. Debía estar segura de que Thomas no rompería su promesa, mucho menos bajo el mismo techo que ambos habíamos compartido tantas noches.

® Vicios Oscuros (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora