Capítulo 13

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ENOLA.

Ayudé a Edith a subir las escaleras, era lo más sensato que podía hacer después de semejante escena en la cocina. Me había puesto en evidencia, un poco más y mi "cuñada" habría descubierto que lo que nos unía a Thomas y a mí era más que un simple amor de hermanos.

Ella se sentó en el sillón a un lado de la chimenea. Estaba realmente muy pálida, así que decidí dejarla a solas para que descansara un poco. O tal vez era una excusa mía, para alejarme de ella.

—Te dejaré en paz para que descanses un poco—dije y coloqué la taza de té en la mesita frente a Edith. Inmediatamente me alejé escaleras abajo.

Una vez en la cocina me asomé por la ventana y lo vi...

...Thomas se veía tan hermoso. Concentrado en su máquina y en que ésta funcionara. Pude casi saborear su ansiedad por ver materializado su sueño. La mansión Sharpe volvería a su grandeza y seriamos nuevamente respetados por todos los habitantes del pueblo. Borrariamos esa huella asquerosa que había dejado el mujeriego y ludópata de padre y por lo cual los Sharpe habíamos ganado mala fama.

Finlay lo intentó. Jaló la palanca por primera vez y las miradas cómplices entre Thomas y él, hablaban más que mil palabras. Los ojos de mi hermano gritaban: ¡Que funcione! El primer intento fue fallido y mi corazón se encogió ante el pesar que reflejaba el rostro de Thomas. Con una señal, le indicó a Finlay que lo volviera a intentar. Nada. La segadora estaba muerta. Thomas caminó hacia la máquina y subió en ella. Ahora era él quien jalaba la palanca. La alegría de mi hermano fue inmensa al comprender que la maquina estaba funcionando.

Sonreí. 

Sonreí ampliamente. 

Pronto saldriamos de la miseria en la cual nos habían sumergidos nuestros padres.

Sin necesidad de que me lo dijera, salí a celebrar junto a él. Sin embargo, la dicha que me había invadido en el instante, se disipó al recordar lo que había sucedido la noche anterior. Nada podía cambiar el hecho de que Thomas me había traicionado. El sabor a hiel amarga recorrió mi garganta.

—¡Lo logramos! Lo hemos logrado, Lucille— gritó Thomas en cuanto me vio y se acercó casi corriendo hacia mí —¡Podremos reabrir la fábrica en primavera! ¡Lucille, podemos empezar de nuevo! —Él me tomó entre sus brazos y yo correspondí el abrazo un poco reacia. No podía dejar de imaginarlo entre los brazos de Edith. Tal cosa me revolvía el estómago.—No puedo esperar a contárselo a Edith

Me aparté de golpe y lo miré. No podía creer lo que oia.

—¿Edith? —mi voz tembló—Yo hice esto contigo ¡Yo lo hice! —le reproché.

Thomas me abrazó de nuevo, como en un intento desesperado por calmar mi repentino ataque de celos.

—Desde luego que sí. Lo hicimos juntos —dijo él.

—Lady Sharpe —Finlay interrumpió —Necesitamos más carbón para probar la máquina de vapor.

No podía dejar de mirar su rostro, estaba tan lleno de descaro y cinismo, que por primera vez en mi vida, deseé abofetearlo.

—¿Te importaría? —indagó Thomas — ¿Qué utilizáramos un poco más de carbón?

No lo aguanté más, necesitaba alejarme o si no cometería una locura.

De un violento movimiento me alejé de él y tomé las llaves entre mis manos. Sentí que el mundo se desmoronaba a mis pies en cuanto me percaté de la ausencia de una llave en particular.

—Tan solo debes darle la llave a Finlay y él ira a buscarlo— la voz de Thomas se oyó a mi espalda.

Edith, dijo la vocecita en mi cabeza. Ella tomó la llave.

Rápidamente sujeté la falda de mi vestido y me apresuré en entrar a la casa. Esa ladrona se las vería conmigo.

Corrí.

Debía darme prisa y encarar a Edith. Evitar que ella descubriera algo. ¿Por qué diablos tenía que ser precisamente esa llave? La pregunta se oyó en mi mente.

—¿Edith? —la llamé. Me despojé de mi abrigo —¿Edith?

Nada. 

No obtuve respuesta alguna. Así que aceleré mi paso y ascendí las escaleras de dos en dos escalones, para llegar más rápido a arriba.

¡Maldita sea! ¿Por qué no responde? Mis pensamientos se aglomeraban desesperadamente.

—¿Edith? — la llamé de nuevo.

Nada.

Finalmente entré en su habitación e hice un esfuerzo por recuperar el aliento y disimular el hecho de que había corrido. Miré detenidamente a mí alrededor. Edith yacía en el sillón y no había nada fuera de lo normal. Sin embargo pude percibir que ella ocultaba algo.

—Quiero disculparme por mi comportamiento de esta mañana —dije y Edith levantó su rostro de golpe, como si mi voz la hubiera sorprendido —Estaba preocupada de que...— dejé la frase a medias al notar que no se había tomado el té —No te tomaste tu té—comenté con preocupación fingida.

—No me siente nada bien— Edith hizo un gesto que demostraba malestar —¿Te importaría traerme un poco de agua fría?

Sonreí. Así que la niña sabe jugar. Es bastante astuta.

—Desde luego. Ya te la traigo— respondí.

Lentamente coloqué mis llaves en la mesita, al lado de la bandeja con el té. Las dejé a propósito.

Me tomé mi tiempo para llenar el vaso de agua en el lavabo del baño mientras conversaba con ella. Le pregunté por las cartas de su abogado a lo cual ella respondió que eran solo documentos para que los firmara.

Niña estúpida. No podía dejar de pensar en las mil maneras en las cuales podría asesinarla una vez que firmara esos dichosos papeles.

Regresé a la habitación y le entregué el vaso con agua. Seguidamente toqué su frente, para que ella creyera que me preocupaba de su bienestar. Aunque la verdad, así estuviera ardiendo en fiebre la dejaría allí sola. No me importaba en lo más mínimo si empeoraba su condición. Tal vez entre los delirios, podría firmar los documentos y así agilizar las cosas.

—Te dejo descansar. Pronto te sentirás mejor.

Me di la vuelta, tomé las llaves y me alejé de allí.

A mitad del pasillo me detuve para darle una rápida inspección a mi llavero. Efectivamente, ya no faltaba la llave que marcaba "ENOLA". Di unos cuantos pasos y vi el suelo del ascensor, estaba lleno de arcilla roja. 

Miré nuevamente la llave...

...lo sabía. Edith lo sabía.

Ahora, más que nunca, debía morir.







® Vicios Oscuros (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora