Capítulo 3

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EL ANILLO ES MIO.

Entré rápidamente en la habitación de Thomas. Él estaba preparado para irse a la cama. Yo también. Sin embargo necesitaba verlo antes de dormir. Muchas cosas pasaban por mi mente. Estaba muy inquieta por esa nueva mujer en la vida de él.

-No debiste haber venido. Alguien podría haberte visto- dijo Thomas con algo de frialdad.

-Hay algo en esa chica que no me gusta- le advertí.

-Siempre ves algo extraño en las mujeres que elijo.

-Fuiste tú quien eligió a Enola y viste lo que pasó.

-No permitiré que con Edith suceda lo mismo. Tranquilízate, hermana- de un jalón me sentó a su lado, en la cama.

-Noté que la veías de una manera especial- no pude evitar decirle.

-¿Especial? Ha sido solo una actuación. Lo he hecho siempre. Lo sabes.

Me miró a los ojos y por primera vez en nuestras vidas, no pude descifrar su mirada. Algo andaba mal. Rápidamente sujeté su rostro entre mis manos y me adueñé de sus labios. Necesitaba sentirlo para disipar mi temor de perderlo.

Nunca.

No.

Pensar en perderlo me daba pavor.

Con astucia desabotoné su camisa. Sentir su piel era una hermosa fantasía hecha realidad, tan suave, tan ardiente. Él cerró sus ojos y se dejó arrastrar por la pasión. Quería sentirlo solo mío. Como siempre había sido. Sus gemidos eran música para mis oídos...

De un brusco movimiento, él se situó encima de mí. Yo me negaba a dejar de morder y besar sus labios. Su deliciosa boca. Su exquisito aliento se mezclaba con el mío.

Entró en mí con rudeza. Como me encantaba que lo hiciera. Él conocía a la perfección cuales eran las caricias que me hacían delirar. Sus manos se perdieron entre mis caderas y mis muslos. Mis manos se posaron en sus nalgas, las cuales se contraían a un ritmo constante mientras entraba y salía de mí.

Él era mío...

...y así sería por siempre.

Desperté a su lado. Él dormía tranquilamente con el semblante de un ángel en su rostro. Admiré su belleza por última vez antes de salir de su habitación.

*****  

El sol brillaba en lo alto del cielo. Aunque la sombrilla de Edith evitaba que los rayos del sol quemara nuestras pieles. América era muy calurosa, todo lo contrario a Inglaterra.

Había elegido un vestido negro de corte clásico con una rosa al lado izquierdo de mi pecho, de cuello y puños de encaje para acompañar a Thomas al parque Delaware, aunque en ese preciso momento, era Edith Cushing la que caminaba a mi lado. Era el tercer día que pasábamos juntas. Thomas había insistido en verla supuestamente para charlar acerca de la novela que ella había escrito. Él insistía en que yo me relacionara con ella. El papel de la cuñada amable me aburría en demasía, pero debía cumplir con mi parte, lo cual hacia gustosamente con tal de evitar que ella pasara mucho tiempo a solas con mi hermano.

Me detuve frente a un árbol al percibir como de una de sus ramas colgaba un enorme capullo.

-Es una mariposa- dijo Edith acercándose más para ver lo que yo tenía en mi mano.

-No- respondí de inmediato -Pero pronto lo será- le aseguré a la vez que envolvía mi reciente adquisición con un pañuelo negro.

-Están muriendo -Edith murmuró algo afligida.

-Así es. Absorben calor del sol y cuando éste los abandona, mueren.

-Qué triste.

-No es triste, Edith. Es la naturaleza. Debajo de nuestros pies hay un mundo salvaje de seres que mueren o se comen los unos a los otros.

-Eso es horrible Lucille - pude percibir una mueca de horror en el rostro de mi futura cuñada.

-Las cosas bellas con frágiles- le dije. En mi aseveración había un mensaje oculto. Ella no lo captó. Tomé una moribunda mariposa, la cual se agitó débilmente y la coloqué cerca del rostro de Edith. Definitivamente, ella era como una mariposa -En casa sólo tenemos polillas negras- continué hablando -Son criaturas formidables, sin duda, pero no son bellas. Se desarrollan en la oscuridad y el frío.

-¿De qué se alimentan? - indagó Edith.

-Me temo que de mariposas -respondí con algo de aburrimiento, pues algo más interesante había captado mi atención. Un ejército de hormigas había arrinconado a una mariposa hermosa; se estremecía mientras la devoraban. A Edith le repugnó pero a mí me fascinó. La idea de que la mujer a mi lado seria la mariposa y yo el montón de hormigas que la devoraría hasta acabar con su existencia, me hizo sonreír.

*****

"El espectro comenzó a moverse en una postura encorvada, como adolorido... y fue entonces cuando se dio cuenta, tanto con terror y alivio, que se trataba del espectro de su madre."

Thomas leía en voz alta el manuscrito de Edith, mientras ella, Alan McMichael y yo comíamos sobre el pasto. Arqueé las cejas sin poder esconder mi aburrimiento.

-¿Fantasmas? ¿En serio? Nunca imaginé que escribieras sobre eso- hablé tratando de sonar amable.

-De niña Edith vio un fantasma - Alan dijo. Noté que Edith se sonrojaba.

-¿En serio? -pregunté. Interesante. La chiquilla cree en fantasmas. Pensé.

-Aunque ahora le interesa más una historia de amor - prosiguió el joven McMichael.

-Los fantasmas son una metáfora - respondió ella.

-Siempre me han fascinado los fantasmas- Thomas se unió a la conversación.

-Me da la impresión de que quienes son testigos de esa clase de apariciones necesitan consuelo o se reprochan algo-declaré sin ningún tipo de emoción en mi voz -Tengo ganas de dar un último paseo por el parque- me giré hacia Thomas -¿Me acompañas, hermano?

Los ojos de Thomas estaban fijados sobre Edith. Parpadeó repetidas veces y me observó a mí, había incomodidad en él.

-Sí. Claro. Por supuesto-se puso de pie y extendió su mano para ayudarme a levantar.

Dimos unos cuantos pasos. Los suficientes para alejarnos de Edith y Alan, quienes charlaban amenamente.

Llegamos al pie de un frondoso árbol. La sombra que nos proporcionó fue suficiente para cubrirnos del inclemente sol de América.

-¿Estás seguro de esto? No creo que sea la indicada. Es demasiado joven. Es una chiquilla, Thomas- le dije en voz baja. Él se acercó más a mí para responder...

-Lucille, ya te lo he explicado. Voy a necesitar en anillo- murmuró.

-El anillo es mío- dije con recelo -Yo me lo gané- lentamente lo deslicé por mi dedo para quitármelo. Lo sostuve con la punta de mis dedos por un momento, admirando su belleza -Voy a querer recuperarlo.

-Entonces más te vale que tenga éxito. Es lo único que no queda para vender.

-No lo vas a vender. Vamos a comprar algo con él.

Lentamente nos giramos para mirar a nuestra nueva víctima.

Mi hermano estaba diferente. Yo podía sentirlo. Me incomodaba enormemente que eso no era lo que habíamos acordado en un principio. Había mucha luz en Edith y Thomas comenzaba a contagiarse de esa luz. No me gustaba para nada eso. Mi mente no lograba pensar con claridad, pero debía confiar en él... ¿En quién más sino era en él?







® Vicios Oscuros (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora