Epílogo

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Abrí los ojos de golpe al oír un fuerte golpe proveniente de afuera. Rápidamente salí de la cama, tomé un abrigo y salí para cerciorarme de que ningún intruso estuviera merodeando. Al abrir la puerta sentí alivio de percibir la silueta de Thomas, de pie junto a un gran tronco de madera, sujetaba un hacha entre sus manos. La alzó y con fuerza golpeó el tronco, éste se partió en dos.

—Buen día, querida—saludó agitando una mano en lo alto.

—¿Qué estas haciendo? —indagué.

—El invierno se acerca y la leña se está acabando, durante los próximos días me encargaré de recolectar una buena cantidad, para no quedarnos sin ella en mitad de las inclementes tormentas.

Sonreí y me giré para entrar en la cabaña.

—Buen día señor Regal —saludó un joven que pasaba —Señora Regal —me miró a mi e inclinó la cabeza. Yo respondí de la misma manera.

Thomas, quien ahora llevaba por nombre John, continuó en lo suyo. Yo, me metí a la casa y me dispuse a preparar algo de té. Un té sin veneno.

En mi mente se reproducía día tras días, las imágenes de aquel día, en el cual nuestras vidas cambiaron por completo. Alan McMichael había sido mi última víctima y con el paso de los años, no me vi en la necesidad de hacer eso, nunca más.

Era mediado de noviembre del año 1904 y el otoño estaba llegando a su fin para darle paso a uno de los inviernos más terribles de Finlandia, según los habitantes del lugar. Vätsärin erämaa nos había acogido con los brazos abiertos. Nosotros, un matrimonio joven, provenientes de Exeter o al menos, eso era lo que les habíamos hecho creer a todos.

John y Suzanne Regal. Esos eran nuestros nuevos nombres.

Habíamos decidido comenzar una nueva vida, lejos de todo. Lejos de los horrores de la cumbre escarlata que por años nos había mantenido prisioneros de sus caprichos. Atrás quedaron los fantasmas. Atrás quedaron las desgraciadas almas que alimentaban a la mansión.

Thomas y yo vivíamos en una humilde cabaña, rodeados de nieve y montañas. Sin nadie que nos buscara, por fin éramos libres. No había fortunas, ni tesoros ni riquezas. Solo él y yo. Sin embargo, nunca me había sentido tan afortunada. Tenía todo lo que de verdad me importaba, a Thomas. Ya no teníamos que esconder nuestro amor.

Habían tenido que pasar muchos años. Habían tenido que suceder muchas cosas. Habíamos tenido que sufrir enormemente para por fin darnos cuenta que lo único que importaba era que permaneciéramos juntos.

La promesa había sido...

—Siempre juntos... —susurré mientras rodeaba su cuello con mis brazos.

—Jamás separados —completó mi amado y seguidamente me besó con ternura.

Por fin, éramos felices.

El horror había quedado lejos...

...muy lejos.


® Vicios Oscuros (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora