Capítulo 6

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BIENVENIDA A CUMBERLAND, EDITH.

Había transcurrido casi una semana desde que llegué a Inglaterra. Thomas aún se encontraba en América, llevando a cabo nuestro plan. Los días lejos de él eran la tortura más larga de mi vida.

La casa me parecía mucho más grande de lo que ya era. Los susurros de las almas desgraciadas que estaban atrapadas en la propiedad, me aburrían en sobremanera. Los chirridos, los lamentos... todo era repetitivo y lejos de asustarme, solo me recordaban que estaba sola y nunca me ha gustado estar sola.

La mayor parte del tiempo la pasaba frente al piano, tocando alguna melodía trágica o alguna canción de cuna, para poder sentir la presencia de Thomas en la enorme habitación. Era en vano. Al girarme hacia el sofá, estaba vacío...

...Thomas estaba lejos de mí.

Algunas lágrimas se asomaban de mis ojos. El imaginarlo en brazos de alguien que no fuera yo era demasiado abrumador.

Miraba mi mano una y otra vez. Solo estaba el vacio que había dejado el anillo de rubí rojo que había pertenecido a mi madre y que ahora pertenecía a Edith Cushing, la nueva esposa de Thomas. No obstante, pronto regresaría conmigo.

Si todo marchaba como lo pautado, mi hermano habría desposado a la única heredera de Carter Cushing poco después de haber sepultado el cadáver de aquel pobre infeliz.

Los celos y la ira se negaban a abandonar mi cuerpo. Era una tortura constante, imaginar a Thomas sosteniendo su mano, besando sus labios... haciéndola suya. Agité fuertemente mi cabeza para sacudirme esos pensamientos. Mi hermano me había prometido que nunca le haría el amor a nadie más que no fuese yo. Quería creerle, quería confiar en él, pero algo dentro de mí me decía a gritos, que algo había cambiado en él, que las cosas serian distintas con Edith.

Los días pasaron y la soledad era mi única compañera, además del frío espantoso que se colaba por el inmenso agujero en el techo de la mansión. No había nada que pudiera hacer, la casa se hundía cada día un poco más. La gloria de Allerdale Hall ya no era tan gloriosa. Solo quedaban vestigios de lo que una vez había sido la imponente mansión Sharpe, pero pronto todo eso cambiaria. Con la fortuna Cushing, por fin podríamos devolverle la grandeza.

Una tarde, mientras me encontraba en el taller de Thomas, sumida en mis pensamientos a la vez que observaba los viejos juguetes que él había hecho para mí, Finlay apareció agitando un papel entre su mano...

-Señorita Sharpe, ha llegado esto para usted.

-¿Qué es? -me apresuré en preguntar.

-Es un telegrama. Es de su hermano.

Sentí como mi corazón daba un brinco. La alegría había regresado a mí. Saber algo de él, por más mínimo que fuese... era suficiente.

Abrí rápidamente el sobre y leí:

Querida Lucille.

Espero que todo este marchando bien en casa.

Todo ha salido según lo planeado. El día de ayer contraje matrimonio con Edith en una sencilla celebración, que bueno, no tuvo nada que celebrar. En vista de la pérdida de mí ahora esposa, los ánimos no estaban como para celebrar.

Edith me ha asegurado que en cuanto pisemos suelo inglés, pondrá en subasta su casa y demás propiedades en América, con el fin de invertirlo todo en mi invento. Lo hemos logrado hermana. Te lo dije. Ella era la indicada. Nuestros años de fechorías han finalizado. Ella será la última. Nunca más tendremos que preocuparnos por el dinero. La mina volverá a funcionar y el legado Sharpe, prevalecerá.

® Vicios Oscuros (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora