Capítulo 12

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CELOS QUE CARCOMEN UN ALMA PODRIDA.

Edith me miraba. Había tanto miedo en su mirada, que por momento sentí pena por ella, pero tal pena se esfumó en cuanto recordé que era una intrusa que quería despojarme del amor de mi hermano.

Mi Thomas, dijo la voz de mi conciencia sonando completamente egoísta y caprichosa.

Ahora solo nos quedaba esperar a que ella se durmiera. Yo había colocado una gran porción de Lúpulo en su té, además del potente veneno. En cuanto se quedó dormida sobre el sofá, vi el momento oportuno para retirarme. Thomas me siguió.

-¿Qué está haciendo? -susurré con furia- ¿Cómo es posible que sepa lo de madre?

-No lo sé. Yo no le dicho nada -me aseguró Thomas.

Sentí algo de temor al concebir nuevamente la idea de que madre se le había aparecido a Edith y de una u otra manera le estaba revelando la verdad.

-¿Qué intenta hacer? - la pregunta salió sin poder evitarlo. Me refería a madre, pero Thomas no lo captó.

¿Qué rayos estaba haciendo madre? ¿Acaso su vengativo fantasma había decidido no solo torturarme a mí, sino aparecérsele a Edith y contarle todos los siniestros secretos que Thomas y yo ocultábamos? Las preguntas se arremolinaban en mi cabeza.

-No sé -respondió Thomas- Mañana iré a la estación para recoger las piezas de la máquina. La llevaré conmigo para que tome un poco de aire fresco.

-Sí. Llévatela -lo miré fijamente -Tan pronto firme los papeles, quiero que esto se termine de una buena vez.

Subí las escaleras y me dirigí a mi alcoba. Me sentía frustrada, una vez más, Edith había estropeado un momento intimo entre Thomas y yo, esta vez con sus delirios de fantasmas.

Me puse mi ropa de dormir y rápidamente entré en la cama. Esa noche dormí contemplando recuerdos y sueños.

*****

Los ruidos de la casa eran aterradores. Ni padre ni madre estaban, se habían ido de viaje, por separados, por supuesto. Padre había ido a Italia por asuntos de negocios y madre había logrado dejarnos con Mirtle y su hijo Finlay. Sin embargo, era como estar solos, pues ellos se preocupaban solo por alimentarnos. El resto del día estábamos completamente solos en la inmensa mansión Sharpe.

Esa noche en particular, estaba siendo más escalofriante que las anteriores. El murmullo desgarrador que producía el viento en los pasillos y los crujidos de la madera del suelo nos mantenían despiertos. Además de que Thomas había jurado haber visto un fantasma. Su bien dotada imaginación lo hacía ver y escuchar cosas, pero siempre estaba yo a su lado, para calmarlo.

-Es verdad. Lo vi- insistió él.

-Era solo la sombra de un árbol- susurré.

-No, eran las manos de alguien intentando sujetarme.

-Thomas. Entiéndelo. Los fantasmas no existen. Son solo producto de tu imaginación.

Un fuerte golpe en la puerta hizo que se me erizara la piel.

-Es solo el viento- dije abrazando a mi pobre hermano que temblaba de miedo.

-Lucille. Prométeme que nunca me vas a dejar solo- él se aferró a mí con sus temblorosas manitos.

-Nunca.

Abrí mis ojos de golpe y miré mí alrededor. La luz entraba débilmente por la ventana. El invierno había llegado en todo su esplendor y el frío era casi cortante.

® Vicios Oscuros (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora