Capitulo Siete
-Cariño, ven, vamos a comer - la abuela golpeaba la habitación de Melanie una y otra vez, la niña no había salido de ahí desde la cinco de la tarde y ahora ya eran las ocho de la noche.
Melanie suspiro sonoramente para avisar a su abuela que no tenía ganas, ganas de absolutamente nada -excepto lamentarse, claro. - Quería irse de ese lugar, quería su vida de vuelta, sus amigos, la popularidad, su puesto de capitana de las animadoras, esas cosas la hacían ella, esas cosas la hacían Melanie Straw.
- ¡Cariño! -insistió la abuela, golpeando más desesperada la puerta.
La joven gruño y se acurruco más en la cama.
Si duermes todo será un simple sueño, tal vez cuando despiertes todo esta pesadilla desaparecerá, tal vez.
Luego de varios golpeteos más, la abuela levanto la banderita blanca.
-Bien, como quieras. -exclamo la abuela con la voz desganada al otro lado de la puerta.
Melanie sonrió lánguidamente, por lo menos la dejaría estar sola un momento.
Algún día saldrá de ahí, tendrá que hacerlo. Pensó la abuela mientras se marchaba todavía dudosa de haber dejado a su Melanie sola en casa.
Las voces y las risas se escuchaban por todas partes en la casa de los Western, hoy se festejaba el cumpleaños de la pequeña -mimada- Emma. A pesar de que su cumpleaños era en tres meses ¿Por qué no hacerlo ahora? Después de todo, no importa cuánto peleabas con aquella niña, siempre ella terminaba ganando, para ser una niña de cinco años -y medio- no era tonta, nada tonta.
Emma lucia satisfecha con los invitados - no cabía mencionar que también era un poco por los regalos-.
La Sra. Straw entro con una gran sonrisa en la habitación, en sus manos llevaba un gran pastel decorado con fresas y de chocolate.
Un gran cartel estaba colgado en la pared con grandes letras rosas en el: ¡Feliz cumpleaños Emma!
Globos flotaban por aquí y allá, los niños gritaban y reían, corriendo en círculos.
Emma, sentada en una silla -como toda una princesa - aceptaba con gusto los regalos que los invitados le daban.
En una parte del salón, algo así como un escenario, se encontraba una joven. Alta y rubia, sus grandes rizos caían en cascadas por sus hombros, mientras que con su guitarra cantaba una hermosa canción country, su voz era suave y afinada.
Sus dedos hábilmente hacían sonar hermosas notas que el instrumento regalaba, con su deslumbrante sonrisa que a más de un chico dejaba hipnotizado y su talento que no se podía negar.
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Ella es de Nueva York |Editando|
RomanceCuando Melanie Straw una joven de la ciudad de New York, con dinero, caprichosa, popular, que piensa que la frase “ El dinero no compra la felicidad ” no es más que una mentira, se ve obligada a viajar a casa de su abuela, en Tennessee por un mes, c...