Prólogo

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-Papá.- Llamó la pequeña Diana con la vocecilla chillona típica de una niña que tiene recién trece años. Una vez que obtuvo la completa atención de su padre continuó.- ¿alguna vez te has preguntado por qué siempre los mayores buscan encontrar a su mate?- Preguntó mientras se acomodaba de espalda sobre la hierba húmeda, para observar desde un mejor ángulo la luna que ya se encontraba en su punto máximo.

-Sí, Diana. Me lo preguntaba mucho, sobre todo a tu edad.-respondió el padre con voz ronca, pero bastante dulce, mientras recostado en la hierba junto a su hija observaba la luna, recordando cómo había sido el día en que él le había hecho la misma pregunta a su madre- Hasta que un día no aguante y se lo tuve que preguntar tu abuela, tal como tú me lo preguntas ahora a mí.- añadió, para compartir sus pensamientos con Diana.

-¿Y qué te respondió?- preguntó la pequeña de forma impaciente, ya que la posible respuesta aclararía la duda que había guardado durante mucho tiempo mientras los mayores hablaban.

Ella jamás se había atrevido a preguntar antes, porque según su madre era de muy mala educación que una niña interrumpiese la conversación de los adultos, por lo que ella no hablaba a menos que pidiesen su opinión. Eso al menos cuando se encontraba su madre cerca, porque en cuanto se quedaba sola con su padre y los amigos de este, opinaba en cuanto tema de conversación se tocase y esto no molestaba a nadie. Se había ganado el derecho de escuchar, preguntar y opinar, solo por ser la primogénita del Alfa de la manada, derecho que su hermana menor, Amalia, no poseía, es más esta no tenía permitido asistir a las reuniones del Alfa. Pero ahora, solos en el jardín, Diana por fin había podido hacer esa pregunta que había considerado demasiado íntima para hacer a su padre en público.

-¿Sabes por qué somos licántropos?- preguntó el Alfa antes de responder a su hija. Debía saber que tanto sabía la muchacha sobre su propia especie antes de continuar.

-Porque la luna separó a los andróginos, los convirtió en hombre y mujer, cada uno con dos piernas y brazos.- respondió la pequeña como si se tratase de responder bien ante un maestro.

-Muy bien, pero tu respuesta no es del todo correcta.- dijo el padre esperando perfección en la respuesta de su hija, ya que esta sería la futura Alfa de su manada.- Somos licántropos porque los andróginos eran seres de cuatro piernas y cuatro brazos, aunque con una sola alma y al ser separados por la luna quedaron incompletos, físicamente eran como los humanos, dos piernas y dos brazos, uno hombre, la otra mujer, pero solo portaban la mitad de su alma y la luna decidió darles a estos seres la mitad de otra, para formar un alma completa. Para esto tomó la mitad del alma de un lobo y la unió con la mitad incompleta del hombre, luego hizo lo mismo con la otra mitad del alma del lobo y el alma de la mujer...

-¿Y eso qué tiene que ver con los mates?- preguntó Diana sin encontrarle aún mucho sentido a lo que su padre estaba diciéndole.

-Se paciente Diana, que para allá voy.- respondió este, sin poder evitar sonreír ante la impaciencia de su primogénita.- Entonces como te estaba a punto de decir cuando me interrumpiste.- dijo en tono de broma, ante lo cual la niña rodó los ojos, para después girarse con una sonrisa en el rostro para mirar a su padre mientras hablaba.- La parte de nuestra alma perteneciente al lobo siempre busca encontrar su otra mitad, su pareja. ¿Lo entiendes ahora?

En cuanto lo comprendió los ojos de la pequeña se abrieron como dos platos.-Así que el portador de la otra mitad de nuestra alma ¡es nuestro mate!- casi gritó las últimas palabras de la pura emoción. Por lo que no fue de extrañar que su hermana menor la hubiese escuchado, mientras se acercaba sigilosamente donde se encontraban su padre y su hermana recostados sobre la hierba.- ¿Crees que algún día encontraré a mi otra mitad?- No pudo evitar preguntar Diana, pero antes de que el Alfa pudiese responder, alguien se le adelantó en hablar.

Deber de AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora