Capítulo 10

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Cuando Diana estaba a punto de salir de la casa, su padre le pidió que esperase un momento y cubrió sus ojos con una suave tela negra que no le permitía ver nada.- Pero papá, ¿Por qué?- rio ella.

-Porque afuera están acomodando los últimos toques del banquete y no quiero que veas nada, todo hoy debe ser una sorpresa.- una risa infantil brotó de los labios de la muchacha, adoraba como se comportaba con ella su padre, hacía que su vida fuese perfecta, cuidaba de ella con un amor y dedicación desconcertantes, algo que lamentablemente jamás había hecho su madre, pero ese no era el momento para pensar en algo semejante, hoy debía ser solo un día de felicidad.

Su padre le ayudó con mucho cuidado para que lograse subir al jeep Murano AWD que era propiedad de este mismo, supo que se estaba trepando a él por lo mucho que debió levantar sus piernas para que sus tacones no chocasen con el borde de la puerta a la hora de entrar, su casi metro setenta de altura le ayudaba bastante a decir verdad, ya que de lo contrario habría quedado en una posición bastante más incómoda con vestido y tacones, los cuales le hacían ver de casi un metro ochenta, definitivamente su padre había exagerado con diez centímetros de tacón, pero claro, como él era hombre y no sabía lo que significaba caminar con semejantes zancos, había pensado que serían perfectos para la ocasión. Logró por fin acomodarse en el asiento y aguardo a que su padre cerrase la puerta y echase a andar el vehículo, solo después de un rato se percató de que iba sentada en el asiento del copiloto y no atrás como ella esperaba.- ¿Y mamá?- preguntó.

-Se fue en su auto con Amalia, dijo que tenían que hablar de ciertas cosas.- respondió Leónidas restándole importancia.

-Bien.- logró decir Diana disimulando el nudo que se comenzaba a formar en su garganta.- ¿ya me puedo sacar la venda?- utilizó un tono muy dulce, al cual sabía que su padre no se negaría.

-Claro que si cariño, ya no lograrías ver nada de lo que se está preparando en casa.- y así era, porque tan pronto Diana descubrió sus ojos, se percató de que estaban a medio camino, por lo que le fue casi imposible no echar una mirada a la velocidad, la aguja marcaba 130km/hrs.- antes de que digas cualquier cosa, ¿has visto la hora?, por si no lo has hecho hijita, déjame decirte que vamos un poco tarde y deberíamos estar allá recibiendo a los otros Alfas. Así que solo por esta vez no me regañes.

-No te regañaré, pero solo por esta vez.- dijo ella sonriendo, sentía millones de mariposas en su estómago, la adrenalina estaba comenzando a subir y llego a su punto máximo cuando miró su reloj y este marcaba las 21:32pm.- ¡¿Un poco atrasados papá?! ¡Vamos llegando media hora tarde!- La muchacha no pudo evitar que su voz sonase un poco chillona, ya que su ya apretada garganta, se había apretado aún más por culpa de los nervios. Comenzó a respirar ruidosamente, mientras tragaba del mismo modo.

-Tranquila amorcita, nadie, absolutamente nadie lo notará, te lo aseguro.- la tranquilizó su padre.

-Eso espero.- respondió en un hilillo de voz, aunque pretendía que su voz sonase convencida y segura, no lo logró en absoluto.

Pronto llegaron a la plaza del pueblo, y vieron como alrededor de la gran pileta central habían muchas sillas para que allí se sentasen los alfas, sus familias y algunos miembros de las manadas, todo estaba adornado de un modo elegante y sencillo, cada silla con una funda blanca y un lienzo plateado, de cada árbol cercano colgaban pequeños frascos con luces dentro de ellos, sin embargo, al vista de Diana se fijó en una especie de pequeño escenario ubicado en el centro de la pileta, donde se llagaba por medio de escaleras con finas terminaciones echas de mármol, el mismo material del que estaba construida toda esta y donde hace apenas unos días había sido encontrado el cuerpo sin vida de aquel lobo salvaje. En ese lugar, ella se encontraría dentro de poco, siendo observada por los ojos críticos de todos los presentes.

Deber de AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora