Capítulo 2

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-¡Diana!- gritó de un modo desesperado Leónidas ya en su forma humana en cuanto su hija entro en su campo de visión.- Estaba preocupado por ti cachorra, ¿estás bien?- dijo las palabras de un modo atropellado, por lo que a Diana le costó un poco procesar y entender lo que su padre le preguntaba. Leónidas corrió hasta ella con una gran capa negra de un material bastante grueso y lo puso sobre el lomo de su hija, amarrándolo en su cuello.

La loba no tardo en transformarse en una hermosa joven de unos 19 años, sus largos cabellos castaños llegaban hasta su cintura en ondas, aunque no muy marcadas, su físico era el de toda una guerrera, piernas y brazos fuertes, espalda un tanto ancha que cuadraba a la perfección con sus caderas, sin embargo su rostro tenía la capacidad de ser tanto angelical como fiero, ojos almendrados de color rojizo, largas pestañas oscuras, que daban la impresión de un delineado permanente, labios considerados por muchos perfectos y nariz respingada, además de un tono de piel trigueño.- Si papá, tranquilo, estoy bien.-respondió en cuanto estuvo de pie y envuelta en la capa.- Pero no entiendo, ¿por qué nos llamaste?

-Samuel ha venido al pueblo Diana, ha dejado un espantoso mensaje en la plaza, me temo que esté tramando algo para perjudicarnos.- respondió el padre con evidente preocupación. Ella sabía que ante la manada no demostraría nada de aquello, intentaría mostrarse lo más tranquilo posible, intentando demostrar a todos que poseía nervios de hierro, sin embargo con ella no podía ocultarlo aunque quisiese, tras la muerte de Salomón el Alfa Leónidas se había vuelto aún más reservado en cuanto a sus emociones, sin embargo, más apegado a Diana. Por lo que la entonces niña había aprendido a interpretar cada una de las emociones y gestos de su padre, tras comprender esto, el Alfa comenzó a confiar cada vez más en ella a tal punto de que ahora era capaz de compartir sus inquietudes con ella, al menos la mayoría de ellas, porque a pesar de que los años pasaban de forma desmedida, aún mantenía en secreto la verdadera razón por la que Amalia se había marchado al internado.

-No creo que sea nada más que una jugarreta de esos vampiros padre, no debes preocuparte.- Dijo Diana en un tono de seguridad absoluta, aunque en el fondo sabía que no era así, los vampiros del bosque los habían retenido para que su líder pudiese hacer de las suyas en el territorio de la manada, sin Dante, el Beta era imposible establecer el orden, por decirlo que algún modo, el Beta es quien crea la sincronía entre el Alfa y la manada, de este modo, el Alfa puede tomar decisiones sabiendo la situación de su gente.- Quizás fue solo...

Pero la futura Alfa no pudo continuar, una voz a su espalda se lo impidió.- ¿Ya ves a lo que se referían esos vampiros Diana? Están amenazando a nuestra gente, debimos matarlos en cuanto tuvimos la opción.- Le reprochó Dante, sin dar paso a que ella pudiese hacerle una seña o algo para que se callase, no estaba dentro de sus planes informar del encuentro que habían mantenido en el bosque con los vampiros. Ella giró para mirarlo, en ese momento llevaba una sudadora blanca en la mano, los pies descalzos y solo unos jeans desgastados puestos, según Diana, el atuendo calzaba a la perfección en su cuerpo fornido que alcanzaba el metro ochenta y seis de altura. La lucha, el constante entrenamiento, las incontables carreras al aire libre habían logrado moldear el cuerpo de Dante y fortalecer cada uno de sus músculos. Además de su increíble cuerpo, su rostro era realmente digno de admirar, ojos verdes, nariz y mentón perfectos, labios carnosos, ligeramente rosados, sumados a su oscuro cabello liso, ligeramente largo y su piel tostada por el sol, creaban algo cautivante. A pesar de quedar prendada como cada vez que le miraba, volvió rápidamente su vista para encontrarse con la de su padre.

-¿De qué hablas Dante?- preguntó Leónidas en tono seco mientras miraba de manera acusadora a su hija.

-Diana, aún no se lo has...- intentó decir el joven mientras se acercaba a la muchacha para ponerse a su lado.

Deber de AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora